La Iglesia: sobrenaturalidad.
Sobrenatural.
“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efe 1:15-23).
La Iglesia es la plenitud de Cristo, y no solo en algunas cosas, la plenitud total de Cristo, y ello implica, entonces, hacer los milagros y señales que Cristo hacía y aún mayores (Jn 14:12).
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.”
La Iglesia no fue constituida por Jesús como una institución del mundo natural, sino como un organismo vivo que vive en dos mundos al mismo tiempo: en el mundo natural, y en el mundo espiritual, que está por encima del mundo natural. Ello implica que la Iglesia, como organismo es sobrenatural, y por lo tanto, sus actividades, como manifestación de su naturaleza, también deben ser tanto naturales como sobrenaturales (salvación, sanidad, milagros, señales, maravillas y prodigios). Así como Jesús manifestó esa sobrenaturalidad en su ministerio terrenal por la unción del Espíritu Santo (Luc 4:18-19), de la misma manera lo debe manifestar la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, no solo como parte de su naturaleza, sino como un mandamiento que Jesús le dejó claramente establecido (Jn 14:12), para lo cual la equipo con dones que El repartió, reparte y repartirá a cada uno de los miembros de la iglesia (1 Cor 12), para hacer la obra que El le delegó a la Iglesia (Mat 28.18-20).
Lo normal, natural en la iglesia necesitaría ser lo sobrenatural, como manifestación clara y evidente que es la enviada por el Dios Todopoderoso al mundo para llenarlo todo (Efe 1:15-23). Por ello, la Iglesia del Libro de Hechos clamaba que les fuera dado denuedo para predicar la Palabra mientras que Dios confirmaba Su Palabra por medio de sanidades, milagros, maravillas y señales (Hch 4:29-31), y como es claramente manifiesto en el Libro de Hechos, Dios respondió a ambas peticiones: les dio denuedo para predicar la Palabra y confirmó esa predicación con señales sobrenaturales, y lo mismo necesitaría estar sucediendo ahora por cuanto que el mismo Señor nos dejó escrito en Su Palabra que la vida del justo (en este caso, la Iglesia como la suma de los justos) es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Prov 4:18) y que la gloria de la casa postrera (la iglesia de hoy) será mayor que la gloria de la casa primera (la Iglesia del Libro de los Hechos) (Hag 2:9, Hch 3.21).
En suma, la Iglesia necesita creer y orar por sanidades, milagros y señales en su quehacer diario, y desarrollar su conocimiento acerca de los dones espirituales, procurarlos y ponerlos en práctica (1 Cor 12.1, 1 Cor 12:31, 1 Cor 14:1).
“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efe 1:15-23).
La Iglesia es la plenitud de Cristo, y no solo en algunas cosas, la plenitud total de Cristo, y ello implica, entonces, hacer los milagros y señales que Cristo hacía y aún mayores (Jn 14:12).
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.”
La Iglesia no fue constituida por Jesús como una institución del mundo natural, sino como un organismo vivo que vive en dos mundos al mismo tiempo: en el mundo natural, y en el mundo espiritual, que está por encima del mundo natural. Ello implica que la Iglesia, como organismo es sobrenatural, y por lo tanto, sus actividades, como manifestación de su naturaleza, también deben ser tanto naturales como sobrenaturales (salvación, sanidad, milagros, señales, maravillas y prodigios). Así como Jesús manifestó esa sobrenaturalidad en su ministerio terrenal por la unción del Espíritu Santo (Luc 4:18-19), de la misma manera lo debe manifestar la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, no solo como parte de su naturaleza, sino como un mandamiento que Jesús le dejó claramente establecido (Jn 14:12), para lo cual la equipo con dones que El repartió, reparte y repartirá a cada uno de los miembros de la iglesia (1 Cor 12), para hacer la obra que El le delegó a la Iglesia (Mat 28.18-20).
Lo normal, natural en la iglesia necesitaría ser lo sobrenatural, como manifestación clara y evidente que es la enviada por el Dios Todopoderoso al mundo para llenarlo todo (Efe 1:15-23). Por ello, la Iglesia del Libro de Hechos clamaba que les fuera dado denuedo para predicar la Palabra mientras que Dios confirmaba Su Palabra por medio de sanidades, milagros, maravillas y señales (Hch 4:29-31), y como es claramente manifiesto en el Libro de Hechos, Dios respondió a ambas peticiones: les dio denuedo para predicar la Palabra y confirmó esa predicación con señales sobrenaturales, y lo mismo necesitaría estar sucediendo ahora por cuanto que el mismo Señor nos dejó escrito en Su Palabra que la vida del justo (en este caso, la Iglesia como la suma de los justos) es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Prov 4:18) y que la gloria de la casa postrera (la iglesia de hoy) será mayor que la gloria de la casa primera (la Iglesia del Libro de los Hechos) (Hag 2:9, Hch 3.21).
En suma, la Iglesia necesita creer y orar por sanidades, milagros y señales en su quehacer diario, y desarrollar su conocimiento acerca de los dones espirituales, procurarlos y ponerlos en práctica (1 Cor 12.1, 1 Cor 12:31, 1 Cor 14:1).
01
Abr
2016