La instrucción de los hijos: la disciplina.
LA INSTRUCCIÓN DE LOS HIJOS: LA DISCIPLINA (Prov 13:24).
La disciplina verdadera es un resultado del amor porque amar es desear lo mejor para la persona que amamos.
El amor disciplina porque quiere lo mejor para los hijos y no va a permitir que ellos hagan o sean algo que les impida tener lo mejor.
Los padres necesitamos disciplinar a nuestros hijos por dos razones muy importantes.
UNO. Porque Dios dice que los disciplinemos (Prov 23:13-14).
• El hecho de que nuestros hijos entiendan que Dios ordena que los disciplinemos no va a crear en ellos un resentimiento, sino respeto y admiración hacia nosotros.
• Cuando crezcan reconocerán los beneficios de ello (Heb 12.11).
DOS. Porque necesitan esa disciplina (Prov 22:15, Prov 23:13-14).
• Ningún niño nace perfecto. Es más, nacen con una naturaleza pecadora.
• La disciplina es una fuerza correctiva que impide que ese naturaleza pecadora desarrolle sus máximas expresiones, la minimiza.
• Es parte del plan de Dios para atraer las vidas de los niños hacia El para conformarlos a la imagen de Cristo, tan pronto como sea posible.
La disciplina es un acto de fe y un acto de obediencia.
• Tener fe es creer que algo va a ocurrir de acuerdo a lo que dice la Palabra de Dios.
• Actuar basado en esa Palabra, sabiendo que Dios hará lo necesario para obrar en los corazones de ellos, para que sean fieles a sus mandamientos y propósito.
Disciplina con fe significa permanecer fiel a nuestro deber aunque nuestras emociones e inclinaciones personales nos muevan a la indulgencia.
Disciplinar es llegar a comprender que el amor, la obediencia y la fe están vinculadas entre sí, en la relación con nuestros hijos.
La disciplina forma en nuestros hijos un molde en el cual Dios puede derramar Su Espíritu; así, nuestros hijos se convierten en un vaso que servirá para los propósitos de Dios.
Para ser eficaz, la disciplina no debe ser casuística, esporádica ni caprichosa.
Es un medio para lograr un fin, por lo que la meta tiene que estar clara:
• Que nuestros hijos conozcan personalmente al Señor Jesucristo.
• Que nuestros hijos se consagren a El.
• Que nuestros hijos sean testigos de la vida y la persona de Cristo, con los hechos de su vida (que el carácter de Cristo sea moldeado en ellos).
Dos cosas pueden amenazar el logro de estas metas, y son las que deben ser disciplinadas en nuestros hijos:
• La desobediencia voluntaria (Col 3:20).
• Las malas actitudes (Ecle 12:13, Miq 6:8).
La disciplina verdadera es un resultado del amor porque amar es desear lo mejor para la persona que amamos.
El amor disciplina porque quiere lo mejor para los hijos y no va a permitir que ellos hagan o sean algo que les impida tener lo mejor.
Los padres necesitamos disciplinar a nuestros hijos por dos razones muy importantes.
UNO. Porque Dios dice que los disciplinemos (Prov 23:13-14).
• El hecho de que nuestros hijos entiendan que Dios ordena que los disciplinemos no va a crear en ellos un resentimiento, sino respeto y admiración hacia nosotros.
• Cuando crezcan reconocerán los beneficios de ello (Heb 12.11).
DOS. Porque necesitan esa disciplina (Prov 22:15, Prov 23:13-14).
• Ningún niño nace perfecto. Es más, nacen con una naturaleza pecadora.
• La disciplina es una fuerza correctiva que impide que ese naturaleza pecadora desarrolle sus máximas expresiones, la minimiza.
• Es parte del plan de Dios para atraer las vidas de los niños hacia El para conformarlos a la imagen de Cristo, tan pronto como sea posible.
La disciplina es un acto de fe y un acto de obediencia.
• Tener fe es creer que algo va a ocurrir de acuerdo a lo que dice la Palabra de Dios.
• Actuar basado en esa Palabra, sabiendo que Dios hará lo necesario para obrar en los corazones de ellos, para que sean fieles a sus mandamientos y propósito.
Disciplina con fe significa permanecer fiel a nuestro deber aunque nuestras emociones e inclinaciones personales nos muevan a la indulgencia.
Disciplinar es llegar a comprender que el amor, la obediencia y la fe están vinculadas entre sí, en la relación con nuestros hijos.
La disciplina forma en nuestros hijos un molde en el cual Dios puede derramar Su Espíritu; así, nuestros hijos se convierten en un vaso que servirá para los propósitos de Dios.
Para ser eficaz, la disciplina no debe ser casuística, esporádica ni caprichosa.
Es un medio para lograr un fin, por lo que la meta tiene que estar clara:
• Que nuestros hijos conozcan personalmente al Señor Jesucristo.
• Que nuestros hijos se consagren a El.
• Que nuestros hijos sean testigos de la vida y la persona de Cristo, con los hechos de su vida (que el carácter de Cristo sea moldeado en ellos).
Dos cosas pueden amenazar el logro de estas metas, y son las que deben ser disciplinadas en nuestros hijos:
• La desobediencia voluntaria (Col 3:20).
• Las malas actitudes (Ecle 12:13, Miq 6:8).
25
Jun
2008