La vida egocéntrica, enemigo de la voluntad de Dios (2a. parte).
Juzgando el bien y el mal (diferenciando la voluntad humana y la voluntad de Dios). Una de las cosas donde se hace más evidente que el hombre está viviendo la vida egocéntricamente es en sus apreciaciones acerca del bien y el mal en relación con lo que Dios dice al respecto.
Dios: Sus leyes son absolutas.
El bien es absolutamente todo lo que Dios, por Su infinita bondad, justicia y amor, ha establecido que es bendición para el ser humano y para la Gloria de Él. Es todo aquello que está orientado a restablecer la imagen de Dios en el hombre deteriorada a raíz del pecado.
El mal es absolutamente todo lo que Dios por Su Sabiduría, Omnipresencia, Justicia, Verdad, etc., rechaza por ser inconsistente con Su justicia perfecta, y por lo tanto contra Sus buenos propósitos en y para el mundo. Es todo aquello que se opone a la restauración de la imagen de Dios en el hombre, y la deteriora.
El hombre egocéntrico, separado de Dios: sus normas son relativas.
El bien es cualquier cosa que egoístamente considere conveniente y beneficiosa para si y para las personas a su alrededor, y que perciban según su propio entendimiento como convenientes para la sociedad que en su mente quisiera construir. Caminos derechos en su propia opinión (Prov 16:25).
El mal es cualquier cosa que al presente rechace por considerar que no son convenientes ni beneficiosas para sí y para las personas a su alrededor, y que perciban según su propio entendimiento como malas para la sociedad que en su mente quisiera construir. Caminos inconvenientes en su propia opinión.
Rom 8:28-29. Deut 30:19-20. Jn 3:30. Rom 8:13. Isa 5:20. Prov 16:25. Mat 11:28-30. (Gal 5:22-23)
El pecado no es solamente lo que Dios determina que lo es; es todo aquello bueno que Dios ha creado, llevado más allá del límite de la Voluntad de Dios.
Cuando cruzamos los límites establecidos por Dios en Su Palabra, lo que realmente estamos haciendo es decidir por nosotros mismos lo que es bueno y malo. Igualmente sucede cuando no hacemos lo bueno que Dios nos indica en Su Palabra.Gen 2:16-17.Gen 3:6-7. Gal 5:13.
Algunos ejemplos de la transgresión de los límites de Dios que se convierten en pecado la tenemos en la siguiente tabla:
Lo bueno de Dios La manera del hombre
Comunicación. Chisme, murmuración, crítica, juicio, acusación, culpar, condenar.
Cuidarnos Ser egoístas.
Generosidad y sobriedad. Despilfarro.
Disfrutar de la vida Libertinaje.
Discreción. No comunicar nada.
Ser cuidadoso. Vivir con temor.
Protección. Mentir para protegernos.
Excelencia (hacerlo hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy) -----Perfeccionismo.
Sexo en el matrimonio. Cualquier tipo de actividad sexual fuera del matrimonio (Inmoralidad
sexual).
Benignidad. Sobre-protección.
Ser positivo, tener fe, tener confianza. -------------Insensibilidad, desconfianza, pesimismo, etc..
Vivir de acuerdo con la manera determinada por Dios va a producir que a través de nosotros se manifieste el fruto del Espíritu Santo que mora en nosotros Jn 3:30. Mat 16:24. 2 Cor 3:18. Gal 5:22-25.
La vida egocéntrica en las relaciones interpersonales.
Cuando establecemos relaciones con otras personas, se puede dar el caso de que la relación se convierta en un campo de batalla en el cual hay dos o más reinos compitiendo por el “reinado” de la relación. Cada uno de esos reinos en competencia son el ego de cada una de las personas involucradas en la relación.
La única manera de mantener relaciones armoniosas con nuestra pareja, nuestras familias y las demás personas, es renunciar a nuestra manera sometiéndonos al Señorío de Cristo en la relación también, como lo hacemos en lo personal (Jn 17:21).
