Estudio Bíblico

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El carácter del discípulo (4): el perdón (2).



EL CARÁCTER DEL DISCÍPULO (4).
(La búsqueda de la excelencia).


EL PERDÓN (2).



Objetivos de la enseñanza.
Reconocer que no podemos amar sin perdonar, que el perdón es la otra cara del amor, y los peligros de no perdonar.
Reconocer la necesidad también de pedir perdón.
Conocer el perdón desde la perspectiva de Dios y sustituir nuestro conceptos equivocados al respecto por los de la Palabra de Dios.
Reconocer los beneficios de vivir en el perdón.
Incorporar el perdón a nuestro estilo de vida.


El peligro de no perdonar (Col 3:13).
Fallar en perdonarnos a nosotros mismos y en perdonar a los demás (cuando nuestros pecados fueron perdonados por la Sangre de Cristo derramada en la Cruz), quiere decir que no creemos en el perdón perfecto de Dios, y ello invalidad nuestro perdón (si no perdonamos, no seremos perdonados, Mat 6:12, Mat 6:14-15).
Cuando no perdonamos, Dios no nos puede perdonar porque la misma Sangre que fue derramada en la Cruz para el perdón de nuestros pecados es la que fue derramada para el perdón del pecado derivado de la ofensa del otro al que nosotros no queremos perdonar, y el cual Dios ya perdonó.
Por lo tanto, si la Sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario no es suficiente para perdonar el pecado del otro contra mí, tampoco es suficiente para perdonar mi pecado contra Dios.
Heb 12:14-15 nos enseña que cuando no perdonamos, la amargura se enraiza en nuestro corazón, evitándonos alcanzar la gracia de Dios y contaminando a otros evitándoles también alcanzar la gracia de Dios. Ello implica varias cosas:
UNO. Al impedirnos alcanzar la gracia de Dios, nos impide alcanzar sus bendiciones, porque la gracia es el canal que Dios utiliza para bendecirnos. Todas sus bendiciones son por gracia (regalos) porque ninguna la merecemos por nosotros mismos. Perdonar a otros elimina la amargura, y al eliminar la amargura eliminamos un obstáculo para que la gracia de Dios nos cubra (Heb 12:14-15). Y la gracia de Dios es el canal a través del cual Dios nos bendice.
DOS. La amargura contamina a otros por medio de nuestras palabras. Al contaminarlos también les estamos impidiendo alcanzar las bendiciones de Dios, constituyéndonos en aliados del enemigo para robarles, matarles y destruírles en su vida espiritual, emocional y hasta física porque la amargura mata.
Perdonamos no para ganar el perdón sino en gratitud a Dios porque El nos perdonó a nosotros. Perdonar a otros confirma que nosotros hemos sido perdonados.


Pedir perdón.
Perdonarnos unos a otros (Col 3:13) requiere de nosotros que aceptemos, tanto el dar como el recibir perdón.
Así como es necesario perdonar, también es necesario que nosotros pidamos perdón a otros cuando les hemos ofendido (Mat 5:23-24).
Cuando alguien a quién le hemos pedido perdón nos perdone, necesitamos aceptar rápidamente su perdón. Dejar de hacerlo es pecado porque indicaría que creemos que nuestra ofensa contra esa persona es de tal magnitud que el poder de Dios es insuficiente para perdonarnos.
Aunque recibir el perdón es importante, nuestro bienestar no depende de que la otra persona nos lo otorgue. Es el resultado de la provisión perfecta de Dios por medio del sacrificio de Cristo.


Preguntas para autoevaluación.
¿Qué cosas hay en su vida que aún no ha perdona y que necesita perdonar?
¿Qué es lo que ha impedido que las perdone?
¿Qué va a hacer al respecto?
¿Qué cosas hay en su vida por las que necesita pedir perdón a otras personas?
¿Qué es lo que ha impedido que pida perdón?
¿Qué va a hacer al respecto?



23 Dic 2008
Referencia: Enseñanza 20.