El juicio ante el Gran Trono Blanco.
LOS ULTIMOS TIEMPOS DE LA HISTORIA (30).
EL JUICIO ANTE EL GRAN TRONO BLANCO.
Apo 20:11-15.
Describe el juicio final de la humanidad irredenta.
Los santos martirizados de la tribulación fueron resucitados justo antes del Milenio y ya fueron juzgados.
Los cristianos fueron resucitados en el arrebatamiento y también ya fueron juzgados.
Apo 20:5: los demás muertos (los impíos) no volvieron a la vida hasta que se cumplieron los mil años.
Ningún creyente en Cristo comparecerá ante Dios en el juicio del Gran Trono Blanco; ese lugar terrible está reservado para los que rechazaron a Cristo como Salvador, que decidieron coronarse reyes a sí mismos y que rehusaron aceptar a Jesucristo como su verdadero Señor.
Cosa aterradora es siquiera imaginarse estar delante de Dios y no tener nada sino las malas obras de uno para mostrar:
De Su presencia huyeron la tierra y el cielo (Apo 20:11).
Daniel se desmayó de medio y extrema debilidad cuando vio una visión de un ser celestial (Dan 10:4-8).
Los que estaban con Daniel, aún cuando ni siquiera vieron la visión que él vio, aún así se escondieron aterrorizados (Dan 10:4-8).
El Apóstol Juan cayó como muerto cuando vio una visión del Cristo Resucitado (Apo 1.10-17).
Etc.
La Biblia revela 5 principios sobre los cuales se fundamentará el juicio eterno:
El juicio será conforme a la verdad (Rom 2:1-2).
No serán juzgados conforme a lo que sabían de justicia, sino conforme a lo que practicaron.
Sus vidas serán libros abiertos delante de Dios (Heb 4:13).
Todas sus obras, buenas y malas, todos los secretos de sus corazones y toda la luz espiritual que tengan, todo es gravado en los libros (Ap 20:12).
Todos los aspectos de la vida serán revisados, incluidos “los secretos de los hombres” (Ro. 2.16), “las intenciones de los corazones” (Ecle 12:14, Luc 8:17, Luc. 12:3,), y “toda palabra ociosa” (Mt. 12.36).
Se realizará en el Gran Trono Blanco.
Todo pecador aparecerá delante del gran trono blanco.
El fin del diablo y sus demonios (Ap 20:10).
El fin de la tierra y los cielos (Ap 20:11).
El fin de los pecadores (Ap 20:11-12).
Los libros se abrirán: La vida de toda persona al tiempo de este juicio será abierta y vista (Ap 20:12).
Serán juzgados conforme a sus obras (Ap 12:13).
Después de que sean juzgados por los libros de sus obras otro libro es abierto, el Libro de la vida.
Todos serán echados al lago de fuego (Ap 20:14).
Cuando esto se completa, solamente queda un último acontecimiento: la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego (Apo 20:14); de este modo serán cumplidas las palabras de Pablo que el último enemigo que será abolido es la muerte (1 Cor 15:26).
Los fundamentos del juicio eterno.
La base del juicio lo constituirá la respuesta del hombre a la voluntad revelada de Dios.
Por lo tanto, ha de incluir el espectro total de la experiencia humana, los pensamientos, las palabras y los actos.
Será administrado de tal modo que se tomarán en cuenta los diferentes grados de conocimiento de la voluntad de Dios, y por consiguiente los diversos grados de capacidad para cumplirla (Mt. 11.21–24; Ro. 2.12–16).
Será enteramente justo y completamente convincente (Gn. 18.25; Ro. 3.19).
El juez de toda la tierra obrará bien, y toda boca se cerrará en reconocimiento de la justicia de sus juicios (cf. Job 40.1–5; 42.1–6).
La voluntad de Dios para nosotros es que reconozcamos la persona y la misión de Jesús y respondamos a ellas: creer en el es, por consiguiente, hacer las obras que Dios exige.
La Escritura admite que todos los hombres no son iguales en cuanto a su oportunidad de conocer a Dios, y este hecho ha de ser tenido en cuenta cuando Dios juzgue a los hombres (Mt. 11.20–24; Ro. 2.1–24; 2 P. 2.21).
