El trabajo y la colaboraciòn con Dios.
Colaboradores de Dios.
Introducción.
La gran mayoría de las personas, sean creyentes o no, usualmente tienen la idea de que el trabajo es una especie de castigo, que Dios estableció como consecuencia del pecado de Adán y Eva. De hecho hay una canción del mundo, muy conocida, que dice exactamente eso: que Dios hizo el trabajo como castigo. Prov 23:7 nos enseña que de acuerdo como nosotros pensamos en el fondo de nuestro corazón acerca de las cosas y de nosotros mismos, así actuaremos, de tal manera que si pensamos que el trabajo es un castigo, lo vamos a ver como tal, y por lo tanto, va a ser una actividad pesada, aburrida, tediosa, sin mayor sentido, frustrante, etc.
Sin embargo, bíblicamente hablando, el trabajo es todo lo contrario. Es una bendición que Dios creó para extraer lo mejor de nosotros, desarrollarnos, y hacernos parte de lo que El hace en el mundo. Para que el trabajo cumpla con todas esas características, y otras más, necesitamos cambiar nuestra perspectiva acerca de él. Verlo como Dios lo ve, desarrollarlo como Dios esperaría que lo desarrollemos, y entonces lograremos obtener del trabajo todo lo que Dios espera que obtengamos y que constituye la razón de que El lo hubiera instituido para bendecirnos abundantemente.
Versículo clave.
“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.”(Gen 1:31-2:3).
Versículos de apoyo.
Gen 2:15, Col 3:23.24, Efe 4:28.
Desarrollo del tema.
La primera semana de la creación, de la cual Génesis 1 es la descripción, es una semana completa de trabajo. Y el Trabajador es Dios. Durante esa semana El puso en acción toda su capacidad creativa, su productividad y su iniciativa para hacer todo lo que era necesario en los cielos y en la tierra. Al final de esa semana Dios reposó el séptimo día (no el resto de los días), lo que implica que después de ese día iba a seguir trabajando (solo descansó un día). Eso es exactamente lo que nos enseña Jesús:
“Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. (Jn 5:17).
Si el trabajo fuera castigo por el pecado, Dios no hubiera trabajado, ni estaría trabajando hasta ahora por cuanto El nunca ha pecado, ni puede pecar Es más, si el trabajo fuera lisa y llanamente castigo, Dios tampoco trabajaría por cuanto él no tiene nada de que ser o por que ser castigado. En realidad, el trabajo fue instituído por Dios para nosotros los seres humanos, como parte de nuestra creación, en Gen 1:28, mientras que la caída ocurrió en Gen 3:6 lo cual evidencia que el surgimiento del trabajo no tiene que ver con nada parecido al castigo, y mucho menos, por el pecado del ser humano. Por cuanto Dios trabaja, y El es Santo, Justo, Dios de bendición, etc., y todo lo que somos necesariamente se refleja y se transfiere a lo que hacemos:, entonces el trabajo es algo de origen divino, santo, justo y de bendición para nosotros.
“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.” (Prov 23:7).
“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.” (Mat 7:16-18).
Cuando Dios hizo a los seres humanos, Adán y Eva, inmediatamente después de crearlos (Gen 1:28) los habilitó (“los bendijo”) y los envío a trabajar (“fructificad, multiplicaos, llenad la tierra, sojuzgadla y señoread”) en el huerto que El había hecho para ellos, y los dijo que lo labraran y lo cuidarán (Gen 2.15). De tal manera que, a través del trabajo, Dios no solo estaba creando las condiciones necesarias para que ellos expresaran y desarrollaran la imagen de El que El había puesto en ellos, sino que los hizo partícipes de lo que Dios hace en el mundo hasta hoy día: sustentar, cuidar y desarrollar Su Creación, de tal manera que, a través del trabajo Dios nos hace sus colaboradores en Su obra en el mundo hoy:
Uno. La redención del mundo de las consecuencias del pecado: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” (Rom 8:19-21).
Dos. Bendecir a las personas (buenas y malas, creyentes o no creyentes) a través de nosotros: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Gen 12.1-3).
Tres. Desarrollar todo el potencial de lo creado, para que sobreabunde: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Gen 1:27-28).
Cuatro. Administrar toda Su Creación para que no falte: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Ped 4.10).
Conclusión.
El trabajo no es un castigo que Dios haya establecido para los seres humanos. Es más bien, una bendición a través de la cual se desarrolla Su Imagen en nosotros (Gen 1:27-28). El trabajo es la forma que Dios instituyó para que los seres humanos colaboráramos, participáramos con El, en Su Obra administrativa y conservadora de la Creación (Gen 2.15). Aún con la caída, el trabajo, en su esencia, como actividad asignada a los seres humanos y como colaboración con la obra administrativa y conservadora de Dios, no fue modificado. Lo que si se vio afectado fueron las condiciones en las cuales ese trabajo iba a ser realizado (Gen 3:17-19). El trabajo nunca fue maldecido por Dios, lo que fue maldecido, y no por Dios sino como consecuencia de la desobediencia de los seres humanos, fue la tierra.
