La doctrina de la imagen de Dios.
LA COSMOVISIÓN CRISTIANA BIBLICA (14).
LA DOCTRINA DE LA IMAGEN DE DIOS (GEN 1:26-27).
La imagen de Dios en el ser humano se puede entender de dos formas: estática y dinámica.
En forma estática, como una serie de cualidades que compartimos con Dios, referidas al carácter.
Esta es la forma tradicional de la consideración de la imagen de Dios en el ser humano en el ámbito cristiano (aunque actualmente muy poco mencionada, porque implica el tema de la santidad, 1 Ped 1:13-16).
Implica el tema del fruto del Espíritu (Gal 5:22.23).
Sin embargo, el carácter no es algo estático.
Por una parte es algo que se va perfeccionando de día en día (Rom 8.28-29, Fil 1:6) y además algo que se manifiesta hacia el exterior en nuestras relaciones y actividades cotidianas.
En forma dinámica, entonces, es la consideración del carácter, no solo por sus frutos, sino en las relaciones y actividades que son características del ser humano, y que son también una manifestación de lo interno de su ser (Prov 23:7).
Desde este punto de vista dinámico, tenemos que buscar la imagen de Dios en varias cosas:
El carácter: las cualidades que Dios le dio al ser humano.
El fruto: los resultados de esas cualidades que se manifiestan hacia el exterior.
Las relaciones con otras personas (lo comunitario).
La actividad y misión que Dios le ordenó realizar (Gen 2:15).
La intención del Creador para con su criatura está en el carácter, las relaciones y el trabajo, en todo lo que una persona es capaz de realizar (Gen 1:27-28).
En relación con la actividad y misión, Dios puso al hombre en el jardín para que lo cultivara (Gen 2:15, Gen 1:28).
De ello deriva la cultura: es el resultado del cultivo o el desarrollo de todo lo que el ser humano toca.
El ser humano interactúa con el mundo y lo cambia, lo transforma, lo cultiva, y así aparece la cultura.
Toda ocupación humana participa de alguna manera en este cultivar.
También Dios puso al hombre en el jardín para que lo guardara, preservara, cuidara.
El cultivar, para que sea conforme a la imagen de Dios, no debe poner en peligro la integridad de la creación.
Cuando Dios le dice al ser humano que sojuzgue y señoree sobre la tierra, no es un permiso para que la explote y oprima destruyendo el ecosistema.
De tal manera que la imagen de Dios sólo se hace presente en aquellas actividades culturales que desarrollen el potencial de la creación en una forma que resalte su belleza y vitalidad.
Todo lo anterior implica que las acciones de cultivar y guardar necesitan la normativa ética que viene de Dios mediante su revelación natural y especial.
Como criatura de Dios, el ser humano no es autónomo, no es ley para sí mismo, sino que debe ejercer su mandato cultural bajo la dirección de Dios (Gen 2.16-17, 1 Ped 4.10-11).
El papel del ser humano es uno de mayordomo bajo Dios, no de tirano absoluto (Mat 25:14-30, Luc 12:41-48).
Finalmente, la imagen de Dios en el ser humano, también es una imagen comunitaria.
Por sí solos, ni en pareja, Adán y Eva hubieran podido cumplir con el mandato de cultivar y guardar, sojuzgando y señoreando sobre la tierra. Para lograrlo se requería que se multiplicaran.
La primera parte de la bendición (Gen 1:28) que Dios les imparte a la primera pareja humana es ser fecundos, multiplicarse y llenar la tierra.
Las palabras que confieren la bendición (como con todas las palabras que Dios pronuncia en Gen 1), son capaces de crear lo que piden.
De ello surge la formación de comunidades, sociedades y naciones (como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno y tres).
De ello deviene que para la existencia de la cultura debe existir la comunidad, o lo que es lo mismo, la cultura es una bendición, una tarea y un producto comunitarios.
Conclusiones.
La imagen de Dios no es un producto individualista ni estático.
Ocurre en la tarea de la comunidad humana.
La imagen de Dios se deja ver en el producto de un trabajo mancomunado.
La imagen de Dios también se expresa en el carácter de la actividad cultural: no solo la acción de cultivar y guardar (Gen 2:15) sino la forma en que llevamos a cabo esa misión y sus resultados.
Los seres humanos nos agrupamos formando familias, comunidades, tradiciones y culturas, y es en ellas donde debemos esperar que la imagen de Dios se vea.
Nuestra misión como seres humanos y como hijos e hijas de Dios es que nuestra sociedad sea la representación de la imagen de Dios (Mat 28.18-20).
La imagen de Dios debe, por tanto, reflejarse en la educación, la investigación científica, el matrimonio, la familia, el arte, la industria, la política, el gobierno, etc. (Hch 3:21, Efe 1:9-10, Col 1.20).
Debemos cultivar este mundo y al hacerlo debemos imprimirle la imagen que nos fue dada.
Esta tarea es una tarea dada por Dios desde la creación misma del ser humano en el Edén y nunca, ni en la caída, ni en el diluvio, ni en ningún otro momento de la historia humana, fué abolida.
BIBLIOGRAFÍA.
“La Fe Cristiana frente a los desafíos contemporáneos”.
John R. W. Stott.
Libros Desafío. CRC Publications. Primera reimpresión, 1999.
“Caminar con los Pobres”.
Bryant L. Myers.
