El fruto y los dones (2).
ENSEÑANZA No. 52.
EL FRUTO Y LOS DONES DEL ESPÍRITU (2).
Objetivos de la enseñanza.
Entender la diferencia esencial y la importancia del fruto y de los dones del Espíritu.
Conocer, desarrollar y perfeccionar el fruto y los dones del Espíritu, como uno de los medios para relacionarnos, crecer y madurar en Dios y en Su obra, y para bendecir la vida de otras personas.
La relación entre el fruto del Espíritu y los dones.
Necesitamos anhelar los dones, procurarlos, pero por sobre ello, debemos procurar el fruto del Espíritu, el amor (1 Cor 12:31).
El carácter produce un estilo de vida en tanto que los dones resultan en actividades, y lo que Dios quiere de nosotros, en primer lugar, es que el carácter de Cristo sea formado en nosotros (Rom 8:28-29) y sobre ellos se establezca el ministerio, el uso y aplicación de los dones (1 Tim 3:1-13).
Los dones sin el carácter.
Los dones sin el carácter (el fruto del Espíritu formado en nosotros), nos sirven de muy poco (Mat 7:21-23).
De hecho, esa carencia fue la que determinó que personas como Sansón, Judas, Absalón, Saúl, a pesar de tener dones de parte de Dios, fracasaran en sus asignaciones para con El.
La prioridad del carácter.
La Palabra nos enseña en el Sal 15, quienes son las personas que habitarán en el Tabernáculo de Dios, con Su Monte Santo: el íntegro, el que hace justicia, que habla verdad en su corazón, que no calumnia con su lengua, que no hace mal a su prójimo, etc. En ninguna parte hace referencia a los dones.
El cristianismo es una forma de vivir, un estilo de vida.
Mat 7:16-27: Por nuestros frutos nos conocerán
El carácter es lo que determina la forma de vivir, el estilo de vida.
No implica perfección, pero si superación, mejoramiento continuo (Noé, Abraham, Jacob, etc.).
La manifestación del Fruto del Espíritu.
El fruto no lo producimos nosotros. Lo produce el Espíritu Santo.
Pero para que el fruto del Espíritu Santo se pueda manifestar en muestra vida, necesitamos crucificar la carne (Gal 5:22-24), menguar nosotros para que El crezca (Jn 3:30), despojarnos del espíritu del mundo (Efe 4:23) que nos dirige a hacer las obras de la carne (Gal 5:19-21)
Cuando nosotros dejamos de responder a las circunstancias de la forma como el mundo nos ha enseñando (nos negamos a nosotros mismos, crucificamos la carne), en ese momento se va a manifestar el fruto del Espíritu.
EL FRUTO Y LOS DONES DEL ESPÍRITU (2).
Objetivos de la enseñanza.
Entender la diferencia esencial y la importancia del fruto y de los dones del Espíritu.
Conocer, desarrollar y perfeccionar el fruto y los dones del Espíritu, como uno de los medios para relacionarnos, crecer y madurar en Dios y en Su obra, y para bendecir la vida de otras personas.
La relación entre el fruto del Espíritu y los dones.
Necesitamos anhelar los dones, procurarlos, pero por sobre ello, debemos procurar el fruto del Espíritu, el amor (1 Cor 12:31).
El carácter produce un estilo de vida en tanto que los dones resultan en actividades, y lo que Dios quiere de nosotros, en primer lugar, es que el carácter de Cristo sea formado en nosotros (Rom 8:28-29) y sobre ellos se establezca el ministerio, el uso y aplicación de los dones (1 Tim 3:1-13).
Los dones sin el carácter.
Los dones sin el carácter (el fruto del Espíritu formado en nosotros), nos sirven de muy poco (Mat 7:21-23).
De hecho, esa carencia fue la que determinó que personas como Sansón, Judas, Absalón, Saúl, a pesar de tener dones de parte de Dios, fracasaran en sus asignaciones para con El.
La prioridad del carácter.
La Palabra nos enseña en el Sal 15, quienes son las personas que habitarán en el Tabernáculo de Dios, con Su Monte Santo: el íntegro, el que hace justicia, que habla verdad en su corazón, que no calumnia con su lengua, que no hace mal a su prójimo, etc. En ninguna parte hace referencia a los dones.
El cristianismo es una forma de vivir, un estilo de vida.
Mat 7:16-27: Por nuestros frutos nos conocerán
El carácter es lo que determina la forma de vivir, el estilo de vida.
No implica perfección, pero si superación, mejoramiento continuo (Noé, Abraham, Jacob, etc.).
La manifestación del Fruto del Espíritu.
El fruto no lo producimos nosotros. Lo produce el Espíritu Santo.
Pero para que el fruto del Espíritu Santo se pueda manifestar en muestra vida, necesitamos crucificar la carne (Gal 5:22-24), menguar nosotros para que El crezca (Jn 3:30), despojarnos del espíritu del mundo (Efe 4:23) que nos dirige a hacer las obras de la carne (Gal 5:19-21)
Cuando nosotros dejamos de responder a las circunstancias de la forma como el mundo nos ha enseñando (nos negamos a nosotros mismos, crucificamos la carne), en ese momento se va a manifestar el fruto del Espíritu.
18
Abr
2009