Humildad.
Humildad (Sal 147:6, Pro 11:2, Sant 4:6, Tit 3:2).
Concepto.
Ausencia de orgullo, actuar con modestia. Es la que nos permite reconocer que Dios es necesario en nuestra vida, que El es el dueño no solo de nuestra vida sino de todo el universo (Mat 11:29-30). Es reconocer que todo lo que somos, tenemos y podemos proviene de Dios (Jn 15:5, 2 Cro 33:12-13).
Pero no basta con un reconocimiento intelectual, sino vivir en consecuencia, llevándonos a darle a Dios en verdad el lugar que realmente le corresponde en nuestra vida y en todo lo que hacemos (Jn 4:23).
Es la característica personal que mejor nos faculta para reflejar el carácter de Cristo en nosotros (Filip 2:8, 1 Cor 15:9, Efe 3:8, Jn 3:30).
No es, como muchos piensan, una expresión de debilidad ni pasividad. Al contrario, es fuerza disciplinada y poder para servir a otros como la manifiesta claramente la vida de Jesús.
Una característica importante de la humildad es que nos permite reconocer nuestros errores y apartarnos de ellos.
Algunas de las consecuencias de la falta de humildad son:
Uno. Perder oportunidades de crecimiento individual, familiar y social porque no reconocemos las áreas que necesitamos y debemos cambiar. Quién se niega a reconocer sus errores jamás los corregirá y por lo tanto lo llevaran a la ruina tarde o temprano (Prov 28:13).
Dos. Perder de vista la realidad de quienes somos y, por lo tanto, tendemos a cometer los mismos errores una y otra vez, y por ende, a cosechar las consecuencias de ellos, que cada vez van empeorando (Prov 26:11, 2 Ped 2:22).
Tercero. Mentimos para auto-justificarnos, y como consecuencia, terminamos creyendo las mentiras que decimos. El mentiroso cae en el mismo hoyo que cavó (Prov 26:27) Cuando asumimos posiciones de defensa creamos las mismas posiciones en las otras personas y aún sin proponérnoslo aumentamos los conflictos con los demás porque lo que sembramos, cosechamos (Gal 6:7); con la misma vara que medimos, seremos medidos, solo que con un agregado (Luc 6:38)
Cuarta. La irritación y la envidia que son el fruto de la vanidad (Gal 5:26). El amor, que nos lleva a la humildad, es paciente, bondadoso, no es envidioso, ni jactancioso, ni orgulloso (1 Cor 13:4).
Productos y beneficios de la humildad.
Uno. No exaltarnos a nosotros mismos. Si Dios quiere que seamos exaltados, El lo hará en su tiempo (Col 3:12, Sant 4:10, Miq 6:8, Efe 4:2, 1 Ped 5:5-6).
Dos. Considerar a los demás como superiores a nosotros mismos, velar por sus intereses de la misma forma que velamos por los nuestros (ganar-ganar) (Filip 2.3-4).
Tres. No permite que nos vanagloriemos ni nos “creamos” por lo que sabemos (Rom 12:16) y como consecuencia, Dios nos da más de Si mismo. No tener un concepto más alto de nosotros mismos que el que debemos tener (recordémonos de donde nos sacó el Señor, (Rom 12:3).
Cuatro. Dios reanima el espíritu de los humildes y alienta el corazón de los quebrantados. El habita con ellos (Isa 57:15).
Cinco. El que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado (Prov 29:23, Sant 4:6, Luc 1:49-52, Isa 2.11, Luc 18:14).
Seis. Produce que el mayor se comportará como si fuera el menor y el que manda como el que sirve (Luc 22:26-27, Mar 10:42-45), evitando los abusos de unos hacia otros y por lo tanto, produciendo armonía y simetría en las relaciones interpersonales.
Siete. Desarrollo personal porque aprovechamos las oportunidades de crecimiento individual, familiar y social reconociendo las áreas en las que necesitamos superarnos.
Ocho. Ganamos en percepción de quienes somos realmente, evitamos cometer los mismos errores una y otra vez, y por lo tanto evitamos sus consecuencias.
Formas de crecer en humildad.
Admitir cuando estamos equivocados, y si es necesario, expresarlo públicamente y pedir perdón por ellos a quienes se vieron afectados. Con ello ganaremos confianza en los demás porque sabrán que al igual que ellos, somos susceptibles de equivocarnos y que cuando estemos equivocados lo vamos a admitir
Evitar la exaltación del yo, y con ello, evitamos el camino de la humillación y la vergüenza que se produce cuando otros descubren nuestras faltas y las sacan a relucir.
Nunca esconder nuestras equivocaciones con excusas, justificaciones y mentiras.
