Los cristianos y la coyuntura nacional.
LOS CREYENTES Y LA COYUNTURA NACIONAL.
Ante los problemas que estamos enfrentando en el país a raíz de la situación derivada del asesinato del Lic. Rosemberg y sus declaraciones en un video distribuído después de su muerte, en los cristianos surge la pregunta de cuál debe ser nuestra actitud al respecto.
Responder a ella es importante por cuanto no solamente es una situación que puede afectar nuestras vidas cotidianas significativamente sino porque los creyentes estamos llamados a ser luz y sal en el mundo (Mat 5:13-16) y a ser ejemplo para los demás (Jer 15:19), además de ser entendidos en los tiempos para saber lo que necesitamos hacer como personas, familias, organizaciones y nación (1 Cro 12:32).
En primer lugar, nuestra actitud debe ser de acuerdo a lo que nos enseña la Palabra de Dios (Sal 109:105) y guiados por el Espíritu Santo (Rom 8.14). No podemos ni debemos ser guiados por nuestras opiniones, sentimientos, gustos y/o pasiones (Mat 16:24, Mar 8:34, Luc 9:23), mucho menos por la ira, que no obra para nada la justicia de Dios (Sant 1:20).
En segundo lugar, necesitamos orar por todos los que están en eminencia, tanto en el gobierno como en todas las organizaciones de la sociedad, para que el Señor les de la sabiduría e inteligencia necesaria para resolver esta así como todas las demás situaciones que enfrentan personal, familiar y organizacionalmente, así como las de la nación (1 Tim 2:1).
En tercer lugar, por ninguna razón, deberíamos dejarnos llevar por personas y/u organizaciones que busquen la remoción de las autoridades legítimas: ello sería rebelión, y de acuerdo con Rom 13:1-2, ello implicaría atraer maldición contra sí mismos. Solo en el caso que se comprobara fehacientemente que son culpables, deberíamos pedir que se siguiera con ellas el procedimiento que la ley establece para que enfrenten las responsabilidades de sus acciones.
En cuarto lugar, los creyentes podemos y debemos pedir constantemente y por todos los medios legítimos a nuestro alcance (espirituales y naturales) que se haga justicia, no solo en unos determinados crímenes, sino en todos (los policías que fueron muertos en un allanamiento por narcotraficantes, los pilotos y ayudantes de los autobuses, etc.) y en todos los casos aunque no impliquen la muerte de ninguna persona (Mat 6:33).
En cuanto a la búsqueda de la justicia, ello implica también la necesidad de que cada uno de nosotros, en nuestras actividades y actitudes personales, nos examinemos a nosotros mismos delante de Dios (Sal 119:59) y cambiemos lo que no esté bien con respecto a lo justo delante de El, para que seamos ejemplos de justicia, porque no podríamos pedir que los demás sean justos si nosotros mismos no somos justos en nuestros tratos con los demás (cónyuge, hijos e hijas, familia, relaciones, negocios, trabajo, etc.). El cambio de nuestra nación en la dirección de la justicia, comienza por cada uno de nosotros (Mat 7:1-5).
En quinto, legítimamente también los creyentes podemos pedir por todos los medios legítimos a nuestro alcance (espirituales y naturales) que la verdad salga a luz, que sea expuesta. Y, como en el caso de la justicia, también necesitamos examinarnos a nosotros mismo delante de Dios para cambiar aquellas áreas de nuestra vida en las que no estemos caminando en la verdad, por las mismas razones que mencionamos con respecto a la justicia.
Ante los problemas que estamos enfrentando en el país a raíz de la situación derivada del asesinato del Lic. Rosemberg y sus declaraciones en un video distribuído después de su muerte, en los cristianos surge la pregunta de cuál debe ser nuestra actitud al respecto.
Responder a ella es importante por cuanto no solamente es una situación que puede afectar nuestras vidas cotidianas significativamente sino porque los creyentes estamos llamados a ser luz y sal en el mundo (Mat 5:13-16) y a ser ejemplo para los demás (Jer 15:19), además de ser entendidos en los tiempos para saber lo que necesitamos hacer como personas, familias, organizaciones y nación (1 Cro 12:32).
En primer lugar, nuestra actitud debe ser de acuerdo a lo que nos enseña la Palabra de Dios (Sal 109:105) y guiados por el Espíritu Santo (Rom 8.14). No podemos ni debemos ser guiados por nuestras opiniones, sentimientos, gustos y/o pasiones (Mat 16:24, Mar 8:34, Luc 9:23), mucho menos por la ira, que no obra para nada la justicia de Dios (Sant 1:20).
En segundo lugar, necesitamos orar por todos los que están en eminencia, tanto en el gobierno como en todas las organizaciones de la sociedad, para que el Señor les de la sabiduría e inteligencia necesaria para resolver esta así como todas las demás situaciones que enfrentan personal, familiar y organizacionalmente, así como las de la nación (1 Tim 2:1).
En tercer lugar, por ninguna razón, deberíamos dejarnos llevar por personas y/u organizaciones que busquen la remoción de las autoridades legítimas: ello sería rebelión, y de acuerdo con Rom 13:1-2, ello implicaría atraer maldición contra sí mismos. Solo en el caso que se comprobara fehacientemente que son culpables, deberíamos pedir que se siguiera con ellas el procedimiento que la ley establece para que enfrenten las responsabilidades de sus acciones.
En cuarto lugar, los creyentes podemos y debemos pedir constantemente y por todos los medios legítimos a nuestro alcance (espirituales y naturales) que se haga justicia, no solo en unos determinados crímenes, sino en todos (los policías que fueron muertos en un allanamiento por narcotraficantes, los pilotos y ayudantes de los autobuses, etc.) y en todos los casos aunque no impliquen la muerte de ninguna persona (Mat 6:33).
En cuanto a la búsqueda de la justicia, ello implica también la necesidad de que cada uno de nosotros, en nuestras actividades y actitudes personales, nos examinemos a nosotros mismos delante de Dios (Sal 119:59) y cambiemos lo que no esté bien con respecto a lo justo delante de El, para que seamos ejemplos de justicia, porque no podríamos pedir que los demás sean justos si nosotros mismos no somos justos en nuestros tratos con los demás (cónyuge, hijos e hijas, familia, relaciones, negocios, trabajo, etc.). El cambio de nuestra nación en la dirección de la justicia, comienza por cada uno de nosotros (Mat 7:1-5).
En quinto, legítimamente también los creyentes podemos pedir por todos los medios legítimos a nuestro alcance (espirituales y naturales) que la verdad salga a luz, que sea expuesta. Y, como en el caso de la justicia, también necesitamos examinarnos a nosotros mismo delante de Dios para cambiar aquellas áreas de nuestra vida en las que no estemos caminando en la verdad, por las mismas razones que mencionamos con respecto a la justicia.
18
Mayo
2009