Ediciones Kairos, 2002.
LA DOCTRINA DE LA IMAGEN DE DIOS (GEN 1:26-27).
La imagen de Dios en el ser humano se puede entender de dos formas: estática y dinámica.
En forma estática, como una serie de cualidades que compartimos con Dios, referidas al carácter.
Esta es la forma tradicional de la consideración de la imagen de Dios en el ser humano en el ámbito cristiano (aunque actualmente muy poco mencionada, porque implica el tema de la santidad, 1 Ped 1:13-16).
Implica el tema del fruto del Espíritu (Gal 5:22.23).
Sin embargo, el carácter no es algo estático.
Por una parte es algo que se va perfeccionando de día en día (Rom 8.28-29, Fil 1:6) y además algo que se manifiesta hacia el exterior en nuestras relaciones y actividades cotidianas.
En forma dinámica, entonces, es la consideración del carácter, no solo por sus frutos, sino en las relaciones y actividades que son características del ser humano, y que son también una manifestación de lo interno de su ser (Prov 23:7).
Desde este punto de vista dinámico, tenemos que buscar la imagen de Dios en varias cosas:
El carácter: las cualidades que Dios le dio al ser humano.
El fruto: los resultados de esas cualidades que se manifiestan hacia el exterior.
Las relaciones con otras personas (lo comunitario).
La actividad y misión que Dios le ordenó realizar (Gen 2:15).
La intención del Creador para con su criatura está en el carácter, las relaciones y el trabajo, en todo lo que una persona es capaz de realizar (Gen 1:27-28).
En relación con la actividad y misión, Dios puso al hombre en el jardín para que lo cultivara (Gen 2:15, Gen 1:28).
De ello deriva la cultura: es el resultado del cultivo o el desarrollo de todo lo que el ser humano toca.
El ser humano interactúa con el mundo y lo cambia, lo transforma, lo cultiva, y así aparece la cultura.
Toda ocupación humana participa de alguna manera en este cultivar.
También Dios puso al hombre en el jardín para que lo guardara, preservara, cuidara.
El cultivar, para que sea conforme a la imagen de Dios, no debe poner en peligro la integridad de la creación.
Cuando Dios le dice al ser humano que sojuzgue y señoree sobre la tierra, no es un permiso para que la explote y oprima destruyendo el ecosistema.
De tal manera que la imagen de Dios sólo se hace presente en aquellas actividades culturales que desarrollen el potencial de la creación en una forma que resalte su belleza y vitalidad.
Todo lo anterior implica que las acciones de cultivar y guardar necesitan la normativa ética que viene de Dios mediante su revelación natural y especial.
Como criatura de Dios, el ser humano no es autónomo, no es ley para sí mismo, sino que debe ejercer su mandato cultural bajo la dirección de Dios (Gen 2.16-17, 1 Ped 4.10-11).
El papel del ser humano es uno de mayordomo bajo Dios, no de tirano absoluto (Mat 25:14-30, Luc 12:41-48).
Finalmente, la imagen de Dios en el ser humano, también es una imagen comunitaria.
Por sí solos, ni en pareja, Adán y Eva hubieran podido cumplir con el mandato de cultivar y guardar, sojuzgando y señoreando sobre la tierra. Para lograrlo se requería que se multiplicaran.
La primera parte de la bendición (Gen 1:28) que Dios les imparte a la primera pareja humana es ser fecundos, multiplicarse y llenar la tierra.
Las palabras que confieren la bendición (como con todas las palabras que Dios pronuncia en Gen 1), son capaces de crear lo que piden.
De ello surge la formación de comunidades, sociedades y naciones (como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno y tres).
De ello deviene que para la existencia de la cultura debe existir la comunidad, o lo que es lo mismo, la cultura es una bendición, una tarea y un producto comunitarios.
Conclusiones.
La imagen de Dios no es un producto individualista ni estático.
Ocurre en la tarea de la comunidad humana.
La imagen de Dios se deja ver en el producto de un trabajo mancomunado.
La imagen de Dios también se expresa en el carácter de la actividad cultural: no solo la acción de cultivar y guardar (Gen 2:15) sino la forma en que llevamos a cabo esa misión y sus resultados.
Los seres humanos nos agrupamos formando familias, comunidades, tradiciones y culturas, y es en ellas donde debemos esperar que la imagen de Dios se vea.
Nuestra misión como seres humanos y como hijos e hijas de Dios es que nuestra sociedad sea la representación de la imagen de Dios (Mat 28.18-20).
La imagen de Dios debe, por tanto, reflejarse en la educación, la investigación científica, el matrimonio, la familia, el arte, la industria, la política, el gobierno, etc. (Hch 3:21, Efe 1:9-10, Col 1.20).
Debemos cultivar este mundo y al hacerlo debemos imprimirle la imagen que nos fue dada.
Esta tarea es una tarea dada por Dios desde la creación misma del ser humano en el Edén y nunca, ni en la caída, ni en el diluvio, ni en ningún otro momento de la historia humana, fué abolida.
BIBLIOGRAFÍA.
“La Fe Cristiana frente a los desafíos contemporáneos”.
John R. W. Stott.
Libros Desafío. CRC Publications. Primera reimpresión, 1999.
“Caminar con los Pobres”.
Bryant L. Myers.
Ediciones Kairos, 2002.
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Abr
2009