La resurrección de los muertos.
ENSEÑANZA No. 42.
LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS.
Objetivos de la enseñanza.
Mejorar nuestro entendimiento acerca del significado de la resurrección de Cristo como el fundamento de nuestra fe.
Mejorar nuestro entendimiento acerca de la resurrección de los muertos como el antecedente para nuestra propia resurrección.
La resurrección de todos los seres humanos.
No sólo es verdad que Jesús resucitó, sino que un día también resucitarán todos los hombres (Mat 22:31–32, Jn 11:25, 6:39-40, 44, 54, 1 Cor 15:21-22, 1 Tes 4:14, 1 Ped 1:3).
Esto no quiere decir que todos los que serán resucitados lo serán para bendición. Jesús habla de la “resurrección de vida”, pero también habla de la “resurrección de condenación” (Jn 5:29). Todos seremos resucitados, pero los que han rechazado a Cristo encontrarán que la resurrección es asunto sumamente grave. Ellos también resucitarán, al final del reino milenial de Jesucristo, pero su resurrección será de condenación (Jn 5:28, Apo 20:5). El destino de los que no crean en Jesús será el infierno, un lugar de tormento eterno (Mat 16:18, Apo 20:10-14, Apo 19:20). El cuerpo con el que resucitarán será un cuerpo eterno pero diferente al cuerpo con el que resucitarán los creyentes (Mar 9:43-48, Mat 5:22, 29, Mat 10:28, Luc 12:5); su único propósito será para sufrir castigo eterno en el lago de fuego.
La resurrección de los creyentes.
Para los creyentes, el hecho de que nuestra propia resurrección está relacionada con la de nuestro Salvador transforma totalmente la situación. A la luz de la obra expiatoria realizada a favor de nosotros, enfrentamos la resurrección con calma y gozo.
Poco dice la Escritura sobre la naturaleza del cuerpo de resurrección. Pablo dice que se trata de un “cuerpo espiritual” (1 Cor 15:44). Expresamente lo diferencia del “cuerpo físico” que tenemos ahora, e inferimos que se trata de un “cuerpo” que satisface las necesidades del espíritu que, en algún sentido, es diferente del que actualmente conocemos. El cuerpo espiritual tiene las cualidades de incorruptibilidad, gloria, y poder (1 Cor 15:42-43). Juan nos dice que “seremos semejantes a él” (1 Jn 3:2), y Pablo indica que el nuestro es un “cuerpo de humillación”, pero que será semejante al “cuerpo de la gloria suya” (Fil 3:21). Aparentemente el cuerpo de resurrección de nuestro Señor fue en algún sentido como el cuerpo natural, y en algún sentido diferente. Así, en algunas ocasiones fue reconocido inmediatamente (Mat 28.9; Jn 20:19-20), pero en otras no (especialmente en el viaje a Emaús, Luc 24:16; Jn 21).
Consecuencias doctrinales de la resurrección.
Pablo considera que la resurrección de Cristo reviste capital importancia. “Si Cristo no resucitó”, dice, “vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Cor 15:14, 17). Según Pablo, si los muertos no resucitan bien podríamos adoptar el lema “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Cor 15:32). Los creyentes no son personas para quienes esta vida es todo. Su esperanza yace en otra parte (1 Cor 15:19). Esto da perspectiva y profundidad a su modo de vivir.
La resurrección de Cristo tiene relación con el acto central por medio del cual somos salvos. La salvación no es algo que ocurre aparte de la resurrección (Rom 4:25).
El apóstol ve el mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos obrando en los que son de Cristo. La resurrección es algo que continúa (Fil 3:10, Col 3:1, Col 2:12).
Es una verdad que inspira santidad. Si no hubiese resurrección de entre los muertos, entonces no debería de importar la manera en que vivimos (1 Cor 15:32).
Es una verdad que despierta al pecador. Todas las prédicas de los apóstoles registradas en el libro de Hechos hablan sobre la resurrección de Cristo. Pablo incluyó este tema cuando predicó en Atenas a personas idólatras (Hch 17:22-34).
LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS.
Objetivos de la enseñanza.
Mejorar nuestro entendimiento acerca del significado de la resurrección de Cristo como el fundamento de nuestra fe.
Mejorar nuestro entendimiento acerca de la resurrección de los muertos como el antecedente para nuestra propia resurrección.
La resurrección de todos los seres humanos.
No sólo es verdad que Jesús resucitó, sino que un día también resucitarán todos los hombres (Mat 22:31–32, Jn 11:25, 6:39-40, 44, 54, 1 Cor 15:21-22, 1 Tes 4:14, 1 Ped 1:3).
Esto no quiere decir que todos los que serán resucitados lo serán para bendición. Jesús habla de la “resurrección de vida”, pero también habla de la “resurrección de condenación” (Jn 5:29). Todos seremos resucitados, pero los que han rechazado a Cristo encontrarán que la resurrección es asunto sumamente grave. Ellos también resucitarán, al final del reino milenial de Jesucristo, pero su resurrección será de condenación (Jn 5:28, Apo 20:5). El destino de los que no crean en Jesús será el infierno, un lugar de tormento eterno (Mat 16:18, Apo 20:10-14, Apo 19:20). El cuerpo con el que resucitarán será un cuerpo eterno pero diferente al cuerpo con el que resucitarán los creyentes (Mar 9:43-48, Mat 5:22, 29, Mat 10:28, Luc 12:5); su único propósito será para sufrir castigo eterno en el lago de fuego.
La resurrección de los creyentes.
Para los creyentes, el hecho de que nuestra propia resurrección está relacionada con la de nuestro Salvador transforma totalmente la situación. A la luz de la obra expiatoria realizada a favor de nosotros, enfrentamos la resurrección con calma y gozo.
Poco dice la Escritura sobre la naturaleza del cuerpo de resurrección. Pablo dice que se trata de un “cuerpo espiritual” (1 Cor 15:44). Expresamente lo diferencia del “cuerpo físico” que tenemos ahora, e inferimos que se trata de un “cuerpo” que satisface las necesidades del espíritu que, en algún sentido, es diferente del que actualmente conocemos. El cuerpo espiritual tiene las cualidades de incorruptibilidad, gloria, y poder (1 Cor 15:42-43). Juan nos dice que “seremos semejantes a él” (1 Jn 3:2), y Pablo indica que el nuestro es un “cuerpo de humillación”, pero que será semejante al “cuerpo de la gloria suya” (Fil 3:21). Aparentemente el cuerpo de resurrección de nuestro Señor fue en algún sentido como el cuerpo natural, y en algún sentido diferente. Así, en algunas ocasiones fue reconocido inmediatamente (Mat 28.9; Jn 20:19-20), pero en otras no (especialmente en el viaje a Emaús, Luc 24:16; Jn 21).
Consecuencias doctrinales de la resurrección.
Pablo considera que la resurrección de Cristo reviste capital importancia. “Si Cristo no resucitó”, dice, “vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Cor 15:14, 17). Según Pablo, si los muertos no resucitan bien podríamos adoptar el lema “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Cor 15:32). Los creyentes no son personas para quienes esta vida es todo. Su esperanza yace en otra parte (1 Cor 15:19). Esto da perspectiva y profundidad a su modo de vivir.
La resurrección de Cristo tiene relación con el acto central por medio del cual somos salvos. La salvación no es algo que ocurre aparte de la resurrección (Rom 4:25).
El apóstol ve el mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos obrando en los que son de Cristo. La resurrección es algo que continúa (Fil 3:10, Col 3:1, Col 2:12).
Es una verdad que inspira santidad. Si no hubiese resurrección de entre los muertos, entonces no debería de importar la manera en que vivimos (1 Cor 15:32).
Es una verdad que despierta al pecador. Todas las prédicas de los apóstoles registradas en el libro de Hechos hablan sobre la resurrección de Cristo. Pablo incluyó este tema cuando predicó en Atenas a personas idólatras (Hch 17:22-34).
18
Abr
2009