Asuntos esenciales.
LA COSMOVISIÓN CRISTIANA BÍBLICA (18).
ASUNTOS ESENCIALES.
Antes de comenzar a desarrollar algunas de las aplicaciones prácticas de la Cosmovisión Bíblica en la diversidad de relaciones y campos de actividad humanos, es importante que hagamos una reseña de algunas perspectivas doctrinarias que son importantes, que fundamentan la cosmovisión bíblica y que constituyen la base de esas aplicaciones.
Estos asuntos esenciales tratan de:
La autoridad de la Biblia, la fuente de nuestro conocimiento de Dios, el Autor de la Cosmovisión Bíblica y la fuente para conocer y aprender esa Cosmovisión y la base normativa para desarrollar las aplicaciones de esa Cosmovisión a todos los aspectos de la vida.
La Trinidad y los atributos de Dios, el Autor de la Biblia y de la Cosmovisión Bíblica, cuya naturaleza y atributos se manifiestan en ellas, y cuyos propósitos se cumplen en ambas.
La Naturaleza de Dios, el Universo, el Ser Humano, la Verdad, los Valores Verdaderos, la Autoridad, la Salvación, el Gobierno Humano y la Historia, asuntos todos que son claves en cuanto al fundamento y entendimiento de la Cosmovisión de Dios.
LA AUTORIDAD DE LA BIBLIA.
La Biblia.
Es el testimonio de Dios acerca de sí mismo (Jn 5:39), para revelarse al mundo perdido a través de Jesucristo (Jn 14.6-11), como Creador (Gen 1.1-31) y Señor (Rom 10:8-10), Redentor (Isa 44:6, Isa 44:24) y Juez (Jue 11:27, 1 Sam 24:15).
Tiene autoridad divina infalible en todos los temas que toca (2 Tim 3:16, Apo 22:18-19).
Debe ser obedecida como mandamiento de Dios en todo lo que ella requiere (Jn 14:15, Jn 14:21).
Debe ser acogida como garantía de Dios en todo lo que promete (Num 23:19, 1 Rey 8:56).
Importancia de la Doctrina de la Autoridad de la Biblia.
Es un elemento central para la Iglesia Cristiana en todas las épocas y nuestra fuente de conocimiento y entendimiento de la cosmovisión de Dios acerca de la vida, el mundo y el ser humano y nuestro rol y propósito en Dios..
Negar la Escritura, parcialmente, aunque sea en una mínima parte, o totalmente, así como no someterse a Sus demandas, es negar el testimonio de Dios, Jesucristo y del Espíritu Santo (2 Tim 3:16, Apo 22:18-19).
El apartarse de las Escrituras en lo que se refiere a fe y conducta es demostrar deslealtad a nuestro Señor (Mar 7:6-13). El reconocimiento de la verdad total y de la veracidad de las Santas Escrituras es esencial para captar y confesar su autoridad en una forma completa y adecuada (Mat 28:18-20)
Los que profesan su fe en Jesucristo como Señor y Salvador son llamados a demostrar la realidad del discipulado obedeciendo la Palabra escrita de Dios (Mat 28.18-20, 2 Tim 2:2).
Debe de ser recibida como la absoluta Palabra de Dios. No recibe Su autoridad de la Iglesia, de la tradición o de cualquier otra fuente humana (2 Tim 3:16).
La autoridad de la Iglesia está bajo la autoridad de las Escrituras. Ni los credos, las declaraciones teológicas, los concilios o las declaraciones de la Iglesia tienen igual ni mayor autoridad que la Biblia (Mar 7:6-13).
Una confesión de la completa autoría, infalibilidad, inerrabilidad y autoridad de las Escrituras es fundamental para tener una comprensión sólida de la totalidad de la fe cristiana. Cualquier rechazo de esas verdades tiene graves consecuencias para la persona y la iglesia (2 Tim 3:16).
La Autoría de la Biblia.
Es la Palabra del propio Dios, escrita por hombres preparados y dirigidos por su Espíritu (2 Ped 1.20-21) para transmitirnos los fundamentos de Su cosmovisión y Su propósito para nosotros, sus hijos e hijas.
Es, en su totalidad, la revelación dada por Dios, de una manera progresiva, desde el Libro de Génesis hasta el de Apocalipsis (2 Tim 3:16).
Ninguna revelación posterior puede de alguna forma corregirla o contradecirla (Apo 22.18-19).
