Postulados políticos.
Postulados Políticos
Los ciudadanos han de poder elegir libremente a sus gobernantes (Deut 17:14-20), y tener una forma de gobierno que les permita exigirles cuentas y controlar sus excesos. La forma de gobierno más conveniente es la que protege los valores y los intereses de los ciudadanos, quienes tienen derecho a modificarla cuando ya no les garantiza su seguridad, su libertad, sus propiedades y sus posibilidades de mejoramiento (Rom 13:1-7, Hch 4:19, 5:29).
Las naciones deben aspirar a un sistema de gobierno constitucional, representativo y con igualdad de todos ante la ley, que permita la existencia y consolidación de un estado libre, independiente y próspero (Jos 1:8, Sal 33:12, 3 Jn 2, Deut 28:1-14).
El gobierno es el responsable de la consolidación del régimen de legalidad y del de la legitimidad de un Estado de Derecho (Rom 13.1-4).
Las leyes positivas, de la misma manera que la ley de Dios, han de tener como propósito proveer los medios idóneos para la armoniosa convivencia social y que su promulgación, observancia y cumplimiento deben ser obligatorios sin acepción de personas y no deben negar, contradecir o violar los mandamientos, estatutos y preceptos establecidos por Dios (Neh 9:13, Isa 10.1).
Sostenemos que el poder solo es legítimo a partir del consentimiento de los gobernados y en los términos de las leyes que los ciudadanos le hayan dado, y los gobernantes deben ejercitarlo en una forma justa, transparente y honesta (Deut 17.14-20, Rom 13:1-4).
El quehacer político es derecho y responsabilidad ciudadana, incluídos por supuesto, los creyentes en el Señor Jesucristo (Prov 29:2, Prov 11:10-11). La competencia entre partidos políticos debe ser por medios pacíficos, legales y transparentes. El municipio es básico e insustituible en el desarrollo económico y social de la nación. Por lo tanto, el gobierno debe respetar su autonomía e impulsar su crecimiento integral con políticas encaminadas a la descentralización y desconcentración de bienes, recursos y servicios de sus habitantes (Exo 18:13-26).
Para mantener la justicia, la eficacia y la eficiencia del sistema de gobierno es importante y debe ser funcional y operativa la independencia y contrapesos entre los poderes del Estado (Prov 11:14, Prov 15:22, Prov 24:6).
En el sistema democrático, la premisa básica es que la soberanía reside en el pueblo (Deut 17.14); por lo tanto, el gobierno debe ser mantenido tan cerca del pueblo como sea posible (Exo 18.13-26). Una buena forma de democracia es la constitucional, ya que en ella la ley es suprema y protege los derechos de todos por igual. Tanto el pueblo como los gobernantes han de estar sujetos a la ley; esto es esencial para un verdadero Estado de Derecho (Num 15:15-16, Num 15:29, Deut 10.17, Deut 16:19). Los ciudadanos no deben ser solamente protegidos contra acciones dañinas por parte de otros ciudadanos sino también contra los abusos de su propio gobierno. Donde la ley es suprema y no los gobernantes, el pueblo se verá eficazmente protegido de cualquier tiranía. Un gobierno respetuoso de la libertad será un gobierno de leyes, no de gobernantes. Esta libertad se debe aplicar a todas las personas por igual, sin distingo de posición social o política; etnia, religión o creencias.
Todo gobierno se origina internamente en el corazón del hombre (Sal 111:10, Prov 1:7, Prov 9.10, Rom 2.14-15, Rom 1:21-32), según su habilidad de gobernarse de acuerdo a su conciencia. Conforme las personas de una nación se vuelven menos auto gobernadas, el gobierno crecerá y crecerá, elaborando más y más leyes -muchas fuera del ámbito de su jurisdicción- y gastando más y más dinero. La carencia de auto gobierno conduce a un mayor gobierno externo centralizado, lo que resulta en pérdida de la libertad y responsabilidad individual.