Si juego a ser rey en mi propio reino, no debería esperar que otra persona sea mi súbdito (ella también está jugando a ser rey en su propio reino).
Jn 17:21 Efe 4:1-6. Fil 2:1-5.
Conclusiones.
Dios es Dios y nosotros no lo somos. Solo Él tiene el derecho de establecer normas de conducta, juzgar y demandar de las personas obediencia absoluta; nosotros no.
Hay algo en nosotros que desea ser como Dios, que necesitamos rendirlo delante de Dios (negarnos a nosotros mismos, Mat 16:24, Jn 3:30).
Ejercer la voluntad propia, que es egocentrismo y querer ser como Dios, es la raíz de todos los pecados y nos lleva a alejarnos de Dios y de otros, y nos hace dudar en vez de confiar (Prov 16:25).
Es desgastante tratar de ser Dios en nuestra propia vida y en la vida de otros. No estamos equipado para serlo.
Solo cuando Dios reina sobre nosotros a través del Señorío de Cristo, experimentaremos una vida abundante, plena, creciente en prosperidad en todos los ámbitos de la vida (Prov 4:18, Jer 29:11, 3 Jn 2).
Una de las cosas que nos puede llevar al pecado, además de la violación de los mandamientos de Dios es querer vivir lo bueno de Dios más allá de los límites que Él ha establecido.
Nuestro criterio para definir el bien y el mal no puede estar en nosotros ni en ningún otro ser humano (Prov 16:25), porque podríamos estar equivocados. El único criterio válido y permanente para definir el bien y el mal es lo que Dios dice en Su Palabra, que vive y permanece para siempre (Isa 40:8).
Solo cuando Dios reina sobre nuestras relaciones con otros experimentaremos relaciones que lleven gloria a Su Reino.
Si jugamos a ser Dios en nuestro propio reino, no deberíamos esperar que otras personas sean nuestros súbditos (ellas también están jugando a ser Dios en su propio reino).
No es la voluntad de Dios que vivamos "a mi manera", ni el "libre albedrío".
Dios: Sus leyes son absolutas.
El bien es absolutamente todo lo que Dios, por Su infinita bondad, justicia y amor, ha establecido que es bendición para el ser humano y para la Gloria de Él. Es todo aquello que está orientado a restablecer la imagen de Dios en el hombre deteriorada a raíz del pecado.
El mal es absolutamente todo lo que Dios por Su Sabiduría, Omnipresencia, Justicia, Verdad, etc., rechaza por ser inconsistente con Su justicia perfecta, y por lo tanto contra Sus buenos propósitos en y para el mundo. Es todo aquello que se opone a la restauración de la imagen de Dios en el hombre, y la deteriora.
El hombre egocéntrico, separado de Dios: sus normas son relativas.
El bien es cualquier cosa que egoístamente considere conveniente y beneficiosa para si y para las personas a su alrededor, y que perciban según su propio entendimiento como convenientes para la sociedad que en su mente quisiera construir. Caminos derechos en su propia opinión (Prov 16:25).
El mal es cualquier cosa que al presente rechace por considerar que no son convenientes ni beneficiosas para sí y para las personas a su alrededor, y que perciban según su propio entendimiento como malas para la sociedad que en su mente quisiera construir. Caminos inconvenientes en su propia opinión.
Rom 8:28-29. Deut 30:19-20. Jn 3:30. Rom 8:13. Isa 5:20. Prov 16:25. Mat 11:28-30. (Gal 5:22-23)
El pecado no es solamente lo que Dios determina que lo es; es todo aquello bueno que Dios ha creado, llevado más allá del límite de la Voluntad de Dios.
Cuando cruzamos los límites establecidos por Dios en Su Palabra, lo que realmente estamos haciendo es decidir por nosotros mismos lo que es bueno y malo. Igualmente sucede cuando no hacemos lo bueno que Dios nos indica en Su Palabra.Gen 2:16-17.Gen 3:6-7. Gal 5:13.