Ninguna revelación normativa puede ser dada fuera de las que ya están escritas (Apo 22.18-19, Mat 5:19).
No es simplemente un testimonio de la revelación ni se convierte en revelación solo cuando se hace vida (rhema) en la persona.
La Inspiración de las Escrituras.
La inspiración fue una obra por la cual Dios, por medio de su Espíritu y de escritores humanos, nos dio su Palabra (2 Ped 1:20-21).
Dios, en su obra de inspiración, usó la personalidad característica y el estilo literario de cada uno de los escritores que El había elegido y preparado, sin anular sus personalidades.
Los escritores utilizaron las palabras exactas que El había elegido. En su totalidad y en cada una de sus partes, fueron divinamente inspiradas, garantizando Dios mismo que sus declaraciones eran verdaderas y fidedignas en todo aquello que fueron impulsados a escribir (2 Tim 3:16).
La inspiración de Dios, en sentido estricto, se aplica solamente al texto autográfico (original) de la Biblia, el cual, gracias a la providencia de Dios, puede ser comprobado con gran exactitud por los manuscritos que están a la disposición de todos los interesados
El modo usado para transmitir esta inspiración divina continúa siendo, en gran parte, un misterio para nosotros.
La Infalibilidad de las Escrituras.
Siendo completa y verbalmente dadas por Dios (2 Tim 3:16, 2 Ped 1:20-21), las Escrituras son sin error o falta en todas sus enseñanzas, tanto en lo que declaran acerca de los actos de creación de Dios, acerca de los eventos de la historia del mundo, acerca de su propio origen literario bajo la dirección de Dios, como en su testimonio de la gracia redentora de Dios en la vida de cada persona.
Habiendo sido divinamente inspiradas, son infalibles de modo que nunca nos podrían engañar (Num 23.19), y son verdaderas y fiables en todo lo referente a los asuntos que tratan, tanto espirituales como terrenales; están libres de errores, falsedades, fraudes y/o engaños.
Dada la inspiración de las Escrituras, ni la finitud ni el estado de perdición de los escritores humanos introdujeron alguna distorsión de la verdad o alguna falsedad en la Palabra.
Ningún elemento esencial de la fe cristiana está afectado por la ausencia de textos autográficos, y dada la gran cantidad y exactitud de los manuscritos copiados de ellos, la ausencia de alguno de ellos no afecta su infalibilidad.
Su autoridad es inevitablemente afectada sin el reconocimiento pleno de su infalibilidad.
Se afecta su infalibilidad cuando:
• De algún modo es limitada o ignorada.
• Cuando es sometida a alguna opinión que es contraria a ella.
Las copias y traducciones de la Escritura son la Palabra de Dios hasta el punto en que representen fielmente los manuscritos originales.
La Inerrabilidad de la Biblia.
Se refiere a la completa veracidad de las Escrituras, y a la ausencia en ellas de errores, imprecisiones y falsedades respecto a los principios declarados en ellas.
Se basa y complementa con la doctrina acerca de la inspiración de ellas (2 Tim 3:16, 2 Ped 1:20-21)
No es correcto evaluar las Escrituras de acuerdo con las normas de verdad y error que sean ajenas a su uso o propósito (Mat 18:16). Por lo mismo, no pueden ser invalidadas por:
• Hechos que narra que puedan carecer de la precisión técnica moderna.
• Las hipótesis científicas de la historia terrestre acerca de la Creación y el diluvio.
• Irregularidades gramaticales u ortográficas.
• Descripciones observables de la naturaleza.
• Algunas narraciones de perspectivas personales de sus personajes, que son erróneas.
• Presuntos errores y discrepancias que todavía no han sido resueltos, pero que no menoscaban las verdades declaradas en la Biblia.
• El uso de hipérboles y de números completos.
• El arreglo temático del material.
• La selección de material diferente en versiones paralelas:
• El uso de citas libres.
• Apelaciones, complacencias o acomodamientos a sucesos de actualidad.
• Cualquier limitación natural de la humanidad de Jesús.
El testimonio del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo da testimonio de las Escrituras y asegura a los creyentes de la veracidad de la Palabra escrita de Dios (Jn 14:26, 1 Cor 2.10)
Abre nuestro entendimiento para comprender su significado (Heb 9:8, Heb 10:15-17)
La autentica en nuestro espíritu por medio de Su testimonio (Hch 5:32, 1 Cor 12:3).
