Iglesia.
"En el proceso de esforzarse por suplir nuestras necesidades y satisfacer nuestros deseos, la iglesia ha dejado colar la filosofía del "humanismo cristiano" que falla al promover el hedonismo, el extremo fortalecimiento de la autoestima, la realización personal y la gloria a sí mismo" (John MacArthur) (ver Jn 3:30, Mat 16:24, Prov 16:25, Prov 3:5-8).
La señal de una iglesia grande no está en la capacidad de su templo sino en que sus miembros hagan la voluntad del Padre (Mat 7:21-23), creciendo a la estatura de la plenitud de Cristo (Efe 4:13), reflejando el carácter de Cristo en su vida (Rom 8:28-29) y creciendo diariamente en santidad (1 Tes 5:23, 1 Tes 4:3, 1 Tes 4:7).
El que siembra para la carne de la carne segará corrupción. Ello implica que si usamos métodos carnales para atraer a las personas a la iglesia (mercadeo, diversión, etc.), lo que atraeremos será personas carnales. Y como son carnales, no las podremos mantener en la Iglesia por métodos espirituales, sino que tendremos que seguir usando métodos carnales para ello (motivación, auto-imagen, auto-estima, auto-realización, etc.). (Gal 6:7-8).
Todo el mundo en la iglesia se puede equivocar y no es nada relevante (ignorancia, inmadurez, falta de experiencia, etc.), pero cuando un ministro hace algo que no le gusta a alguien, eso es “maldad” (y como consecuencia, le pasan la “aplanadora” encima). Jesús dijo que antes de ver la paja en el ojo ajeno, veamos la viga en el propio (Luc 6:41).
"La iglesia naciente sale del costado de nuestro señor Jesucristo, va desarrollando para ser novia y al final llega a ser esposa". Apóstol Othoniel Rios Paredes
"la iglesia consagrada surge del reino, no del mundo". Apóstol Othoniel Rios Paredes
"Carácter Apostólico (la fuerza vital intrínseca del Pueblo de Dios y el mecanismo que lo guía)" (Alan Hirsh).
"El movimiento iniciado por Jesús fue un movimiento orgánico de personas; nunca tuvo la pretensión de convertirse en una institución religiosa." (Alan Hirsh).
Sutilmente comenzamos a meter el mundo en la iglesia, y hoy lo tenemos hasta el cuello. Cosas como "liderazgo", "éxito", "prosperidad económica", "comercialización de la música", "crecimiento numérico", etc., etc., no son bíblicas, son importaciones que hicimos del mundo y hoy son parte del cristianismo laodiceico y egocéntrico que se está viviendo. Necesitamos volver a los fundamentos, a las sendas antiguas, al cristianismo auténtico, al Cristocéntrico donde Dios es Dios y no nuestro "instrumento" para que nos vaya bien en la vida. Jer 15.19 dice claramente que el mundo se convierta a nosotros, no nosotros al mundo. Comencemos por allí.
La Iglesia no es una empresa ni un proyecto, es una hermandad, un conjunto de hijos e hijas de Dios -hermanos entre sí- que necesitan ser sanados, restaurados, renovados y adiestrados para llegar a la estatura del varón perfecto, a la plenitud de Cristo (carácter) (Efe 4:12) y reconocer y alcanzar el propósito de Dios para sus vidas.
Los problemas que la Iglesia enfrenta no son los mismos de hace 50 años, las personas que la Iglesia debe atender no son las mismas que hace 50 años, el estilo de vida de las personas no es el mismo de hace 50 años. La Iglesia, sin cambiar sus principios ni modificar en nada la Palabra de Dios, necesita renovarse en su forma de hacer las cosas para enfrentarse a los retos del siglo XXI si quiere ser sal, luz y levadura (Mat 5:13-16, Mat 13:33) y discipular a las naciones (Mat 28:18-20), como le fue mandado por Jesús.
La supervivencia del cristianismo en el siglo XXI, como lo ha sido en los siglos anteriores, depende del surgimiento de hombres y mujeres capaces de idear nuevos pensamientos y divisar nuevas estrategias, dejando incolumnes los principios del Evangelio, para cumplir con la misión que Jesús le asignó a Su Iglesia. No podemos seguir operando con las estrategias y paradigmas que fueron efectivos hace diez o más años, en un mundo que radicalmente ya no es el mismo de ese momento.
