Sueño de un gerente con Dios.
SUEÑO DE UN GERENTE CON DIOS.
Autor: Luis Castañeda Martínez.
Ediciones “Poder”, 1991.
Siempre había querido soñar con Dios, pero no lo había conseguido en los más de cuarenta años de mi vida. ¿Por qué quería soñar con El? No lo sé con certeza, pero recientemente se había convertido en una necesidad. Algo en mi interior me decía que las cosas no estaban bien con mi vida. Tenía éxito, o al menos lo que muchos definen como tal: posición social, patrimonio y prestigio personal. Con todo, me sentía insatisfecho.
Tal vez era la edad, esa mitad del camino en la que uno se ve obligado a mirar hacia atrás para ver lo que se ha dejado en la senda recorrida. Esa edad en la que, más que nunca, debe uno decidir lo que hará con el resto de su vida.
Ayer fue un día como cualquier otro: salir temprano de casa, pelearse con el tráfico, firmar cheques, revisar la correspondencia, dictar cartas, contestar telefonemas, calmar a clientes irritados, hacer seguimiento de los pendientes, comer con uno de los ejecutivos, revisar más correspondencia, dictar más cartas, hacer más llamadas telefónicas, salir de la oficina al oscurecer, pelearse con el tráfico, hacer un poco de ejercicio, cenar algo ligero y acostarse temprano. Curiosamente, anoche sentí la necesidad de acostarme más temprano que de costumbre, no porque tuviera mucho sueño, sino porque algo me hacía sentir que debería acostarme antes, lo cual hice.
Era un sitio extraño, muy diferente de lo que uno imagina como Cielo. No había nubes ni ángeles tocando el arpa. Más bien eran salones finamente decorados pero sin mobiliario.
Pasaba de un salón a otro sin encontrar a nadie. Finalmente llegué a un salón que tenía una luminosidad que encandilaba. Entré con inseguridad, con sigilo, pues no podía ver por la brillantez de la luz que me hacía entrecerrar los ojos. De pronto escuché una voz que me dijo:
“Pasa hijo, pasa”.
Continué avanzando hasta que me tropecé con algo que parecía un escalón. Abrí más los ojos y descubrí una figura con aspecto humano de la cual emanaba la luz. No pude distinguir las facciones de su rostro porque estaba cubierto con un velo luminoso. Sentí una paz interior que jamás había experimentado. Parecía que mi alma quería escapar de mi cuerpo, pero éste, como lastre, se lo impedía.
“¿Querías soñar conmigo, verdad?.”
Si, desde hace mucho tiempo, pero no había tenido suerte, hasta ahora.
“Y te crees digno de hablar conmigo?”
Pues si y no –dije, titubeando-, y agregué: Digno por ser tu hijo. Eso me da derecho de hablar contigo. Indigno, porque no he sido muy buen hijo que digamos.
“No discutamos eso. ¿Por qué quieres platicar conmigo?”
Tengo muchas inquietudes que me hacen sentir insatisfecho con mi vida. Ya te lo he dicho cuando oro. Sé que he logrado triunfos importantes. Uno, quizás el principal, es haber llegado a ser director general de una gran empresa; sin embargo, creo que mis inquietudes empezaron en ese momento.
“No me extraña. Tu motivación para ser gerente fue el dinero y el prestigio, no el servir a tus empleados, a los clientes y a la sociedad. ¿Verdad?.”
No, no puedo negarlo. Creo que todos queremos llegar a ser gerentes para tener mejores ingresos, más poder y prestigio personal.
“No todos. Los verdaderos líderes hacen de su profesión su vocación. Son sacerdotes cuyo propósito es salvar almas. Su misión es ayudar a sus seguidores a lograr su desarrollo integral, o sea, su superación espiritual, mental, familiar, física y económica.”
Bueno, yo sí ayudo a mí personal.
“No lo suficiente, y no lo harás mientras no lo conviertas en tu ministerio. Ahora sólo lo haces por conveniencia, para tratar de lograr resultados buenos para la empresa y así conseguir mayor encumbramiento personal. El líder de verdad y de excelencia se despoja de sus intereses particulares para servir a su gente y, al servirla, los resultados positivos se dan por añadidura y son permanentes y crecientemente mejores, aunque no siempre son inmediatos.”
La luz parecía disminuir o ya me había acostumbrado; sin embargo, aún no podía distinguir sus facciones. Entonces dije: Pero yo tengo la responsabilidad ante los dueños de la compañía de dar buenos resultados año con año.
“¿Y lo has logrado cada año?”
No, hay años en que la economía nacional y mundial es mala, y eso nos afecta.
“¿Justifica eso que en los años malos trates a tu personal de mala manera y que pisotees su dignidad.”
Es que la gente no entiende las urgencias ni la necesidad de ser más productivos.
“No, eres tú el que no comprende que el ser humano no es una máquina. Por el contrario, fue creado a mi imagen y semejanza. Por tanto, existe una parte de mí en cada uno de ustedes y, al tener mi esencia, pueden aspirar a la perfección. Pero hay que saber generarla en cada persona, mas la coerción no es el camino, y mucho menos el castigo.”
Su voz se iba haciendo más seria. Cada vez me inquietas más. Ahora estoy más confundido que antes. Creo que no fue buena idea querer soñar contigo.