Desarrollar la actitud de valorar a los demás y servirles.
Concepto.
Ausencia de orgullo, actuar con modestia. Es la que nos permite reconocer que Dios es necesario en nuestra vida, que El es el dueño no solo de nuestra vida sino de todo el universo (Mat 11:29-30). Es reconocer que todo lo que somos, tenemos y podemos proviene de Dios (Jn 15:5, 2 Cro 33:12-13).
Pero no basta con un reconocimiento intelectual, sino vivir en consecuencia, llevándonos a darle a Dios en verdad el lugar que realmente le corresponde en nuestra vida y en todo lo que hacemos (Jn 4:23).
Es la característica personal que mejor nos faculta para reflejar el carácter de Cristo en nosotros (Filip 2:8, 1 Cor 15:9, Efe 3:8, Jn 3:30).
No es, como muchos piensan, una expresión de debilidad ni pasividad. Al contrario, es fuerza disciplinada y poder para servir a otros como la manifiesta claramente la vida de Jesús.
Una característica importante de la humildad es que nos permite reconocer nuestros errores y apartarnos de ellos.
Algunas de las consecuencias de la falta de humildad son:
Uno. Perder oportunidades de crecimiento individual, familiar y social porque no reconocemos las áreas que necesitamos y debemos cambiar. Quién se niega a reconocer sus errores jamás los corregirá y por lo tanto lo llevaran a la ruina tarde o temprano (Prov 28:13).
Dos. Perder de vista la realidad de quienes somos y, por lo tanto, tendemos a cometer los mismos errores una y otra vez, y por ende, a cosechar las consecuencias de ellos, que cada vez van empeorando (Prov 26:11, 2 Ped 2:22).
Tercero. Mentimos para auto-justificarnos, y como consecuencia, terminamos creyendo las mentiras que decimos. El mentiroso cae en el mismo hoyo que cavó (Prov 26:27) Cuando asumimos posiciones de defensa creamos las mismas posiciones en las otras personas y aún sin proponérnoslo aumentamos los conflictos con los demás porque lo que sembramos, cosechamos (Gal 6:7); con la misma vara que medimos, seremos medidos, solo que con un agregado (Luc 6:38)
Cuarta. La irritación y la envidia que son el fruto de la vanidad (Gal 5:26). El amor, que nos lleva a la humildad, es paciente, bondadoso, no es envidioso, ni jactancioso, ni orgulloso (1 Cor 13:4).
Productos y beneficios de la humildad.
Uno. No exaltarnos a nosotros mismos. Si Dios quiere que seamos exaltados, El lo hará en su tiempo (Col 3:12, Sant 4:10, Miq 6:8, Efe 4:2, 1 Ped 5:5-6).
Dos. Considerar a los demás como superiores a nosotros mismos, velar por sus intereses de la misma forma que velamos por los nuestros (ganar-ganar) (Filip 2.3-4).
Tres. No permite que nos vanagloriemos ni nos “creamos” por lo que sabemos (Rom 12:16) y como consecuencia, Dios nos da más de Si mismo. No tener un concepto más alto de nosotros mismos que el que debemos tener (recordémonos de donde nos sacó el Señor, (Rom 12:3).
Cuatro. Dios reanima el espíritu de los humildes y alienta el corazón de los quebrantados. El habita con ellos (Isa 57:15).
Cinco. El que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado (Prov 29:23, Sant 4:6, Luc 1:49-52, Isa 2.11, Luc 18:14).
Seis. Produce que el mayor se comportará como si fuera el menor y el que manda como el que sirve (Luc 22:26-27, Mar 10:42-45), evitando los abusos de unos hacia otros y por lo tanto, produciendo armonía y simetría en las relaciones interpersonales.
Siete. Desarrollo personal porque aprovechamos las oportunidades de crecimiento individual, familiar y social reconociendo las áreas en las que necesitamos superarnos.
Ocho. Ganamos en percepción de quienes somos realmente, evitamos cometer los mismos errores una y otra vez, y por lo tanto evitamos sus consecuencias.
Formas de crecer en humildad.
Admitir cuando estamos equivocados, y si es necesario, expresarlo públicamente y pedir perdón por ellos a quienes se vieron afectados. Con ello ganaremos confianza en los demás porque sabrán que al igual que ellos, somos susceptibles de equivocarnos y que cuando estemos equivocados lo vamos a admitir
Evitar la exaltación del yo, y con ello, evitamos el camino de la humillación y la vergüenza que se produce cuando otros descubren nuestras faltas y las sacan a relucir.
Nunca esconder nuestras equivocaciones con excusas, justificaciones y mentiras.
Desarrollar la actitud de valorar a los demás y servirles.
23
Ene
2009