Cambios, renovación.
Lo único que seguramente todos podemos cambiar en el mundo es a nosotros mismos, y eso ya es un gran cambio. El cambio comienza siempre por mí.
"Cuando llega lo nuevo, el que cambia más rápido es el que gana." (Pastor Alberto Delgado), siempre que el cambio no implique violar los principios de la Palabra sino que estén alineados con ella.
Para cambiar nuestra vida por fuera necesitamos primero cambiar nosotros por dentro ajustando nuestras vidas a los principios de la Palabra de Dios. En el momento en que nos disponemos a cambiar, es impresionante como Dios interviene para ayudarnos y nos provee del poder, la sabiduría, la ciencia, el entendimiento, en fin, del poder del Espíritu Santo para lograrlo.
Obed-Edom, cuando el arca fue llevada de su casa al tabernáculo que le había construido David en Jerusalem, no se quedó en su casa lamentándose de que Dios se había movido. El se movió con la presencia de Dios, dejando su seguridad, su comodidad, sus ventajas, sus posesiones, etc., por mantenerse en la presencia de Dios. (Mónica José).
El Espíritu Santo trabaja por oleadas. Hay que moverse con la ola (hay que aprender a “surfear” con el Espíritu Santo).
• Cuando llega lo nuevo, el que cambia más rápido es el que gana.
• Hay que renovar el odre para movernos con esa oleada.
• Odres viejos = tienen que convertirse rápida y constantemente en odres nuevos.
• Si no lo renovamos = tradición, legalismo (nos vamos a quedar atrás).
El cambio es esencial, aunque a menudo duele. Pero aunque duela, es necesario para ir siendo transformados a la imagen de Cristo (Rom 12:2, Efe 4:22-24, Rom 8:28-29).
No importa nuestro pasado, importa nuestro presente y nuestro futuro. Dios cambia los tiempos (Dan 2:21); El hace que las cosas viejas pasen, y todas sean hechas nuevas (2 Cor 5:17); El nos da una nueva naturaleza (1 Ped 1:23, 2 Ped 1:4) que necesita ser ejercitada (Efe 4:22-24) y desarrollada mediante el cambio de nuestra forma de pensar (Rom 12:2, Sal 1.1-3, 3 Jn 2) para que vayamos avanzando hacia una nueva vida con bendición (Jn 10:10, Jer 29:11, Prov 4.18).
No hay una verdadera transformación externa sin una transformación interna.
"Es más probable que nuestros mejores momentos ocurran cuando nos estamos sintiendo profundamente incómodos, infelices o insatisfechos, porque solo en esos momentos, impulsados por nuestro descontento, estamos más dispuestos a salirnos de nuestra ruta y comenzar a buscar respuestas más certeras." (M. Scott Peck).
"Cuando llega lo nuevo, el que cambia más rápido es el que gana." (Pastor Alberto Delgado), siempre que el cambio no implique violar los principios de la Palabra sino que estén alineados con ella.
Para cambiar nuestra vida por fuera necesitamos primero cambiar nosotros por dentro ajustando nuestras vidas a los principios de la Palabra de Dios. En el momento en que nos disponemos a cambiar, es impresionante como Dios interviene para ayudarnos y nos provee del poder, la sabiduría, la ciencia, el entendimiento, en fin, del poder del Espíritu Santo para lograrlo.
Obed-Edom, cuando el arca fue llevada de su casa al tabernáculo que le había construido David en Jerusalem, no se quedó en su casa lamentándose de que Dios se había movido. El se movió con la presencia de Dios, dejando su seguridad, su comodidad, sus ventajas, sus posesiones, etc., por mantenerse en la presencia de Dios. (Mónica José).
El Espíritu Santo trabaja por oleadas. Hay que moverse con la ola (hay que aprender a “surfear” con el Espíritu Santo).
• Cuando llega lo nuevo, el que cambia más rápido es el que gana.
• Hay que renovar el odre para movernos con esa oleada.
• Odres viejos = tienen que convertirse rápida y constantemente en odres nuevos.
• Si no lo renovamos = tradición, legalismo (nos vamos a quedar atrás).
El cambio es esencial, aunque a menudo duele. Pero aunque duela, es necesario para ir siendo transformados a la imagen de Cristo (Rom 12:2, Efe 4:22-24, Rom 8:28-29).
No importa nuestro pasado, importa nuestro presente y nuestro futuro. Dios cambia los tiempos (Dan 2:21); El hace que las cosas viejas pasen, y todas sean hechas nuevas (2 Cor 5:17); El nos da una nueva naturaleza (1 Ped 1:23, 2 Ped 1:4) que necesita ser ejercitada (Efe 4:22-24) y desarrollada mediante el cambio de nuestra forma de pensar (Rom 12:2, Sal 1.1-3, 3 Jn 2) para que vayamos avanzando hacia una nueva vida con bendición (Jn 10:10, Jer 29:11, Prov 4.18).
No hay una verdadera transformación externa sin una transformación interna.
"Es más probable que nuestros mejores momentos ocurran cuando nos estamos sintiendo profundamente incómodos, infelices o insatisfechos, porque solo en esos momentos, impulsados por nuestro descontento, estamos más dispuestos a salirnos de nuestra ruta y comenzar a buscar respuestas más certeras." (M. Scott Peck).
23
Jun
2017