Los ciudadanos han de poder elegir libremente a sus gobernantes (Deut 17:14-20), y tener una forma de gobierno que les permita exigirles cuentas y controlar sus excesos. La forma de gobierno más conveniente es la que protege los valores y los intereses de los ciudadanos, quienes tienen derecho a modificarla cuando ya no les garantiza su seguridad, su libertad, sus propiedades y sus posibilidades de mejoramiento (Rom 13:1-7, Hch 4:19, 5:29).
Las naciones deben aspirar a un sistema de gobierno constitucional, representativo y con igualdad de todos ante la ley, que permita la existencia y consolidación de un estado libre, independiente y próspero (Jos 1:8, Sal 33:12, 3 Jn 2, Deut 28:1-14).
El gobierno es el responsable de la consolidación del régimen de legalidad y del de la legitimidad de un Estado de Derecho (Rom 13.1-4).
Las leyes positivas, de la misma manera que la ley de Dios, han de tener como propósito proveer los medios idóneos para la armoniosa convivencia social y que su promulgación, observancia y cumplimiento deben ser obligatorios sin acepción de personas y no deben negar, contradecir o violar los mandamientos, estatutos y preceptos establecidos por Dios (Neh 9:13, Isa 10.1).
Sostenemos que el poder solo es legítimo a partir del consentimiento de los gobernados y en los términos de las leyes que los ciudadanos le hayan dado, y los gobernantes deben ejercitarlo en una forma justa, transparente y honesta (Deut 17.14-20, Rom 13:1-4).
El quehacer político es derecho y responsabilidad ciudadana, incluídos por supuesto, los creyentes en el Señor Jesucristo (Prov 29:2, Prov 11:10-11). La competencia entre partidos políticos debe ser por medios pacíficos, legales y transparentes. El municipio es básico e insustituible en el desarrollo económico y social de la nación. Por lo tanto, el gobierno debe respetar su autonomía e impulsar su crecimiento integral con políticas encaminadas a la descentralización y desconcentración de bienes, recursos y servicios de sus habitantes (Exo 18:13-26).
Para mantener la justicia, la eficacia y la eficiencia del sistema de gobierno es importante y debe ser funcional y operativa la independencia y contrapesos entre los poderes del Estado (Prov 11:14, Prov 15:22, Prov 24:6).
En el sistema democrático, la premisa básica es que la soberanía reside en el pueblo (Deut 17.14); por lo tanto, el gobierno debe ser mantenido tan cerca del pueblo como sea posible (Exo 18.13-26). Una buena forma de democracia es la constitucional, ya que en ella la ley es suprema y protege los derechos de todos por igual. Tanto el pueblo como los gobernantes han de estar sujetos a la ley; esto es esencial para un verdadero Estado de Derecho (Num 15:15-16, Num 15:29, Deut 10.17, Deut 16:19). Los ciudadanos no deben ser solamente protegidos contra acciones dañinas por parte de otros ciudadanos sino también contra los abusos de su propio gobierno. Donde la ley es suprema y no los gobernantes, el pueblo se verá eficazmente protegido de cualquier tiranía. Un gobierno respetuoso de la libertad será un gobierno de leyes, no de gobernantes. Esta libertad se debe aplicar a todas las personas por igual, sin distingo de posición social o política; etnia, religión o creencias.
Todo gobierno se origina internamente en el corazón del hombre (Sal 111:10, Prov 1:7, Prov 9.10, Rom 2.14-15, Rom 1:21-32), según su habilidad de gobernarse de acuerdo a su conciencia. Conforme las personas de una nación se vuelven menos auto gobernadas, el gobierno crecerá y crecerá, elaborando más y más leyes -muchas fuera del ámbito de su jurisdicción- y gastando más y más dinero. La carencia de auto gobierno conduce a un mayor gobierno externo centralizado, lo que resulta en pérdida de la libertad y responsabilidad individual.
10
Mar
2009