“Te equivocas, soñar conmigo es lo mejor que habrá de ocurrirte en tu vida; además, este sueño habrá de ayudar a aquellos dirigentes a los que se los relates, si es que lo entienden y cambian su estilo de liderazgo. Te diré cual es tu problema. No te amas; por tanto, no amas a tus semejantes, ni a mí.”
Pero si me quiero, por eso trato de progresar.
“Tratas de progresar en lo material para cubrir tu complejo de inferioridad. Crees que no vales nada sin tu título de director, sin tu autoridad, sin tu auto de lujo, sin tu mansión, sin tus viajes al extranjero, sin tu fina ropa, sin tu dispendio. Cuando te des cuenta de que vales por el simple hecho de ser hijo mío y porque he puesto en tu mente y en tu corazón un infinito potencial de superación para que te asemejes a mí, entonces no necesitarás de esos adornos superfluos y estériles, de ese lastre material, para ser un verdadero líder de excelencia.”
Cuando me hablaba así, aumentaba la luminosidad que emanaba de su cuerpo. ¿Es esa la causa de mi insatisfacción?
“Solo parte. Tu falta de ética es también la razón.”
Explícate.
“¿No es falta de ética el no pagar salarios justos a tus empleados teniendo la posibilidad de hacerlo?”
Es que tengo la obligación de maximizar el rendimiento de la inversión que hicieron los propietarios de la empresa. Tú mismo lo expresaste así en una parábola.
“Si, pero nunca dije que había que lograrlo aunque fuese necesario pisotear los derechos de otras personas. El objeto final de una empresa es crear riqueza, pero no sólo para sus dueños y directivos, sino también para todos los empleados y para la sociedad, y el reparto debe ser equitativo: a los propietarios en proporción a su inversión y grado de riesgo; a los directivos en proporción a su talento, responsabilidad y resultados; a los empleados en proporción a su esfuerzo e iniciativa, y a la sociedad en proporción a los recursos que presta a la empresa para que ésta realice su labor. Nadie recibe nada a cambio de nada, pero tampoco nadie se lleva más de lo que merece recibir. Así que, ¿tienes algo que alegar en tu defensa?
Realmente no; entendía mi obligación de manera diferente, pero tú tienes la razón.
“Además, hablas de aumentar el patrimonio de los dueños de la empresa, ¿por qué, entonces, despilfarras su dinero en viajes y comilonas improductivos? ¿por qué, entonces, no le dedicas al negocio el tiempo que requiere? ¿por qué, entonces, tomas decisiones de inversión tan arriesgadas? ¿por qué, entonces, inviertes en actividades que sólo sirven para satisfacer tu ego al tiempo que reducen el patrimonio de los propietarios? ¿Continúo?”
Para ese momento me sentía tan pequeño y mi garganta era un nudo, como el más complejo que pueda hacer un marinero. No, por favor, ya tuve bastante por hoy.
“Dime, ¿no es deshonestidad entregar a tus clientes productos defectuosos o con una vida menor a lo esperado por ellos? ¿No es falta de ética tratar a tus clientes como si les hicieras el favor por venderles tus mercaderías.”
Los costos han subido mucho, lo que nos obliga a utilizar materiales de menor calidad. Si no hiciéramos eso, quebraríamos y muchos padres de familia se quedarían sin empleo.
“No estoy de acuerdo contigo. La empresa quebrará si no mejora la calidad de sus produc5tos porque se quedará sin clientes, ya que siempre habrá un empresario justo que les ofrezca la calidad que buscan a un precio razonable. Te olvidas que los consumidores están dispuestos a pagar más por la buena calidad, especialmente cuando el producto no es de primera necesidad. Tú engañas descaradamente a tus clientes ofreciéndoles beneficios que tu producto no tiene.”
Mis empleados no sabe hacer productos de alta calidad.
“Te equivocas nuevamente. ¿Olvidaste ya que te dije que por haber sido hechos a mi imagen y semejanza, son ustedes seres humanos, herederos de la mayor perfección? Poseen la excelencia en todo su ser; solo deben dejarla brotar para que toque todo lo que hagan y logren la perfección.”
Cada vez me sentía mas acorralado, así que seguía a la defensiva. Se dice fácil. Quisiera verlo en la práctica.
“En tu ceguera no te permites verlo. El líder es el responsable de hacer que la excelencia sea el estandarte de su gente. Pero si tú, para empezar, sólo buscas tu beneficio particular y, supuestamente, el de tus accionistas, tu personal no tiene el estímulo para dar lo mejor de sí. Si los tratas como a máquinas, más bien peor, porque a la maquinaria de la empresa la aceitas una vez por mes y le das mantenimiento general cada seis meses, ¿puedes esperar que te respondan con calidad?”
Debo confesar que nuestros intentos por instalar programas de calidad han fracasado.
“Era de esperarse. Ningún programa de este tipo funcionará mientras no cambies tu actitud, mientras no hagas sentir a tus empleados que son parte de una familia y que su contribución, por humilde que sea, tiene un gran valor a tus ojos y a los ojos de los dueños. Mientras tú no demuestres una alta calidad mental, no puedes esperar que tu gente aplique la propia para tus fines egoístas.”
¿Qué debo entender por calidad mental?