Produce fe en su mensaje.
Hace posible que nos apropiemos de las Escrituras para aplicarlas en nuestra vida.
El Espíritu Santo no puede obrar ni dar un testimonio contrario a ella.
La Interpretación de las Escrituras (Hermenéutica).
Pre-entendimiento. El mensaje de las Escrituras no deriva o se establece por el entendimiento del intérprete (Mat 22:16, Mar 12.14)
Cualquier pre-entendimiento que el intérprete tenga acerca de la Escrituras tiene que estar en armonía con las enseñanzas bíblicas y estar sujeto a ser corregido por las mismas (Efe 4:22-24, Rom 12.2).
Lo que el texto comunica al intérprete debe estar controlado por el significado explícito de las Escrituras y no por sus pre-entendimientos.
Claridad de las Escrituras. Las Escrituras son totalmente claras, específicamente cuando éstas se refieren al mensaje de salvación del pecado (Heb 1.1-2 Mat 18.16, 2 Cor 13:1).
Una persona no debe depender de un erudito bíblico para comprenderlas (Jn 5:39, 1 Jn 2:27), aunque es bueno consultarlos cada vez que haya oportunidad, para enriquecer nuestro entendimiento de ellas (Prov 11:14, Prov 15:22, Prov 24:6).
La Persona y la obra de Jesucristo son el foco central de la totalidad de la Biblia (Jn 5:39) de tal modo que cualquier método de interpretación que rechace u oscurezca esta centralidad de Cristo en las Escrituras es incorrecto (1 Jn 4:2-3, 2 Jn 1:7, Hch 10:43).
Literalidad. La primera y principal regla, y la más importante necesidad, de interpretación de la Biblia es de acuerdo con su sentido literal o normal (2 Ped 1.20, Heb 1.1-2)
El sentido literal y normal de la Escritura es el sentido histórico-gramatical, esto es, el significado que expresó el escritor, teniendo en cuenta sus formas y recursos literarios.
Para obtener una interpretación correcta del texto bíblico es esencial estar conscientes de las categorías literarias, formales y estilísticas de las diferentes partes de las Escrituras.
Auto-interpretación. La autoridad normativa de las Escrituras es la autoridad de Dios mismo, atestiguada por Jesucristo. Tal como Cristo es Dios y Hombre en una sola Persona, así mismo las Escrituras son indivisibles, siendo la Palabra de Dios en lenguaje humano. . Las Escrituras deben ser usadas para interpretar cualquier parte de sí mismas (Heb 1.1-2 Mat 18.16, 2 Cor 13:1). Toda la Escritura manifiesta unidad, armonía y consistencia, por lo que ella es su propio y mejor intérprete. La interpretación que la Biblia hace de sí misma es siempre correcta, y nunca se desvía del significado único del texto inspirado, sino que lo aclara.
Auto-examen. La Biblia expresa la verdad de Dios en forma de declaraciones proposicionales (que nos someten a examen, 2 Tim 3:16).
El significado expresado en cada texto bíblico es único, definitivo y fijo.
Sin embargo, ello no elimina la variedad de su aplicación en diversas circunstancias de la vida.
Culturalidad e inter-culturalidad. La Biblia contiene enseñanzas y mandatos que se aplican a todos los contextos culturales y situacionales, en tanto que hay otros en que la misma Biblia demuestra que se aplican solamente a situaciones especiales.
Esa distinción es determinada por la Biblia misma y no puede ser determinada por factores culturales y situacionales, como tampoco los mandatos universales pueden ser considerados cultural o situacionalmente relativos (2 Tim 3:16, Mat 5:17-18).
Al emprender la tarea de traducir la Biblia y enseñarla en el contexto de cada cultura, se tienen que usar solamente los equivalentes que son fieles al contenido de las enseñanzas bíblicas.
Verdad bíblica y extra-bíblica. Dios es el autor de toda verdad y de todas las verdades, bíblicas y extra-bíblicas, no solo en los asuntos espirituales sino también en asuntos que se refieren a la naturaleza, a la historia o a cualquier otra cosa (Exo 34:6, Deut 32.4, Sal 37:3, Sal 86:15, Sal 119:142, Sal 119:160, Jn 14:6).
Por lo tanto entre ellas debe haber consistencia y coherencia.