Algunos ejemplos de la transgresión de los límites de Dios que se convierten en pecado la tenemos en la siguiente tabla:
Lo bueno de Dios La manera del hombre
Comunicación. Chisme, murmuración, crítica, juicio, acusación, culpar, condenar.
Cuidarnos Ser egoístas.
Generosidad y sobriedad. Despilfarro.
Disfrutar de la vida Libertinaje.
Discreción. No comunicar nada.
Ser cuidadoso. Vivir con temor.
Protección. Mentir para protegernos.
Excelencia (hacerlo hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy) -----Perfeccionismo.
Sexo en el matrimonio. Cualquier tipo de actividad sexual fuera del matrimonio (Inmoralidad
sexual).
Benignidad. Sobre-protección.
Ser positivo, tener fe, tener confianza. -------------Insensibilidad, desconfianza, pesimismo, etc..
Vivir de acuerdo con la manera determinada por Dios va a producir que a través de nosotros se manifieste el fruto del Espíritu Santo que mora en nosotros Jn 3:30. Mat 16:24. 2 Cor 3:18. Gal 5:22-25.
La vida egocéntrica en las relaciones interpersonales.
Cuando establecemos relaciones con otras personas, se puede dar el caso de que la relación se convierta en un campo de batalla en el cual hay dos o más reinos compitiendo por el “reinado” de la relación. Cada uno de esos reinos en competencia son el ego de cada una de las personas involucradas en la relación.
La única manera de mantener relaciones armoniosas con nuestra pareja, nuestras familias y las demás personas, es renunciar a nuestra manera sometiéndonos al Señorío de Cristo en la relación también, como lo hacemos en lo personal (Jn 17:21).
Si juego a ser rey en mi propio reino, no debería esperar que otra persona sea mi súbdito (ella también está jugando a ser rey en su propio reino).
Jn 17:21 Efe 4:1-6. Fil 2:1-5.
Conclusiones.
Dios es Dios y nosotros no lo somos. Solo Él tiene el derecho de establecer normas de conducta, juzgar y demandar de las personas obediencia absoluta; nosotros no.
Hay algo en nosotros que desea ser como Dios, que necesitamos rendirlo delante de Dios (negarnos a nosotros mismos, Mat 16:24, Jn 3:30).
Ejercer la voluntad propia, que es egocentrismo y querer ser como Dios, es la raíz de todos los pecados y nos lleva a alejarnos de Dios y de otros, y nos hace dudar en vez de confiar (Prov 16:25).
Es desgastante tratar de ser Dios en nuestra propia vida y en la vida de otros. No estamos equipado para serlo.
Solo cuando Dios reina sobre nosotros a través del Señorío de Cristo, experimentaremos una vida abundante, plena, creciente en prosperidad en todos los ámbitos de la vida (Prov 4:18, Jer 29:11, 3 Jn 2).
Una de las cosas que nos puede llevar al pecado, además de la violación de los mandamientos de Dios es querer vivir lo bueno de Dios más allá de los límites que Él ha establecido.
Nuestro criterio para definir el bien y el mal no puede estar en nosotros ni en ningún otro ser humano (Prov 16:25), porque podríamos estar equivocados. El único criterio válido y permanente para definir el bien y el mal es lo que Dios dice en Su Palabra, que vive y permanece para siempre (Isa 40:8).
Solo cuando Dios reina sobre nuestras relaciones con otros experimentaremos relaciones que lleven gloria a Su Reino.
Si jugamos a ser Dios en nuestro propio reino, no deberíamos esperar que otras personas sean nuestros súbditos (ellas también están jugando a ser Dios en su propio reino).
No es la voluntad de Dios que vivamos "a mi manera", ni el "libre albedrío".
23
Jun
2022