“Es la manifestación externa del amor con que te he dotado. Cuando tienes un alto grado de calidad mental buscas la bondad, la perfección, la paz…la excelencia, en una palabra. Por eso, solamente aquellas personas que poseen alta calidad mental son capaces de transformar el mundo. El líder de excelencia tiene el poder para elevar la calidad mental de sus seguidores y transformar así a su organización, sea ésta una empresa, una ciudad, un país o el mundo entero.”
“Ningún grupo humano tendrá éxito si su líder no posee este elemento de cohesión que es la calidad mental.”
¿Quieres decir que para que exista calidad total es prerrequisito que la organización toda posea calidad mental?.
“Precisamente. Tú y cada uno de los miembros de tu empresa deben tener mucha calidad mental si aspiran a tener una organización excelente.”
No es fácil lograrlo.
“Claro que no, por eso son tan pocas las empresas que pueden considerarse excelentes. Todas las organizaciones tienen un enorme potencial de éxito, tan enorme como sea el potencial de cada uno de sus integrantes. Tu obligación es, primero, elevar tu propia calidad; enseguida, ayudar a tu gente a elevar la suya.”
¿Cómo puedo hacerlo?
”Demuéstrales tu calidad en todo lo que dices y en todo lo que haces. Pronto verás que ellos empezarán también a mostrarla, porque la calidad mental, como sus manifestaciones, es contagiosa. Hazlo y verás que tendrás, en un futuro no muy lejano, una empresa de calidad total, una empresa de excelencia.”
Sus palabras me hicieron sentir más confiado. Pensé que ya se habían terminado las amonestaciones.
“Pero volvamos a tu problema de ética. Dime, ¿es honesto tratar mal a tus proveedores?”
No los trato mal. Tuve que volver a ponerme a la defensiva.
“Por supuesto que sí, ¿debo recordarte las veces que les has demorado el pago de sus facturas a pesar de que tenías el dinero para pagarles a tiempo? Siempre te ensañas con los proveedores que menos recursos tienen, a sabiendas de que los puedes hacer quebrar, con todas las consecuencias que ello implica, como la pérdida del empleo para sus trabajadores. No los ves como socios sino como a tus sirvientes, por eso asumes esa actitud soberbia de “si no te gustas mis condiciones, búscate otros clientes”, conociendo la importancia que tienes como cliente para ellos. Y, dime, ¿es ético hacer maniobras contables para evadir el pago de impuestos privando con ello a la sociedad de la parte justa que le corresponde de la riqueza que tu empresa genera?”
Los funcionarios públicos se roban los impuestos. Son ellos quienes privan a la sociedad de la riqueza que el sector privado produce. Son ellos quienes sacan el dinero del país porque no pueden exhibirlo aquí.
“Reconozco que hay corrupción, no solo aquí sino también en todos los países. Es uno de los males que heredó la humanidad por la desobediencia de Adán y Eva en el Paraíso. Pero te tengo buenas noticias: cada vez hay más líderes de excelencia que están luchando por erradicarla, con la misma pasión con que están tratando de combatir el cáncer y otras enfermedades mortales. Así que únete a ellos no propiciando la corrupción. No vuelvas a pagar “mordidas”, y denuncia cualquier intento de soborno por parte de funcionarios públicos corruptos. Déjame decirte que tú practicas una forma más funesta de corrupción.”
¿De qué me hablas?
“De la manera como contaminas el aire con los gases que generas en tu fábrica, y los mantos acuíferos con los deshechos tóxicos que viertes en las cañerías. ¿Por qué estás esperando a que el gobierno te obligue a instalar filtros y a modernizar tus procesos? ¿Por qué no te han importado las miles de personas que sufren de afecciones pulmonares por culpa de las emisiones de tu fábrica? Son víctimas inocentes de tu codicia. ¿Vale más tus ganancias personales que la vida de esas personas?”.
No tengo disculpas. Merezco cualquier castigo que quieras darme.
“Aún tienes tiempo para enmendar tu camino. Recuerda que solo estás soñando, no rindiendo cuentas. Pero déjame proseguir. ¿No es también falta de ética emplear prácticas desleales con tus competidores?”
¿Qué tratas de decirme?
“No trates de hacerte el inocente.”
Su voz se volvió más seria. Cada palabra que emitía no sólo golpeaba mis oídos sino mi cuerpo entero. Quizás era su manera de hacerme reaccionar positivamente y no a la defensiva.
“Te he dado algunas libertades porque estás soñando. Tú sabes bien a lo que me refiero. ¿Acaso no es desleal y deshonesto contratar a un vendedor de uno de tus competidores para que te dé información confidencial y para que te traiga a sus clientes? ¿Acaso no es desleal y cruel reducir los precios de tu producto casi al nivel del costo para sacar del mercado a aquella empresa pequeña que te estaba dando lata con sus excelentes productos y bajos precios? ¿Quieres más ejemplos?”
No, ya me he avergonzado lo suficiente.
