Estudio Bíblico

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Educación Escolar Cristiana. Futuro.



LA EDUCACIÓN ESCOLAR CRISTIANA (04).



El futuro de la educación cristiana.

La educación y la niñez son ideas gemelas.

Sin embargo, los pensamientos de Jesús acerca de este tema son extrañamente diferentes a los nuestros.
El, continuamente advertía a sus discípulos acerca de la necesidad de volverse como niños si querían entrar al reino de los cielos (Mat 18:3).
En lugar de eso, nosotros los adultos, pensamos que los niños son inmaduros; pequeñas personas dóciles, que nosotros debemos desarrollar hasta ser seres humanos maduros, considerándonos a nosotros mismos como el patrón a seguir en esa formación.
Pensamos de nosotros mismos como si ya hubiéramos llegado, y apuntamos a formar a nuestros estudiantes a nuestra semejanza.
En la medida que podamos prestar atención a las palabras de Jesús en este asunto, es probable que nuestros esfuerzos en la educación de niños sean más bendecidos y por lo tanto más exitosos.
Escuchar sus palabras acerca de los niños es un paso en el entrenamiento docente al cual deberemos prestar mucha más atención.

No hay duda acerca de la importancia de los niños en el esquema de Jesús.
Cuando los discípulos quisieron disuadir a las madres que buscaban la bendición de Jesús sobre sus criaturas, Él se disgustó y ordenó que se permitiera a los niños llegar a El (Luc 18:16-17, Mat 19.13).
Su afirmación de que el reino de los cielos pertenece a ellos fue repetida a menudo (Mat 19.14).
En su sermón acerca del compañerismo en el reino de los cielos, en Mateo 18:1-5, él dijo que deberíamos recibir a cada niño y niña como si fuera Jesús mismo. (Muchos comentaristas sostienen que este pasaje se refiere a jóvenes cristianos, más que a niños literalmente; incluiría a jóvenes cristianos, pero es difícil limitar el pasaje sólo a ellos).
Jesús advirtió severamente a sus discípulos, que acababan de mostrar un ejemplo de encarnizada rivalidad por el primer lugar en el reino, que no fueran causa de tropiezo para los niños (Mat 18.6-10).
El culmina su enseñanza en ese sermón requiriendo que no menosprecien a los pequeños y subrayó este punto hablando del interés que tienen su Padre, los ángeles y él mismo como Buen Pastor, por los niños (Mat 18.10-14).
Según la opinión de Jesús, los niños están claramente dentro de la misma jerarquía que los pobres, los oprimidos, las viudas y los huérfanos, como personas a las cuales debemos dedicar mayor interés.
Ellos son importantes. Esto no significa que los padres cristianos de la actualidad no debemos preocuparnos por nuestros hijos, significa que nuestro interés puede necesitar una revisión a la luz del concepto bíblico.

Tradicionalmente, cuatro agentes (tres formales y uno informal) han cultivado la mente y el corazón de los niños en crecimiento.

El hogar, la iglesia y la escuela han sido los canales formales para la formación de los niños.
Idealmente, para los cristianos, el hogar ha sido el lugar donde los chicos aprendieron a amar; la iglesia, donde aprendieron acerca de la salvación del pecado y la escuela, donde aprendieron acerca del mundo que los rodea.
Han habido épocas –nunca tan poderosas o frecuentes como debieran haber sido – en que las tres ejercieron influencia formativa reforzada y complementaria sobre los niños.
Sin embargo, desde la Ilustración, y especialmente en los últimos treinta años, la influencia de la escuela ha estado cada vez más en desacuerdo con las enseñanzas del hogar y la iglesia.
Actualmente, el hecho de que muchas personas, aun en las iglesias evangélicas parezcan considerar que la educación escolar secular es aceptable para sus hijos, profundiza la influencia de la escuela.
Que esta actitud respalde la idea de la Ilustración de que las cosas ordinarias pueden ser adecuadamente entendidas sin hacer ninguna referencia a Dios, no parece aún constituir un serio problema para la iglesia y sus miembros.
Es de suma urgencia, para la mera preservación de la iglesia, que los padres se preocupen más de la educación integral de sus hijos “en disciplina y amonestación del Señor ” (Efesios 6:4b).

La presión de sus compañeros y el impacto de la cultura, son el cuarto y el agente informal que cultiva la mente y el corazón de los niños.
Ellos siempre han aprendido uno de otro, para bien y para mal.
Sin embargo, actualmente, con la invasión tecnológica del hogar por la televisión y la Internet, y con la exclusión del Evangelio de las escuelas públicas, las presiones culturales y de sus compañeros, han tomado la fuerza de un huracán en la vida de los niños.
El impacto de ello en la vida de los niños y niñas y de los y las jóvenes es tan fuerte en relación con su futuro, que es comparable a la situación desastrosa que dejan tras de sí los fenómenos naturales como huracanes, terremotos, etc.
Lo sorprendente es que los creyentes parecemos no darnos cuenta de la crisis o minimizamos su impacto.
Por lo anterior, la escolaridad cristiana en el hogar o en una escuela cristiana, deja de ser un lujo y se transforma en un bastión irreemplazable para la comunicación de la fe a la próxima generación y para la preservación de la vida humana y social.

Ya sea que las proyecciones que hacen los científicos y expertos respecto a la vida humana en los próximos años y décadas nos inspiren temor o esperanza, las escuelas cristianas deben estar preparadas para servir a las familias en estos tiempos de cambios bruscos.
Reconociendo que la Palabra de Dios es la verdad, y por tanto es segura y digna de confianza, nos reta a preparar a los estudiantes para tiempos que jamás se han visto.
El preparar a los jóvenes para ser sal y luz (Mat 5:13-16) y levadura (Mat 13:33) se hace un reto aún más crucial y crítico (Jer 15.19).
Hemos recibido el llamado a desarrollar las mentes de nuestros jóvenes para que puedan ponerse de pie y hacerse oír en el mercado y dondequiera que se expongan y se desafíen las ideas (1 Ped 3:15).
Hay que prepararles efectivamente para que ofrezcan una oposición razonable a posiciones que desafían lo medular de su fe cristiana.
La educación de las escuelas cristianas se debe enfocar en el proceso de formar jóvenes que no sean absorbidos por el mundo sino en vez de eso efectivamente hagan una diferencia en el mundo (Mat 5:13-16, Mat 13:33, Jer 15.19).
Nuestro reto no está lejos de ser semejante al de Jesús cuando envió a sus discípulos a enfrentar al mundo. El dijo: “Yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.” (Mateo 10:16).
Tenían que ser perspicaces, conociendo al mundo en que entraban y cómo conducirse en él sin que les “comieran vivos.” (2 Cor 2:11).
Era crucial para ellos saber exactamente el qué y el por qué de lo que creían y poder comunicarlo en maneras claras y razonables (1 Ped 3:15).
Necesitamos desarrollar mentes jóvenes que luchen efectivamente la batalla para sostener posiciones morales y éticas mientras los avances tecnológicos nos llevan a lugares tales como la bioética donde se hace necesario oír voces no sólo sanas sino razonadas, por amor de la justicia (Mat 6:33, Prov 31:8-9).
Necesitamos adultos jóvenes que estén arraigados tan fuertemente que no sucumban al atractivo de los ‘placeres ’de este mundo sino sean luz que ahuyente la oscuridad cuando efectivamente compartan el evangelio de Cristo y discipulen a otros para él.



07 Ene 2009