La información extra-bíblica es útil cuando tiene valor para aclarar lo que enseñan las Escrituras y para dar lugar a la corrección de interpretaciones incorrectas.
Cualquier genuina información extra-bíblica y/o científica será consistente con el verdadero significado de cualquier pasaje bíblico.
La interpretación correcta debe considerar siempre la existencia de la armonía entre la revelación especial y general.
Otras consideraciones.
Los escritores posteriores de las Escrituras no pudieron haber malinterpretado los pasajes de la Biblia escritos anteriormente cuando los citaron o se refirieron a ellos.
Ninguna interpretación de las Escrituras es válida si lleva a considerar alguna de sus enseñanzas como relativa y/o no histórica, descartándola o rechazando su declaración de autoría (Mat 5:19, Apo 22:18-19).
Igualmente ninguna interpretación puede ser válida si parece que un pasaje corrige y/o contradice a otro.
El hombre natural, aparte del Espíritu Santo, no puede discernir espiritualmente el mensaje bíblico. Por ello debemos negar toda interpretación del texto bíblico que trate de adaptarlos a pre-entendimientos extraños que sean inconsistentes con ellos mismos, como por ejemplo el naturalismo, el evolucionismo, el cientismo, el humanismo secular, el relativismo, etc. (1 Cor 2:14, 1 Cor 1:21, 1 Cor 1:18, Efe 1:17-19, Jn 12:40, 2 Cor 4:4).
El único tipo de predicación que expresa la revelación divina y su aplicación apropiada a la vida es la que expone fielmente el texto bíblico como la Palabra de Dios.
LA TRINIDAD Y LOS ATRIBUTOS DE DIOS.
Introducción.
La doctrina histórica de la Trinidad y de los atributos de Dios forman los pilares fundamentales del cristianismo sobre los cuales se apoyan muchas otras doctrinas y verdades básicas de la teología cristiana. Estas también proveen respuestas a ciertas preguntas filosóficas básicas como la conexión entre los mundos visibles e invisibles. El conocimiento y la fe en estas doctrinas son necesarias para ser salvos y para adorar al único Dios verdadero.
Hoy, muchos teólogos liberales están negando la Trinidad, otros teólogos están volviéndose al “modalismo”, y otros pastores y líderes no tienen suficiente interés o conocimiento teológico para importarles lo que se crea acerca de la Trinidad. Es necesario combatir esos tres cánceres anti-bíblicos mortales, tratándolos, exponiéndolos y aclarándolos. Y ello implica el reconocimiento de la doctrina de la Trinidad y de los atributos de Dios.
El “modalismo” es una posición pseudo-teológica, que surgió en el siglo tercero de la iglesia, perdió fuerza, y en los últimos cincuenta años ha estado tratando de resurgir, que sostiene erróneamente que Dios no es una trinidad de tres Personas distintas, sino que es sólo una Persona divina que se manifiesta de tres modos en diferentes momentos, como si fuera un actor que desempeñara tres papeles diferentes. Algunos que creen en esta herejía piensan al mismo tiempo que realmente creen en la Trinidad.
El Único y Verdadero Dios.
Hay un solo Dios viviente (1 Tim 2:15) y verdadero (Deut 32:4, Jn 14.6), eterno (Gen 21:33), incorpóreo (Jn 4:24), sin partes, de un poder (Gen 17.1), sabiduría (Prov 2:6-7, Prov 3:19) y bondad infinita (Sal 31:19, Sal 145:7); el Hacedor (Gen 1:1-31) y Protector (Heb 1.3) de todo lo visible e invisible. No hay otro Dios aparte del único, verdadero Dios de la Biblia. El Dios único y verdadero es el Dios de la Biblia (Deut 4:35, 1 Sam 2:2, 2 Sam 7:22).
Dios está adecuada y correctamente, aunque no exhaustivamente, revelado en el Antiguo y Nuevo Testamentos (Jn 5:39). Fue revelado por la inspiración divina en el lenguaje infalible de los profetas, escritores y apóstoles de Dios (2 Tim 3:16).
Es inadmisible cualquiera y todos los puntos de vista que nieguen o se desvíen del concepto judeo-cristiano tradicional de Dios, como el ateísmo, el deísmo, el deísmo finito, el panteísmo, el politeísmo o el dios-en-proceso del panteísmo.