“Y aún no termino. ¿No es también deshonesto e irresponsable permitir que tus hijos hagan lo que les da la gana, como llegar a casa en la madrugada, faltar a clases con frecuencia y emborracharse los fines de semana? Con tal de no molestarte les sueltas el dinero sin saber el uso que le darán. ¿Sabías que uno de ellos ha experimentado con drogas? ¿Sabes quiénes son sus amigos? ¿Les has demostrado tu cariño? ¿Cuándo fue la última vez que los abrazaste? Ni siquiera en sus cumpleaños lo haces. Crees que con llamarles por teléfono para felicitarlos es suficiente. ¿Sabes una cosa? Tus hijos no tienen padre, sólo tienen un proveedor de satisfactores materiales, pero no tienen quién los provea de lo que mas necesitan ahora: amor y dirección paternal.”
Por favor, no sigas, ya quiero despertar.
“Aún no. Todavía hay algunas otras cosas que quiera que examinemos antes de que despiertes, por tu bien. ¿Y tu esposa? Esa pobre y abnegada mujer que tanto te ha aguantado. Es para ti una criada, no tu cónyuge. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste que la querías? Ya ni siquiera la ves como una fuente de placer porque, comparada con otras mujeres, ya perdió su encanto físico. Ya no valoras su hermosura espiritual que tanto te atrajo hace años. No te has visto al espejo cuidadosamente; si lo hicieras te darías cuenta de que tú tampoco eres ningún galán. En muchas ocasiones te he visto con el deseo de conocer a otras mujeres y jugar al conquistador, y más aún, otras veces te he visto no solo con el deseo sino practicando al conquistador.”
Te juro por Dios que voy a cambiar.
“No jures por mi nombre, ni siquiera por ti mismo. Parece que cada vez que alguien jura en mi nombre o por cualquier otra cosa, no tiene la intención de cumplir sus juramentos. Lo hacen solo para embaucar a otros.”
Yo no, estoy siendo sincero.
“Te creo, pero aún hay más. ¿Acaso no es falta de honestidad tratar a tu cuerpo como lo haces? Con frecuencia comes por gula; a veces, con el pretexto de la tensión nerviosa que te produce tu trabajo, fumas como si de ti dependiera la supervivencia de la industria cigarrera; otras veces, con el pretexto de que solo es para facilitar que se concreten negocios y para no dar un testimonio dizque de fanatismo, bebes como si el alcohol fuera tu fuente de vida; andas haciéndola de galán con cuanta mujer se te para enfrente, te desvelas y de muchas maneras das rienda suelta a tus pasiones. Estás mal usando ese cuerpo y esa vida que con tanto amor te di.”
Nunca antes había querido tanto despertar como ahora. Estaba sufriendo un dolor agobiante, un dolor que no puedo describir. Ya te dije que voy a cambiar. Pero, ¿por qué no me hiciste ver todo esto antes?
“¿Qué no te lo he hecho ver? ¿Y cuando tuviste ese infarto leve hace dos años? ¿Y cuando tu esposa casi muere cuando dio a luz a tu segundo hijo? ¿Y cuando te salvaste milagrosamente al destruir tu auto en un choque por ir manejando bajo efectos del alcohol? ¿Y cuando tu primogénito casi se ahogó en el puerto? ¿Y qué cuando has oído a alguno de mis hijos hablando de mis principios, mis valores y mi Palabra? Muchas veces me he comunicado contigo, pero no te has dado cuenta porque has estado muy ensimismado, porque tu ego y tus posesiones materiales no te han permitido ver más allá de ti.”
De acuerdo. Ahora quiero hacerte una pregunta: ¿Qué quieres que haga? ¿Cómo puedo ser un hijo aprobado para ti? ¿Cómo puedo ser un líder de excelencia?.
“Sé tu mismo, pero no ese tú material, sino ese tú espiritual, esa esencia resultante de mi soplo divino. Aumenta tu calidad mental y contagia con ella a todos los que tengan contacto contigo. Conviértete en un fiel testimonio de la aplicación de mis principios y con todos sus seguidores ve en pos de la excelencia. Cuando hagas eso lograrás la paz conmigo y obtendrás mi paz, y estarás en camino hacia la verdadera felicidad, que es el resultado de la realización humana. No busques el éxito material. Podrás tener más riqueza material sin perseguirla si eres un buscador de la excelencia verdadera, que es la excelencia del carácter. La riqueza material ya no tendrá tanto valor para ti porque descubrirás que la riqueza genuina, la auténtica, es la que ya posees en tu corazón y que está esperando que la dejes surgir para abrir otros corazones y generar una reacción en cadena. Se un hombre de verdad, no un gran farsante, no un triunfador efímero. Deja huella a tu paso por el mundo. Que tu familias, sus seguidores, tus amigos, todo el mundo, se sientan orgullosos de ti y, cuando dejes el mundo, te recuerden como a un ser humano de excelencia máxima.”
“Ya es el tiempo que despiertes. Tienes que iniciar tus actividades diarias, pero más que ello, tienes que iniciar ya el camino de tu transformación vital conmigo. El tiempo de la verdad ha llegado. Despierta.”
La luz desapareció de pronto y me ví envuelto en un torbellino que me transportó a un espacio vacío, infinitamente vacío; pero no sentía temor; por el contrario, me invadía una paz indescriptible de la que no quería salir, pero desperté, muy a mi pesar, no solamente de un sueño extraordinario --a pesar de que por ratitos, por lo claro de la confrontación, tuve la sensación de que era una pesadilla– desperté a una nueva vida. Ahora sé que tengo una misión: ser un líder de excelencia para mi familia, para mi empresa y su gente, para mi comunidad, pero, ante todo, para Dios.