El principio de Lc. 12.48, de que “aquel a quien se le haya dado mucho, mucho se le demandará”, tiene aplicación a esta altura. De aquí que el comentario general de que los que nunca han oído el evangelio serán juzgados por el grado de luz que les haya llegado es correcto. Sin embargo, tenemos que agregar que la luz que les ha llegado no ha sido seguida por ellos. Sólo en Cristo Jesús hay esperanza de salvación (Jn. 14.6; Hch. 4.12; Ef. 2.12).
Actitudes actuales respecto al juicio final.
En la Iglesia de Cristo.
Hay pocos puntos en los que la enseñanza de la Biblia está en conflicto más marcado con los supuestos de la era actual que en lo que enseña con respecto al futuro juzgamiento de los hombres por parte de Dios.
Es, paralelamente, una de las expresiones contemporáneas más serias de la capitulación intelectual y espiritual cristianas el que esta doctrina en particular se refleje tan poco en la predicación y en la literatura de nuestros días.
Esta negligencia teológica es menos excusable si se tiene en cuenta el hecho de que el presente siglo ha sido testigo de una recuperación sin precedentes de la perspectiva escatológica bíblica.
Sin embargo, este aspecto particular de la escatología, o sea el del futuro juicio divino, se ha dejado de lado en buena medida, y sin razón válida.
En este aspecto, al mundo se le ha dado la posibilidad, y demasiado claramente, de meter a la iglesia dentro de su propio molde (Ro. 12.1s, según la versión ing. de Phllips).
En el mundo incrédulo.
Hoy el hombre rechaza de plano la idea de que algún día deba rendir cuentas por su vida y sus decisiones.
Su falta de convencimiento en cuanto a la vida del más allá, combinada con la erosión que ha sufrido la noción de responsabilidad moral debido a la forma en que se entienden popularmente las teorías psicológicas y psicoanalíticas, ha contribuido a la indiferencia y el pragmatismo morales de nuestros tiempos.
Las cuestiones morales, si es que en alguna medida interesan, se relacionan únicamente con el momento presente y con asuntos de felicidad personal.
La idea de que pudieran tener relación con alguna dimensión divina trascendente, o de que todos los hombres algún día serán llamados ineludiblemente a reconocer en la omnisciente presencia de su Creador la medida de responsabilidad que les cabe por esas mismas decisiones morales, es anatema.
Lamentablemente para el hombre moderno ocurre que esa es, en realidad, la verdad. El juicio es inevitable y nos espera a todos.
EL JUICIO ANTE EL GRAN TRONO BLANCO.
Apo 20:11-15.
Describe el juicio final de la humanidad irredenta.
Los santos martirizados de la tribulación fueron resucitados justo antes del Milenio y ya fueron juzgados.
Los cristianos fueron resucitados en el arrebatamiento y también ya fueron juzgados.
Apo 20:5: los demás muertos (los impíos) no volvieron a la vida hasta que se cumplieron los mil años.
Ningún creyente en Cristo comparecerá ante Dios en el juicio del Gran Trono Blanco; ese lugar terrible está reservado para los que rechazaron a Cristo como Salvador, que decidieron coronarse reyes a sí mismos y que rehusaron aceptar a Jesucristo como su verdadero Señor.
Cosa aterradora es siquiera imaginarse estar delante de Dios y no tener nada sino las malas obras de uno para mostrar:
De Su presencia huyeron la tierra y el cielo (Apo 20:11).
Daniel se desmayó de medio y extrema debilidad cuando vio una visión de un ser celestial (Dan 10:4-8).
Los que estaban con Daniel, aún cuando ni siquiera vieron la visión que él vio, aún así se escondieron aterrorizados (Dan 10:4-8).
El Apóstol Juan cayó como muerto cuando vio una visión del Cristo Resucitado (Apo 1.10-17).
Etc.
La Biblia revela 5 principios sobre los cuales se fundamentará el juicio eterno:
El juicio será conforme a la verdad (Rom 2:1-2).
No serán juzgados conforme a lo que sabían de justicia, sino conforme a lo que practicaron.
Sus vidas serán libros abiertos delante de Dios (Heb 4:13).
Todas sus obras, buenas y malas, todos los secretos de sus corazones y toda la luz espiritual que tengan, todo es gravado en los libros (Ap 20:12).
Todos los aspectos de la vida serán revisados, incluidos “los secretos de los hombres” (Ro. 2.16), “las intenciones de los corazones” (Ecle 12:14, Luc 8:17, Luc. 12:3,), y “toda palabra ociosa” (Mt. 12.36).
Se realizará en el Gran Trono Blanco.
Todo pecador aparecerá delante del gran trono blanco.