La señal de una iglesia grande no está en la capacidad de su templo sino en que sus miembros hagan la voluntad del Padre (Mat 7:21-23), creciendo a la estatura de la plenitud de Cristo (Efe 4:13), reflejando el carácter de Cristo en su vida (Rom 8:28-29) y creciendo diariamente en santidad (1 Tes 5:23, 1 Tes 4:3, 1 Tes 4:7).
El que siembra para la carne de la carne segará corrupción. Ello implica que si usamos métodos carnales para atraer a las personas a la iglesia (mercadeo, diversión, etc.), lo que atraeremos será personas carnales. Y como son carnales, no las podremos mantener en la Iglesia por métodos espirituales, sino que tendremos que seguir usando métodos carnales para ello (motivación, auto-imagen, auto-estima, auto-realización, etc.). (Gal 6:7-8).
Todo el mundo en la iglesia se puede equivocar y no es nada relevante (ignorancia, inmadurez, falta de experiencia, etc.), pero cuando un ministro hace algo que no le gusta a alguien, eso es “maldad” (y como consecuencia, le pasan la “aplanadora” encima). Jesús dijo que antes de ver la paja en el ojo ajeno, veamos la viga en el propio (Luc 6:41).
"La iglesia naciente sale del costado de nuestro señor Jesucristo, va desarrollando para ser novia y al final llega a ser esposa". Apóstol Othoniel Rios Paredes
"la iglesia consagrada surge del reino, no del mundo". Apóstol Othoniel Rios Paredes
"Carácter Apostólico (la fuerza vital intrínseca del Pueblo de Dios y el mecanismo que lo guía)" (Alan Hirsh).
"El movimiento iniciado por Jesús fue un movimiento orgánico de personas; nunca tuvo la pretensión de convertirse en una institución religiosa." (Alan Hirsh).
Sutilmente comenzamos a meter el mundo en la iglesia, y hoy lo tenemos hasta el cuello. Cosas como "liderazgo", "éxito", "prosperidad económica", "comercialización de la música", "crecimiento numérico", etc., etc., no son bíblicas, son importaciones que hicimos del mundo y hoy son parte del cristianismo laodiceico y egocéntrico que se está viviendo. Necesitamos volver a los fundamentos, a las sendas antiguas, al cristianismo auténtico, al Cristocéntrico donde Dios es Dios y no nuestro "instrumento" para que nos vaya bien en la vida. Jer 15.19 dice claramente que el mundo se convierta a nosotros, no nosotros al mundo. Comencemos por allí.
La Iglesia no es una empresa ni un proyecto, es una hermandad, un conjunto de hijos e hijas de Dios -hermanos entre sí- que necesitan ser sanados, restaurados, renovados y adiestrados para llegar a la estatura del varón perfecto, a la plenitud de Cristo (carácter) (Efe 4:12) y reconocer y alcanzar el propósito de Dios para sus vidas.
Los problemas que la Iglesia enfrenta no son los mismos de hace 50 años, las personas que la Iglesia debe atender no son las mismas que hace 50 años, el estilo de vida de las personas no es el mismo de hace 50 años. La Iglesia, sin cambiar sus principios ni modificar en nada la Palabra de Dios, necesita renovarse en su forma de hacer las cosas para enfrentarse a los retos del siglo XXI si quiere ser sal, luz y levadura (Mat 5:13-16, Mat 13:33) y discipular a las naciones (Mat 28:18-20), como le fue mandado por Jesús.
La supervivencia del cristianismo en el siglo XXI, como lo ha sido en los siglos anteriores, depende del surgimiento de hombres y mujeres capaces de idear nuevos pensamientos y divisar nuevas estrategias, dejando incolumnes los principios del Evangelio, para cumplir con la misión que Jesús le asignó a Su Iglesia. No podemos seguir operando con las estrategias y paradigmas que fueron efectivos hace diez o más años, en un mundo que radicalmente ya no es el mismo de ese momento.
23
Jun
2017