Autor: Luis Castañeda Martínez.
Ediciones “Poder”, 1991.
Siempre había querido soñar con Dios, pero no lo había conseguido en los más de cuarenta años de mi vida. ¿Por qué quería soñar con El? No lo sé con certeza, pero recientemente se había convertido en una necesidad. Algo en mi interior me decía que las cosas no estaban bien con mi vida. Tenía éxito, o al menos lo que muchos definen como tal: posición social, patrimonio y prestigio personal. Con todo, me sentía insatisfecho.
Tal vez era la edad, esa mitad del camino en la que uno se ve obligado a mirar hacia atrás para ver lo que se ha dejado en la senda recorrida. Esa edad en la que, más que nunca, debe uno decidir lo que hará con el resto de su vida.
Ayer fue un día como cualquier otro: salir temprano de casa, pelearse con el tráfico, firmar cheques, revisar la correspondencia, dictar cartas, contestar telefonemas, calmar a clientes irritados, hacer seguimiento de los pendientes, comer con uno de los ejecutivos, revisar más correspondencia, dictar más cartas, hacer más llamadas telefónicas, salir de la oficina al oscurecer, pelearse con el tráfico, hacer un poco de ejercicio, cenar algo ligero y acostarse temprano. Curiosamente, anoche sentí la necesidad de acostarme más temprano que de costumbre, no porque tuviera mucho sueño, sino porque algo me hacía sentir que debería acostarme antes, lo cual hice.
Era un sitio extraño, muy diferente de lo que uno imagina como Cielo. No había nubes ni ángeles tocando el arpa. Más bien eran salones finamente decorados pero sin mobiliario.
Pasaba de un salón a otro sin encontrar a nadie. Finalmente llegué a un salón que tenía una luminosidad que encandilaba. Entré con inseguridad, con sigilo, pues no podía ver por la brillantez de la luz que me hacía entrecerrar los ojos. De pronto escuché una voz que me dijo:
“Pasa hijo, pasa”.
Continué avanzando hasta que me tropecé con algo que parecía un escalón. Abrí más los ojos y descubrí una figura con aspecto humano de la cual emanaba la luz. No pude distinguir las facciones de su rostro porque estaba cubierto con un velo luminoso. Sentí una paz interior que jamás había experimentado. Parecía que mi alma quería escapar de mi cuerpo, pero éste, como lastre, se lo impedía.
“¿Querías soñar conmigo, verdad?.”
Si, desde hace mucho tiempo, pero no había tenido suerte, hasta ahora.
“Y te crees digno de hablar conmigo?”
Pues si y no –dije, titubeando-, y agregué: Digno por ser tu hijo. Eso me da derecho de hablar contigo. Indigno, porque no he sido muy buen hijo que digamos.
“No discutamos eso. ¿Por qué quieres platicar conmigo?”
Tengo muchas inquietudes que me hacen sentir insatisfecho con mi vida. Ya te lo he dicho cuando oro. Sé que he logrado triunfos importantes. Uno, quizás el principal, es haber llegado a ser director general de una gran empresa; sin embargo, creo que mis inquietudes empezaron en ese momento.
“No me extraña. Tu motivación para ser gerente fue el dinero y el prestigio, no el servir a tus empleados, a los clientes y a la sociedad. ¿Verdad?.”
No, no puedo negarlo. Creo que todos queremos llegar a ser gerentes para tener mejores ingresos, más poder y prestigio personal.
“No todos. Los verdaderos líderes hacen de su profesión su vocación. Son sacerdotes cuyo propósito es salvar almas. Su misión es ayudar a sus seguidores a lograr su desarrollo integral, o sea, su superación espiritual, mental, familiar, física y económica.”
Bueno, yo sí ayudo a mí personal.
“No lo suficiente, y no lo harás mientras no lo conviertas en tu ministerio. Ahora sólo lo haces por conveniencia, para tratar de lograr resultados buenos para la empresa y así conseguir mayor encumbramiento personal. El líder de verdad y de excelencia se despoja de sus intereses particulares para servir a su gente y, al servirla, los resultados positivos se dan por añadidura y son permanentes y crecientemente mejores, aunque no siempre son inmediatos.”
La luz parecía disminuir o ya me había acostumbrado; sin embargo, aún no podía distinguir sus facciones. Entonces dije: Pero yo tengo la responsabilidad ante los dueños de la compañía de dar buenos resultados año con año.
“¿Y lo has logrado cada año?”
No, hay años en que la economía nacional y mundial es mala, y eso nos afecta.
“¿Justifica eso que en los años malos trates a tu personal de mala manera y que pisotees su dignidad.”
Es que la gente no entiende las urgencias ni la necesidad de ser más productivos.
“No, eres tú el que no comprende que el ser humano no es una máquina. Por el contrario, fue creado a mi imagen y semejanza. Por tanto, existe una parte de mí en cada uno de ustedes y, al tener mi esencia, pueden aspirar a la perfección. Pero hay que saber generarla en cada persona, mas la coerción no es el camino, y mucho menos el castigo.”
Su voz se iba haciendo más seria. Cada vez me inquietas más. Ahora estoy más confundido que antes. Creo que no fue buena idea querer soñar contigo.