El fin del diablo y sus demonios (Ap 20:10).
El fin de la tierra y los cielos (Ap 20:11).
El fin de los pecadores (Ap 20:11-12).
Los libros se abrirán: La vida de toda persona al tiempo de este juicio será abierta y vista (Ap 20:12).
Serán juzgados conforme a sus obras (Ap 12:13).
Después de que sean juzgados por los libros de sus obras otro libro es abierto, el Libro de la vida.
Todos serán echados al lago de fuego (Ap 20:14).
Cuando esto se completa, solamente queda un último acontecimiento: la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego (Apo 20:14); de este modo serán cumplidas las palabras de Pablo que el último enemigo que será abolido es la muerte (1 Cor 15:26).
Los fundamentos del juicio eterno.
La base del juicio lo constituirá la respuesta del hombre a la voluntad revelada de Dios.
Por lo tanto, ha de incluir el espectro total de la experiencia humana, los pensamientos, las palabras y los actos.
Será administrado de tal modo que se tomarán en cuenta los diferentes grados de conocimiento de la voluntad de Dios, y por consiguiente los diversos grados de capacidad para cumplirla (Mt. 11.21–24; Ro. 2.12–16).
Será enteramente justo y completamente convincente (Gn. 18.25; Ro. 3.19).
El juez de toda la tierra obrará bien, y toda boca se cerrará en reconocimiento de la justicia de sus juicios (cf. Job 40.1–5; 42.1–6).
La voluntad de Dios para nosotros es que reconozcamos la persona y la misión de Jesús y respondamos a ellas: creer en el es, por consiguiente, hacer las obras que Dios exige.
La Escritura admite que todos los hombres no son iguales en cuanto a su oportunidad de conocer a Dios, y este hecho ha de ser tenido en cuenta cuando Dios juzgue a los hombres (Mt. 11.20–24; Ro. 2.1–24; 2 P. 2.21).
El principio de Lc. 12.48, de que “aquel a quien se le haya dado mucho, mucho se le demandará”, tiene aplicación a esta altura. De aquí que el comentario general de que los que nunca han oído el evangelio serán juzgados por el grado de luz que les haya llegado es correcto. Sin embargo, tenemos que agregar que la luz que les ha llegado no ha sido seguida por ellos. Sólo en Cristo Jesús hay esperanza de salvación (Jn. 14.6; Hch. 4.12; Ef. 2.12).
Actitudes actuales respecto al juicio final.
En la Iglesia de Cristo.
Hay pocos puntos en los que la enseñanza de la Biblia está en conflicto más marcado con los supuestos de la era actual que en lo que enseña con respecto al futuro juzgamiento de los hombres por parte de Dios.
Es, paralelamente, una de las expresiones contemporáneas más serias de la capitulación intelectual y espiritual cristianas el que esta doctrina en particular se refleje tan poco en la predicación y en la literatura de nuestros días.
Esta negligencia teológica es menos excusable si se tiene en cuenta el hecho de que el presente siglo ha sido testigo de una recuperación sin precedentes de la perspectiva escatológica bíblica.
Sin embargo, este aspecto particular de la escatología, o sea el del futuro juicio divino, se ha dejado de lado en buena medida, y sin razón válida.
En este aspecto, al mundo se le ha dado la posibilidad, y demasiado claramente, de meter a la iglesia dentro de su propio molde (Ro. 12.1s, según la versión ing. de Phllips).
En el mundo incrédulo.
Hoy el hombre rechaza de plano la idea de que algún día deba rendir cuentas por su vida y sus decisiones.
Su falta de convencimiento en cuanto a la vida del más allá, combinada con la erosión que ha sufrido la noción de responsabilidad moral debido a la forma en que se entienden popularmente las teorías psicológicas y psicoanalíticas, ha contribuido a la indiferencia y el pragmatismo morales de nuestros tiempos.
Las cuestiones morales, si es que en alguna medida interesan, se relacionan únicamente con el momento presente y con asuntos de felicidad personal.
La idea de que pudieran tener relación con alguna dimensión divina trascendente, o de que todos los hombres algún día serán llamados ineludiblemente a reconocer en la omnisciente presencia de su Creador la medida de responsabilidad que les cabe por esas mismas decisiones morales, es anatema.
Lamentablemente para el hombre moderno ocurre que esa es, en realidad, la verdad. El juicio es inevitable y nos espera a todos.
04
Jun
2009