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Trabajo de calidad.



Trabajo de calidad (Gen 2:15, Gen 1:28, Prov 12:24, Col 3:23-25).


Definición.
Dios hizo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (Gen 1:26-27) y la primera imagen que la Biblia nos presenta de Dios es la de un Dios Trabajador y Creador (Gen 1, Gen 2:1-3, Jn 5:17), y que trabaja esforzadamente (seis días y uno de descanso).
El trabajo esforzado o diligente, dedicado, de calidad, es un vehículo que Dios utiliza para traer prosperidad a nuestras vidas, en tanto que el trabajo negligente, no dedicado, mediocre, lo único que atrae es falta de prosperidad (escasez) (Prov 10.4).
Cuando en una comunidad y/o país, las personas trabajan dedicada y diligentemente, la prosperidad no solo llega a ellas, sino a sus familias, sus comunidades y su nación.
El trabajo esforzado está relacionado con la eficiencia (hacer las cosas al menos costo posible), la eficacia (hacer las cosas en el momento en el que hay que hacerlas), la calidad (hacer las cosas lo mejor posible) y, por supuesto, hacerlas inteligentemente (la mejor respuesta posible a las necesidades que hay que atender). Todo ello implica la cantidad y la calidad.
El trabajo esforzado tiene dos componentes muy importantes: la dedicación y la diligencia.
La dedicación es la consagración con toda nuestra energía y capacidades a algo, e implica entrega, dedicación, mantenernos en el camino, enfocados en la meta, hasta alcanzarla, y ello en referencia a nuestra relación con Dios, con las demás personas, con nosotros mismos y con el trabajo. La dedicación (o la falta de ella) en una cosa se manifiesta también en las otras.
La diligencia es hacer hoy lo que tengo que hacer hoy y, si me es posible, de una vez adelantar lo que tengo que hacer mañana. Implica tomar decisiones hoy e iniciar las acciones correspondientes hoy, y mantenerse haciendo aquello que se ha iniciado hasta que esté terminado (Ecle 7:8).


Beneficios del trabajo de calidad.
Seguridad: en un mundo donde priva el mínimo esfuerzo, el máximo esfuerzo siempre va a ser apreciado, recompensado y solicitado. Con ello vamos a mantener nuestro posición en la vida, y más aún, tendremos la seguridad de que la vamos a incrementar (Prov 4:18). Las empresas siempre van a requerir a personas dedicadas, las van a atesorar, y por supuesto, para lograrlo las van a promover, atrayendo de esa manera esas personas la prosperidad a sus vidas y a las de su familia.
Influencia: el trabajo diligente y de buena calidad nos da autoridad moral en nuestros lugares de trabajo, y adicionalmente, nos gana posiciones de autoridad y relevancia desde las que podemos ejercer una influencia positiva sobre otras personas, y ampliar el campo de nuestras relaciones.
Bienestar: el trabajo esforzado y diligente también tiene entre sus frutos, la prosperidad, es decir, un aumento en nuestro estado de bienestar en general (no solamente económico, aunque lo incluye), y por lo tanto, una mejora en nuestra calidad de vida (Prov 10:4).
Felicidad y éxito: en la medida en que nuestro trabajo es de una buena calidad, experimentamos la verdadera felicidad y el éxito que derivan de una actividad bien realizada, de sabernos útiles y productivos, de haber puesto en práctica todo nuestro potencial de habilidades y capacidades, y habernos desarrollado un poco más como personas integrales.


Dos actitudes enemigas del trabajo de calidad.
El trabajo en general, y el trabajo diligente y esforzado en particular, se encuentran en el camino con dos enemigos: la pereza y el deseo de enriquecerse rápidamente.
La pereza implica hacer el mínimo esfuerzo o ninguno, a pesar de estar devengando un beneficio por desarrollar alguna actividad, y por lo tanto, ella tiene para la persona, su familia y la organización en la que labora, la misma naturaleza del sabotaje, y trae como consecuencia para la persona y los que le rodean, la pobreza (Prov 10:4, Prov 19:15, Ecle 10:18).
El otro enemigo del trabajo esforzado es el deseo de enriquecerse rápidamente, que por lo general lleva a la persona a involucrarse en actividades equivocadas, ilegítimas e ilegales, tales como especulación, trampas, soborno, engaño, agiotismo, delitos, etc. (Pro 21:5-6, Pro 28:19).