“Te equivocas, soñar conmigo es lo mejor que habrá de ocurrirte en tu vida; además, este sueño habrá de ayudar a aquellos dirigentes a los que se los relates, si es que lo entienden y cambian su estilo de liderazgo. Te diré cual es tu problema. No te amas; por tanto, no amas a tus semejantes, ni a mí.”
Pero si me quiero, por eso trato de progresar.
“Tratas de progresar en lo material para cubrir tu complejo de inferioridad. Crees que no vales nada sin tu título de director, sin tu autoridad, sin tu auto de lujo, sin tu mansión, sin tus viajes al extranjero, sin tu fina ropa, sin tu dispendio. Cuando te des cuenta de que vales por el simple hecho de ser hijo mío y porque he puesto en tu mente y en tu corazón un infinito potencial de superación para que te asemejes a mí, entonces no necesitarás de esos adornos superfluos y estériles, de ese lastre material, para ser un verdadero líder de excelencia.”
Cuando me hablaba así, aumentaba la luminosidad que emanaba de su cuerpo. ¿Es esa la causa de mi insatisfacción?
“Solo parte. Tu falta de ética es también la razón.”
Explícate.
“¿No es falta de ética el no pagar salarios justos a tus empleados teniendo la posibilidad de hacerlo?”
Es que tengo la obligación de maximizar el rendimiento de la inversión que hicieron los propietarios de la empresa. Tú mismo lo expresaste así en una parábola.
“Si, pero nunca dije que había que lograrlo aunque fuese necesario pisotear los derechos de otras personas. El objeto final de una empresa es crear riqueza, pero no sólo para sus dueños y directivos, sino también para todos los empleados y para la sociedad, y el reparto debe ser equitativo: a los propietarios en proporción a su inversión y grado de riesgo; a los directivos en proporción a su talento, responsabilidad y resultados; a los empleados en proporción a su esfuerzo e iniciativa, y a la sociedad en proporción a los recursos que presta a la empresa para que ésta realice su labor. Nadie recibe nada a cambio de nada, pero tampoco nadie se lleva más de lo que merece recibir. Así que, ¿tienes algo que alegar en tu defensa?
Realmente no; entendía mi obligación de manera diferente, pero tú tienes la razón.
“Además, hablas de aumentar el patrimonio de los dueños de la empresa, ¿por qué, entonces, despilfarras su dinero en viajes y comilonas improductivos? ¿por qué, entonces, no le dedicas al negocio el tiempo que requiere? ¿por qué, entonces, tomas decisiones de inversión tan arriesgadas? ¿por qué, entonces, inviertes en actividades que sólo sirven para satisfacer tu ego al tiempo que reducen el patrimonio de los propietarios? ¿Continúo?”
Para ese momento me sentía tan pequeño y mi garganta era un nudo, como el más complejo que pueda hacer un marinero. No, por favor, ya tuve bastante por hoy.
“Dime, ¿no es deshonestidad entregar a tus clientes productos defectuosos o con una vida menor a lo esperado por ellos? ¿No es falta de ética tratar a tus clientes como si les hicieras el favor por venderles tus mercaderías.”
Los costos han subido mucho, lo que nos obliga a utilizar materiales de menor calidad. Si no hiciéramos eso, quebraríamos y muchos padres de familia se quedarían sin empleo.
“No estoy de acuerdo contigo. La empresa quebrará si no mejora la calidad de sus produc5tos porque se quedará sin clientes, ya que siempre habrá un empresario justo que les ofrezca la calidad que buscan a un precio razonable. Te olvidas que los consumidores están dispuestos a pagar más por la buena calidad, especialmente cuando el producto no es de primera necesidad. Tú engañas descaradamente a tus clientes ofreciéndoles beneficios que tu producto no tiene.”
Mis empleados no sabe hacer productos de alta calidad.
“Te equivocas nuevamente. ¿Olvidaste ya que te dije que por haber sido hechos a mi imagen y semejanza, son ustedes seres humanos, herederos de la mayor perfección? Poseen la excelencia en todo su ser; solo deben dejarla brotar para que toque todo lo que hagan y logren la perfección.”
Cada vez me sentía mas acorralado, así que seguía a la defensiva. Se dice fácil. Quisiera verlo en la práctica.
“En tu ceguera no te permites verlo. El líder es el responsable de hacer que la excelencia sea el estandarte de su gente. Pero si tú, para empezar, sólo buscas tu beneficio particular y, supuestamente, el de tus accionistas, tu personal no tiene el estímulo para dar lo mejor de sí. Si los tratas como a máquinas, más bien peor, porque a la maquinaria de la empresa la aceitas una vez por mes y le das mantenimiento general cada seis meses, ¿puedes esperar que te respondan con calidad?”
Debo confesar que nuestros intentos por instalar programas de calidad han fracasado.
“Era de esperarse. Ningún programa de este tipo funcionará mientras no cambies tu actitud, mientras no hagas sentir a tus empleados que son parte de una familia y que su contribución, por humilde que sea, tiene un gran valor a tus ojos y a los ojos de los dueños. Mientras tú no demuestres una alta calidad mental, no puedes esperar que tu gente aplique la propia para tus fines egoístas.”
¿Qué debo entender por calidad mental?