La Trinidad.
Este único Dios verdadero existe en una Trinidad de tres Personas, de una esencia, de un poder y de una eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y no como tres Dioses separados (1 Jn 5:7).
Adoramos a este Dios en Trinidad, y a la Trinidad en Unidad, sin ni confundir las Personas, ni dividir la Esencia.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Personas distintas en la Deidad (Mat 3:16-17, Mar 1:9-11, Luc 3:21-22); de modo que el Padre no es ni el Hijo ni el Espíritu, el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu y el Espíritu no es ni el Padre ni el Hijo, sino que cada una de las tres Personas es Dios en su totalidad, posee todos los atributos de Dios pues es igual en cada perfección divina y ejecuta un oficio distinto y armonioso en la obra de redención (Jn 10:30, Jn 17:22, Rom 1.1-4).
En la Unidad de la Trinidad, el Padre no es engendrado ni procedente de nadie: el Hijo es eternamente engendrado del Padre (Hch 13:33, Heb 1:5, Heb 5.5, 1 Jn 5:18): el Espiríritu Santo es eternamente procedente del Padre y del Hijo (Jn 15:26).
Hay sólo un Señor Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios (Jn 1:14, Jn 1.18, Jn 3:16, Jn 3:18, 1 Jn 4:9), engendrado del Padre antes de todos los mundos (Hch 13:33, Heb 1:5, Heb 5:5), Dios de Dios, Luz de Luz, único Dios de único Dios (Jn 10:30, Jn 17:22), engendrado, no creado, siendo de la misma esencia divina con el Padre; por el cual todas las cosas fueron hechas (Col 1:15-20, Heb 1.3, Jn 1:3).
Las herejías del Modalismo y el Arrianismo
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son diferentes manifestaciones, personajes, apariciones o modos de acción de sólo una Persona de la Deidad como fue alegado por la herejía llamada Modalismo (o Monarquianismo Modalista) del siglo tercero, y también por ciertas sectas actuales. Nadie puede correctamente llamarse cristiano si niega la doctrina histórica de la Trinidad, o si niega la total divinidad del Hijo o del Espíritu Santo como lo hicieron los arrianos los cuales fueron condenados como heréticos en el año 325 A.D., y como también lo hacen los religiosos liberales de este siglo (1 Jn 2:22-23, 1 Jn 4:3, 2 Jn 1:7)
Los Atributos de Dios.
El Dios del Antiguo Testamento y el Dios del Nuevo Testamento es el mismo Dios. No hay ninguna diferencia entre el Jehová del Antiguo Testamento y el Dios Trino del Nuevo Testamento referente a la justicia y misericordia o en cualquier otro de Sus atributos ya que es el mismo Dios inmutable (Mal 3:6, Heb 13:8).
La auto-revelación de Dios en las Escrituras no es, ni una sola vez, ilógicamente inconsistente, aunque las mentes finitas del hombre no puedan nunca dilucidar la profundidad de todas las verdades de Dios (Isa 55:8-9, Efe 1:17-19, Isa 45:2-3).
Por ello, no es correcto o reverente que el ser humano, demande que su Creador le conteste sus preguntas acerca de Sí mismo antes de que éste someta su voluntad a Dios.
Dios, en las tres Personas, existe por toda la eternidad (pasada, presente y futura) (Neh 9:5, Sal 106:48), y es omnipotente, omnisciente, auto-existente, indivisible, inmutable y personal, perfecto en su santidad, justicia, amor, misericordia y paternidad, en Su Ser y en todas Sus actividades, palabras, motivos y decisiones.
La infinidad de Dios no disminuye su valor como Dios personal, ni Su Ser personal limita su infinidad (Sal 139.1-24). Su santidad y justicia nunca están en conflicto con Su amor y compasión (Sal 103:7, Sal 33:5, Sal 36:10, Sal 85:10).
La Trascendencia y la Inmanencia de Dios.
Dios es simultáneamente trascendente (es más que) sobre Su creación (1 Rey 8:27, 2 Cro 6:18) e inmanente en ella (refleja algunas de los atributos de El sin que exista una identificación con ella) (Rom 1:20, Sal 19:1).
La Intervención Natural y Sobrenatural de Dios.