Desarrollando las condiciones del trabajo de calidad.
El trabajo de calidad, requiere de varios elementos o características que se desarrollan en el día a día, entre los cuales podemos mencionar:
Primero. Diligencia. Consiste en hacer cada día y a cada momento lo que tenemos que hacer, aprovechando todas las oportunidades que se nos presenten para hacer las cosas y lanzarnos a conquistar el mejor resultado posible con los recursos que tenemos. Implica evitar posponer las tareas que podemos hacer hoy (no dejar para mañana lo que se puede hacer hoy) o ser llamarada de tusas (estoy emocionado y entonces la calidad de mi trabajo es óptima, pero debido a las circunstancias, problemas, etc., poco a poco me voy desanimando y bajo la calidad de mi trabajo).
Segundo. Cada día, hacer lo mejor que podamos. No conformarnos con el primer resultado, o los buenos resultados del día anterior, aún cuando sean de buena calidad. Hacer las cosas hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy. Aplicar a lo que tenemos que hacer toda nuestra capacidad (Pro 24:10).
Tercero. Hacer lo mejor que sabemos hacer, y buscar conocer más lo que hacemos. La vida del justo va en aumento cada día (Prov 4:18). Cada día, si hemos desarrollado nuestras tareas y asignaciones, como para Dios (Col 32-24) y además las hemos realizado no rutinariamente, sino pensando en ellas para mejorarlas, hacerlas más eficientes y productivas, etc., al final del mismo habremos desarrollado mejores y quizá hasta nuevas habilidades, destrezas, capacidades y conocimientos acerca de nuestras tareas, que al día siguiente nos deben ayudar a hacer mejor las cosas.
Cuarto. Ser justos en nuestras labores. Al hacer las cosas para los demás, hagámoslas como si las estuviéramos haciendo, en primer lugar, como para Dios (Col 3:22-24) y en segundo lugar, como nos gustaría que los demás las hicieran si nosotros fuéramos los propietarios, administradores o jefes de la organización en la que laboramos (Mat 7:12).
Quinto. Dar más de lo que se espera de nosotros o de aquello que suponemos es el valor equivalente a lo que nos pagan. La prosperidad no llegará a aquellos que no puedan hacer más allá de lo que se les pida o de lo que se les paga. Jesús nos enseñó a ir más allá de ello, a caminar la milla extra (Mat 5:41). Hacer solo lo que tenemos que hacer o lo que consideramos que es lo justo por el salario que tenemos, es obligación, y no nos lleva más allá de la mediocridad o de la mezquindad, pero caminar la milla extra es devoción, pasión, compromiso, entrega, excelencia, etc., y la prosperidad no va a llegar sin que estén presentes esos elementos.
Sexto. Ser creativos. La creatividad es uno de los elementos más importantes para el desarrollo y la transformación porque consiste en una búsqueda de hacer cada día las cosas de una mejor manera, más rápida, más eficiente, y más inteligente, con mejores resultados que implican mayor bienestar.
Séptimo. Usar el trabajo para formar nuestro carácter. La Palabra de Dios nos enseña que para los que amamos a Dios y deseamos parecernos a El, todas las cosas –incluídas las relacionadas con el trabajo— van a obrar a nuestro favor. El trabajo no es solo actividades, rutinas, salario y obligaciones. Es una actividad que nos permite la oportunidad de servir al propósito de Dios para el mundo, a nuestras familias para proveer para sus necesidades, a los clientes para suplir la necesidad de un producto de calidad, y a nuestros compañeros para crear un mejor resultado del trabajo conjunto y un mejor clima de trabajo (Ecle 4:9-12). También nos permite la oportunidad de aprender más, desarrollar mejor nuestras habilidades, poner en práctica nuestra creatividad, etc. Y todo ello es formación del carácter.
Octavo. No trabajar solo por lo que nos pagan. La cantidad y calidad de nuestro trabajo no puede ni debe depender del monto de lo que nos pagan. Deben depender de nuestra habilidad y capacidad crecientes, de nuestra fe en que estamos haciendo las cosas como para Dios y contribuyendo a la realización del plan de Dios para el mundo y para nosotros, de la convicción de que a través de él estamos sirviendo a nuestras familias y al prójimo. Si solo trabajamos según lo que nosotros estimamos que merece el pago que nos dan, no merecemos ni lo que nos pagan, además de que nunca consideraremos suficiente lo que nos paguen. El trabajo mínimo (aunque el salario también sea mínimo) se convierte en un hábito dañino para nuestra prosperidad y mejor calidad de vida.




23 Ene 2009