“Es la manifestación externa del amor con que te he dotado. Cuando tienes un alto grado de calidad mental buscas la bondad, la perfección, la paz…la excelencia, en una palabra. Por eso, solamente aquellas personas que poseen alta calidad mental son capaces de transformar el mundo. El líder de excelencia tiene el poder para elevar la calidad mental de sus seguidores y transformar así a su organización, sea ésta una empresa, una ciudad, un país o el mundo entero.”
“Ningún grupo humano tendrá éxito si su líder no posee este elemento de cohesión que es la calidad mental.”
¿Quieres decir que para que exista calidad total es prerrequisito que la organización toda posea calidad mental?.
“Precisamente. Tú y cada uno de los miembros de tu empresa deben tener mucha calidad mental si aspiran a tener una organización excelente.”
No es fácil lograrlo.
“Claro que no, por eso son tan pocas las empresas que pueden considerarse excelentes. Todas las organizaciones tienen un enorme potencial de éxito, tan enorme como sea el potencial de cada uno de sus integrantes. Tu obligación es, primero, elevar tu propia calidad; enseguida, ayudar a tu gente a elevar la suya.”
¿Cómo puedo hacerlo?
”Demuéstrales tu calidad en todo lo que dices y en todo lo que haces. Pronto verás que ellos empezarán también a mostrarla, porque la calidad mental, como sus manifestaciones, es contagiosa. Hazlo y verás que tendrás, en un futuro no muy lejano, una empresa de calidad total, una empresa de excelencia.”
Sus palabras me hicieron sentir más confiado. Pensé que ya se habían terminado las amonestaciones.
“Pero volvamos a tu problema de ética. Dime, ¿es honesto tratar mal a tus proveedores?”
No los trato mal. Tuve que volver a ponerme a la defensiva.
“Por supuesto que sí, ¿debo recordarte las veces que les has demorado el pago de sus facturas a pesar de que tenías el dinero para pagarles a tiempo? Siempre te ensañas con los proveedores que menos recursos tienen, a sabiendas de que los puedes hacer quebrar, con todas las consecuencias que ello implica, como la pérdida del empleo para sus trabajadores. No los ves como socios sino como a tus sirvientes, por eso asumes esa actitud soberbia de “si no te gustas mis condiciones, búscate otros clientes”, conociendo la importancia que tienes como cliente para ellos. Y, dime, ¿es ético hacer maniobras contables para evadir el pago de impuestos privando con ello a la sociedad de la parte justa que le corresponde de la riqueza que tu empresa genera?”
Los funcionarios públicos se roban los impuestos. Son ellos quienes privan a la sociedad de la riqueza que el sector privado produce. Son ellos quienes sacan el dinero del país porque no pueden exhibirlo aquí.
“Reconozco que hay corrupción, no solo aquí sino también en todos los países. Es uno de los males que heredó la humanidad por la desobediencia de Adán y Eva en el Paraíso. Pero te tengo buenas noticias: cada vez hay más líderes de excelencia que están luchando por erradicarla, con la misma pasión con que están tratando de combatir el cáncer y otras enfermedades mortales. Así que únete a ellos no propiciando la corrupción. No vuelvas a pagar “mordidas”, y denuncia cualquier intento de soborno por parte de funcionarios públicos corruptos. Déjame decirte que tú practicas una forma más funesta de corrupción.”
¿De qué me hablas?
“De la manera como contaminas el aire con los gases que generas en tu fábrica, y los mantos acuíferos con los deshechos tóxicos que viertes en las cañerías. ¿Por qué estás esperando a que el gobierno te obligue a instalar filtros y a modernizar tus procesos? ¿Por qué no te han importado las miles de personas que sufren de afecciones pulmonares por culpa de las emisiones de tu fábrica? Son víctimas inocentes de tu codicia. ¿Vale más tus ganancias personales que la vida de esas personas?”.
No tengo disculpas. Merezco cualquier castigo que quieras darme.
“Aún tienes tiempo para enmendar tu camino. Recuerda que solo estás soñando, no rindiendo cuentas. Pero déjame proseguir. ¿No es también falta de ética emplear prácticas desleales con tus competidores?”
¿Qué tratas de decirme?
“No trates de hacerte el inocente.”
Su voz se volvió más seria. Cada palabra que emitía no sólo golpeaba mis oídos sino mi cuerpo entero. Quizás era su manera de hacerme reaccionar positivamente y no a la defensiva.
“Te he dado algunas libertades porque estás soñando. Tú sabes bien a lo que me refiero. ¿Acaso no es desleal y deshonesto contratar a un vendedor de uno de tus competidores para que te dé información confidencial y para que te traiga a sus clientes? ¿Acaso no es desleal y cruel reducir los precios de tu producto casi al nivel del costo para sacar del mercado a aquella empresa pequeña que te estaba dando lata con sus excelentes productos y bajos precios? ¿Quieres más ejemplos?”
No, ya me he avergonzado lo suficiente.
“Y aún no termino. ¿No es también deshonesto e irresponsable permitir que tus hijos hagan lo que les da la gana, como llegar a casa en la madrugada, faltar a clases con frecuencia y emborracharse los fines de semana? Con tal de no molestarte les sueltas el dinero sin saber el uso que le darán. ¿Sabías que uno de ellos ha experimentado con drogas? ¿Sabes quiénes son sus amigos? ¿Les has demostrado tu cariño? ¿Cuándo fue la última vez que los abrazaste? Ni siquiera en sus cumpleaños lo haces. Crees que con llamarles por teléfono para felicitarlos es suficiente. ¿Sabes una cosa? Tus hijos no tienen padre, sólo tienen un proveedor de satisfactores materiales, pero no tienen quién los provea de lo que mas necesitan ahora: amor y dirección paternal.”
