Estudio Bíblico

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La Epístola de Santiago (5). 2:1-13. Discriminación y amor al prójimo.



Sant 2:1-13.
La fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo (Sant 2:1).
No se refiere al acto de creer superficialmente, sino a la fé cristiana total (obediencia en todos los aspectos de la vida).
Su enfoque central es Jesucristo (la Palabra encarnada).
Jesucristo revela la Gloria de Dios, el carácter de Dios.
Él no mostró ningún tipo de parcialidad, favoritismo, discriminación o cosa semejante, demostrado por:
Las personas incluídas en su genealogía.
Su elección de Nazareth (una aldea humilde) como su lugar de residencia.
Su disposición a ministrar en Galilea y Samaria, regiones menospreciadas por los líderes de Israel.
Prestó igual atención a los pobres que a los ricos, sin hacer distinción a favor de ninguno de ellos.
Amonestación contra la parcialidad, favoritismos, discriminación, acepción (diferenciación, distinción) de personas.
Al parecer era una conducta normal entre los creyentes judíos (heredada de las costumbres judías en los templos).
"No juntéis la acepción de personas con la fe en Jesús" (NC Sant 2:1).
Acepción de personas.
Todo ello originalmente significaba "levantar el rostro de alguién o elevara a la persona" por motivos superficiales (apariencia, raza, riqueza, posición social, etc.).
Si Cristo no lo hizo, nosotros tampoco debiéramos hacerlo.
En la verdadera fe no hay lugar para estas cosas, y menos al interno de la familia de Dios.
Todos, como creyentes, tenemos el mismo valor en Cristo: fuímos comprados al mismo precio (la Sangre de Cristo).
No nos debemos considerar mejores que los demás, o considerar a otros mejores que los demás.
Acepción de personas: preferencia, sin una razón que lo justifique, por una persona o un grupo, entre otros.
En el Señor no hay nada que justifique la preferencia de una persona sobre otras.
Ni por valor, ni por función, ni por posición, ni por ninguna otra cosa.
Toda distincion entre nosotros es el resultado de un juicio de malos pensamientos, por razones perversas, por malos criterios (Sant 2:4). Serán como malos jueces que favorecen a unos más que a otros.
En este pasaje el tema no es la riqueza ni la pobreza, sino comportamientos derivados de ella que van contra la voluntad de Dios:
Los pobres:
Elegidos de Dios para que sean ricos en fe (que la confianza en Dios sea su verdadera riqueza) y herederos del Reino (Sant 2:5).
Los pobres han sido y son mayoritarios en la Iglesia de Cristo, aunque también hay algunos ricos piadosos; pero por lo general la riqueza (amor a a ella) aparta a los ricos de la verdadera fe (el camello por el ojo de la aguja) (humildad, no ostentosidad).
En toda la Escritura Dios muestra un interés especial por ellos (no discriminatorio, pero si un cuidado especial por su condición de desventaja social, cultural, económica).
Los ricos (amadores de las riquezas, codiciosos, no devotos a Dios). Ostentosos (anillos de oro) y ropa espléndida (brillante, pomposa, notoria); (los fariseos siempre sentaban a los ricos en los lugares especiales de la sinagoga; recordar la actitud del fariseo frente al publicano en el templo) (Sant 2:2-3).
No muestran respeto a los pobres.
Oprimen (se engrandecen sobre ustedes) y llevan por la fuerza a los tribunales a otros, incluídos hermanos en la fe (Sant 2:6).
Blasfeman, hacen burla, del nombre de Cristo (Sant 2:7).
En este pasaje el verdadero objeto de la enseñanza no es ni la pobreza ni la riqueza, sino la discriminación que se hacía por motivo de ellas, que era el modelo mundano, no bíblico.
La Ley Real (suprema, obligatoria, superior): amarás a tu prójimo como a ti mismo (Sant 2:8).
Hacer acepción, distinción, discriminación, parcialidad entre personas es faltar a esa ley (Sant 2:9).

Cualquier violación al amor al prójimo es una violación de toda la ley, por cuanto toda la ley se resumen en amar al Señor y al prójimo como a nosotros mismos (Gal 5:14).
La perfecta ley, la de la libertad:
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, la Palabra revelada, eterna, suficiente y completa de Dios es llamada "Ley".
Vivir bajo la gracia no significa que los creyentes no tengan que obedecer una ley o código de conducta moral.
Los creyentes somos capacitados por el Espíritu Santo para guardarla (Rom 8:4, Jn 14:15-17).
Es la ley de la libertad porque nos liberta genuinamente del pecado: a medida que el Espíritu Santo aplica los principios de las Escrituras en el corazón de los creyentes, somos liberados de la servidumbre al pecado y capacitados para obedecer a Dios (Jn 8:31-36).
Vamos a se juzgados por la ley de la libertad (con responsabilidad), la ley de Cristo (Sant 2:12), la ley del amor.
No podrá esperar misericordia quién no haya tenido misericordia (Sant 2:13).
Una persona que no muestra misericordia y compasión por los necesitados (económicos, emocionales, espirituales) demuestra que nunca ha respondido a la gran misericordia de Dios, y como persona no redimida solo recibirá juicio estricto y total.
Pero si hemos sido misericordiosos saldremos triunfantes en el juicio (Sant 2:13).

17 Mar 2022