Con la obra redentora de Cristo, en su primera venida a la tierra, el trabajo se vio enriquecido con una nueva asignación para nosotros, los creyentes: una forma de colaborar con Dios en la obra redentora de toda la creación que fue afectada por las consecuencias del pecado (Rom 8:19-21). De tal manera que el trabajo, en Cristo, recupera su función de ser una fuente de bendición que tenemos para compartir con todas las familias y personas de la tierra a nuestro alrededor (Gen 12.1-3). En consecuencia, el trabajo es una actividad honorable, honrosa, santa, espiritual, estimable a los ojos de Dios, cuando se desarrolla en forma de una actividad lícita, es para la Gloria de Dios, y se hace con amor a Dios y a Su Obra y al prójimo (Mat 22:36-40).
De tal manera que nuestro reto es cambiar nuestra forma de pensar respecto al trabajo, amoldando nuestros pensamientos a lo que la Biblia nos dice al respecto, para que cambie también nuestra forma de vivir el trabajo, y por ende, sus resultados beneficiosos para nuestra vida, y de esa manera podamos experimentar la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Oración final.
Padre amado. Gracias por hacerme a Tu imagen, y como tal, un trabajador a Tu servicio. Señor, ayúdame a renovar mi alma de tal manera que considere el trabajo como Tu lo consideras: la oportunidad de colaborar contigo en tu obra de redención y administración de Tu Creación, como una forma de desarrollar la imagen tuya en mí, y como una fuente de bendición no solo para mi y los míos, sino también para todas las personas a mi alrededor. Permíteme, con Tu Sabiduría y Tu Dirección a través del Espíritu Santo, encontrar formas de lograr mi mejor colaboración a Tu obra en medio de los tiempos y del mundo, a través de mi trabajo cotidiano, y dirígeme a lograr cada día, en todo lo que hago, los mejores resultados, la mejor producción, el mejor servicio, la mejor tarea, de tal manera que en todas esas cosas Tu te veas reflejado y Tu Nombre sea exaltado, al mismo tiempo que soy desarrollado como persona y como un canal de bendición para todos los que están a mi alrededor. En el Nombre de Jesús oro.
Introducción.
La gran mayoría de las personas, sean creyentes o no, usualmente tienen la idea de que el trabajo es una especie de castigo, que Dios estableció como consecuencia del pecado de Adán y Eva. De hecho hay una canción del mundo, muy conocida, que dice exactamente eso: que Dios hizo el trabajo como castigo. Prov 23:7 nos enseña que de acuerdo como nosotros pensamos en el fondo de nuestro corazón acerca de las cosas y de nosotros mismos, así actuaremos, de tal manera que si pensamos que el trabajo es un castigo, lo vamos a ver como tal, y por lo tanto, va a ser una actividad pesada, aburrida, tediosa, sin mayor sentido, frustrante, etc.
Sin embargo, bíblicamente hablando, el trabajo es todo lo contrario. Es una bendición que Dios creó para extraer lo mejor de nosotros, desarrollarnos, y hacernos parte de lo que El hace en el mundo. Para que el trabajo cumpla con todas esas características, y otras más, necesitamos cambiar nuestra perspectiva acerca de él. Verlo como Dios lo ve, desarrollarlo como Dios esperaría que lo desarrollemos, y entonces lograremos obtener del trabajo todo lo que Dios espera que obtengamos y que constituye la razón de que El lo hubiera instituido para bendecirnos abundantemente.
Versículo clave.
“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.”(Gen 1:31-2:3).
Versículos de apoyo.
Gen 2:15, Col 3:23.24, Efe 4:28.
Desarrollo del tema.
La primera semana de la creación, de la cual Génesis 1 es la descripción, es una semana completa de trabajo. Y el Trabajador es Dios. Durante esa semana El puso en acción toda su capacidad creativa, su productividad y su iniciativa para hacer todo lo que era necesario en los cielos y en la tierra. Al final de esa semana Dios reposó el séptimo día (no el resto de los días), lo que implica que después de ese día iba a seguir trabajando (solo descansó un día). Eso es exactamente lo que nos enseña Jesús:
“Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. (Jn 5:17).