Por favor, no sigas, ya quiero despertar.
“Aún no. Todavía hay algunas otras cosas que quiera que examinemos antes de que despiertes, por tu bien. ¿Y tu esposa? Esa pobre y abnegada mujer que tanto te ha aguantado. Es para ti una criada, no tu cónyuge. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste que la querías? Ya ni siquiera la ves como una fuente de placer porque, comparada con otras mujeres, ya perdió su encanto físico. Ya no valoras su hermosura espiritual que tanto te atrajo hace años. No te has visto al espejo cuidadosamente; si lo hicieras te darías cuenta de que tú tampoco eres ningún galán. En muchas ocasiones te he visto con el deseo de conocer a otras mujeres y jugar al conquistador, y más aún, otras veces te he visto no solo con el deseo sino practicando al conquistador.”
Te juro por Dios que voy a cambiar.
“No jures por mi nombre, ni siquiera por ti mismo. Parece que cada vez que alguien jura en mi nombre o por cualquier otra cosa, no tiene la intención de cumplir sus juramentos. Lo hacen solo para embaucar a otros.”
Yo no, estoy siendo sincero.
“Te creo, pero aún hay más. ¿Acaso no es falta de honestidad tratar a tu cuerpo como lo haces? Con frecuencia comes por gula; a veces, con el pretexto de la tensión nerviosa que te produce tu trabajo, fumas como si de ti dependiera la supervivencia de la industria cigarrera; otras veces, con el pretexto de que solo es para facilitar que se concreten negocios y para no dar un testimonio dizque de fanatismo, bebes como si el alcohol fuera tu fuente de vida; andas haciéndola de galán con cuanta mujer se te para enfrente, te desvelas y de muchas maneras das rienda suelta a tus pasiones. Estás mal usando ese cuerpo y esa vida que con tanto amor te di.”
Nunca antes había querido tanto despertar como ahora. Estaba sufriendo un dolor agobiante, un dolor que no puedo describir. Ya te dije que voy a cambiar. Pero, ¿por qué no me hiciste ver todo esto antes?
“¿Qué no te lo he hecho ver? ¿Y cuando tuviste ese infarto leve hace dos años? ¿Y cuando tu esposa casi muere cuando dio a luz a tu segundo hijo? ¿Y cuando te salvaste milagrosamente al destruir tu auto en un choque por ir manejando bajo efectos del alcohol? ¿Y cuando tu primogénito casi se ahogó en el puerto? ¿Y qué cuando has oído a alguno de mis hijos hablando de mis principios, mis valores y mi Palabra? Muchas veces me he comunicado contigo, pero no te has dado cuenta porque has estado muy ensimismado, porque tu ego y tus posesiones materiales no te han permitido ver más allá de ti.”
De acuerdo. Ahora quiero hacerte una pregunta: ¿Qué quieres que haga? ¿Cómo puedo ser un hijo aprobado para ti? ¿Cómo puedo ser un líder de excelencia?.
“Sé tu mismo, pero no ese tú material, sino ese tú espiritual, esa esencia resultante de mi soplo divino. Aumenta tu calidad mental y contagia con ella a todos los que tengan contacto contigo. Conviértete en un fiel testimonio de la aplicación de mis principios y con todos sus seguidores ve en pos de la excelencia. Cuando hagas eso lograrás la paz conmigo y obtendrás mi paz, y estarás en camino hacia la verdadera felicidad, que es el resultado de la realización humana. No busques el éxito material. Podrás tener más riqueza material sin perseguirla si eres un buscador de la excelencia verdadera, que es la excelencia del carácter. La riqueza material ya no tendrá tanto valor para ti porque descubrirás que la riqueza genuina, la auténtica, es la que ya posees en tu corazón y que está esperando que la dejes surgir para abrir otros corazones y generar una reacción en cadena. Se un hombre de verdad, no un gran farsante, no un triunfador efímero. Deja huella a tu paso por el mundo. Que tu familias, sus seguidores, tus amigos, todo el mundo, se sientan orgullosos de ti y, cuando dejes el mundo, te recuerden como a un ser humano de excelencia máxima.”
“Ya es el tiempo que despiertes. Tienes que iniciar tus actividades diarias, pero más que ello, tienes que iniciar ya el camino de tu transformación vital conmigo. El tiempo de la verdad ha llegado. Despierta.”
La luz desapareció de pronto y me ví envuelto en un torbellino que me transportó a un espacio vacío, infinitamente vacío; pero no sentía temor; por el contrario, me invadía una paz indescriptible de la que no quería salir, pero desperté, muy a mi pesar, no solamente de un sueño extraordinario --a pesar de que por ratitos, por lo claro de la confrontación, tuve la sensación de que era una pesadilla– desperté a una nueva vida. Ahora sé que tengo una misión: ser un líder de excelencia para mi familia, para mi empresa y su gente, para mi comunidad, pero, ante todo, para Dios.
22
Nov
2008