Si el trabajo fuera castigo por el pecado, Dios no hubiera trabajado, ni estaría trabajando hasta ahora por cuanto El nunca ha pecado, ni puede pecar Es más, si el trabajo fuera lisa y llanamente castigo, Dios tampoco trabajaría por cuanto él no tiene nada de que ser o por que ser castigado. En realidad, el trabajo fue instituído por Dios para nosotros los seres humanos, como parte de nuestra creación, en Gen 1:28, mientras que la caída ocurrió en Gen 3:6 lo cual evidencia que el surgimiento del trabajo no tiene que ver con nada parecido al castigo, y mucho menos, por el pecado del ser humano. Por cuanto Dios trabaja, y El es Santo, Justo, Dios de bendición, etc., y todo lo que somos necesariamente se refleja y se transfiere a lo que hacemos:, entonces el trabajo es algo de origen divino, santo, justo y de bendición para nosotros.
“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.” (Prov 23:7).
“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.” (Mat 7:16-18).
Cuando Dios hizo a los seres humanos, Adán y Eva, inmediatamente después de crearlos (Gen 1:28) los habilitó (“los bendijo”) y los envío a trabajar (“fructificad, multiplicaos, llenad la tierra, sojuzgadla y señoread”) en el huerto que El había hecho para ellos, y los dijo que lo labraran y lo cuidarán (Gen 2.15). De tal manera que, a través del trabajo, Dios no solo estaba creando las condiciones necesarias para que ellos expresaran y desarrollaran la imagen de El que El había puesto en ellos, sino que los hizo partícipes de lo que Dios hace en el mundo hasta hoy día: sustentar, cuidar y desarrollar Su Creación, de tal manera que, a través del trabajo Dios nos hace sus colaboradores en Su obra en el mundo hoy:
Uno. La redención del mundo de las consecuencias del pecado: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” (Rom 8:19-21).
Dos. Bendecir a las personas (buenas y malas, creyentes o no creyentes) a través de nosotros: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Gen 12.1-3).
Tres. Desarrollar todo el potencial de lo creado, para que sobreabunde: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Gen 1:27-28).
Cuatro. Administrar toda Su Creación para que no falte: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Ped 4.10).
Conclusión.
El trabajo no es un castigo que Dios haya establecido para los seres humanos. Es más bien, una bendición a través de la cual se desarrolla Su Imagen en nosotros (Gen 1:27-28). El trabajo es la forma que Dios instituyó para que los seres humanos colaboráramos, participáramos con El, en Su Obra administrativa y conservadora de la Creación (Gen 2.15). Aún con la caída, el trabajo, en su esencia, como actividad asignada a los seres humanos y como colaboración con la obra administrativa y conservadora de Dios, no fue modificado. Lo que si se vio afectado fueron las condiciones en las cuales ese trabajo iba a ser realizado (Gen 3:17-19). El trabajo nunca fue maldecido por Dios, lo que fue maldecido, y no por Dios sino como consecuencia de la desobediencia de los seres humanos, fue la tierra.
Con la obra redentora de Cristo, en su primera venida a la tierra, el trabajo se vio enriquecido con una nueva asignación para nosotros, los creyentes: una forma de colaborar con Dios en la obra redentora de toda la creación que fue afectada por las consecuencias del pecado (Rom 8:19-21). De tal manera que el trabajo, en Cristo, recupera su función de ser una fuente de bendición que tenemos para compartir con todas las familias y personas de la tierra a nuestro alrededor (Gen 12.1-3). En consecuencia, el trabajo es una actividad honorable, honrosa, santa, espiritual, estimable a los ojos de Dios, cuando se desarrolla en forma de una actividad lícita, es para la Gloria de Dios, y se hace con amor a Dios y a Su Obra y al prójimo (Mat 22:36-40).
De tal manera que nuestro reto es cambiar nuestra forma de pensar respecto al trabajo, amoldando nuestros pensamientos a lo que la Biblia nos dice al respecto, para que cambie también nuestra forma de vivir el trabajo, y por ende, sus resultados beneficiosos para nuestra vida, y de esa manera podamos experimentar la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Oración final.
Padre amado. Gracias por hacerme a Tu imagen, y como tal, un trabajador a Tu servicio. Señor, ayúdame a renovar mi alma de tal manera que considere el trabajo como Tu lo consideras: la oportunidad de colaborar contigo en tu obra de redención y administración de Tu Creación, como una forma de desarrollar la imagen tuya en mí, y como una fuente de bendición no solo para mi y los míos, sino también para todas las personas a mi alrededor. Permíteme, con Tu Sabiduría y Tu Dirección a través del Espíritu Santo, encontrar formas de lograr mi mejor colaboración a Tu obra en medio de los tiempos y del mundo, a través de mi trabajo cotidiano, y dirígeme a lograr cada día, en todo lo que hago, los mejores resultados, la mejor producción, el mejor servicio, la mejor tarea, de tal manera que en todas esas cosas Tu te veas reflejado y Tu Nombre sea exaltado, al mismo tiempo que soy desarrollado como persona y como un canal de bendición para todos los que están a mi alrededor. En el Nombre de Jesús oro.
10
Nov
2008