Dios normalmente interviene en el desarrollo de los acontecimientos naturales y humanos para llevar a cabo Sus propósitos soberanos y redentores, a través de las leyes naturales y sociales que son inherentes a la creación de esos acontecimientos (Hch 17:25, Heb 1.3, Col 1.15-17). Adicionalmente, Dios, cuando es necesario, también interviene sobrenaturalmente en el desarrollo de ellos, cuando el cumplimiento de Sus propósitos así lo demanda (Gen 1:1-31, Gen 6-8).
Las Dos Naturalezas de Cristo.
Cuando Dios el Hijo fue encarnado en forma de ser humano en la virgen María (Mat 1:20, Mat 1:23), El fue perfectamente divino y también perfectamente humano (Fil 2:5-8); fue Dios verdadero y hombre verdadero, de espíritu, cuerpo y alma; consustancial con el Padre de acuerdo a la Deidad, y consustancial con nosotros de acuerdo a la humanidad; en todo como nosotros, pero sin pecado (Heb 4:15).
Se le reconoce en sus dos naturalezas, inconfundibles, incambiables, indivisibles, inseparables (Apo 1:11-18).
Estas naturalezas se distinguen en que no se pierden por la unión, sino que más bien la propiedad de cada una de ellas se preserva; y en que concurren en una Persona y en una Subsistencia, uno y el mismo Hijo, el único engendrado, Dios la Palabra, el Señor Jesucristo, no repartidas o divididas entre dos personas.
Jesucristo nuestro Señor y Salvador no es menos de cien por cien Dios o menos de cien por cien hombre
Sus dos naturalezas distintas, la divina y la humana, no resultaron en que El sea más de una sola persona, el Hijo de Dios encarnado.
Después de haber tomado la forma de un cuerpo humano para completar Su trabajo como Profeta, Sacerdote y Rey, El no va a existir jamás, por toda la eternidad, en alguna otra forma que no sea en la de un cuerpo humano glorificado (Rom 6:9), y reinará como Rey a la mano derecha del Padre (Col 3:1).
OTROS ASUNTOS ESENCIALES.
La Naturaleza de Dios.
Hay sólo un Dios viviente (1 Tim 2:5, Deut 4:35, Deut 4:39, 1 Sam 2:2)
Personal (no impersonal) (Sal 139:1-24).
Infinito (no finito) en su ser y perfección (Sal 147.5, 1 Rey 8:27, 2 Cro 6:18).
Eterno (no temporal, (Gen 21:33, Deut 33:27, Isa 40:28), autoexistente (no creado), inmutable (no cambia, Mal 3:6, Sant 1:17), indivisible (no divisible).
Omnipotente (no limitado en su poder, Gen 28:3, Gen 35:11), omnisciente (no limitado en su conocimiento, Jn 21.17) y omnipresente (no limitado en su presencia en el universo, Sal 139:7-12).
Es un espíritu absolutamente puro, invisible y único (Jn 4:24).
Es totalmente santo (1 Ped 1:6), justo (Sal 7.11), perfecto (Mat 5:48), bondadoso (2 Cro 6:41), auténtico (Jn 14.6), amoroso (1 Jn 4:8) y misericordioso (Exo 34:6), tanto en Su propio ser como en todos Sus atributos, obras y actividades.
Creador y sustentador de todo el Universo, los cielos y la tierra (lo que es y existe, Gen 1:1, Jn 1:3, Heb 1:3, Rom 11:36).
Existe completamente aparte de su creación (trascendente, 1 Rey 8:27, 2 Cro 6:18).
No es completamente diferente a Su Creación, que posee algo de Su esencia aunque no puede ser identificado como ella (inmanente, Rom 1:20, Sal 19:1)
A través de los procesos naturales y sociales, permanentemente interviene en la vida de los seres humanos, en la naturaleza, en lo sociedad y en la historia, pero también, cuando es necesario, interviene en ellas de forma sobrenatural para llevar a cabo los propósitos de Su plan redentor (Hch 17:25, Heb 1.3, Col 1.15-17, Gen 1:1-31, Gen 6-8).
Dios existe eternamente en la forma de tres Personas distintas (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Cada una de estas personas tiene los mismos atributos divinos los cuales son compartidos igualmente. No significa que sean tres personalidades distintas. Cada una de estas Personas es divina, es Dios. Las tres Personas son un solo y mismo Dios (Mat 3:16-17, Mar 1:9-11, Luc 3:21-22, Jn 10:30, Jn 17:22, Rom 1.1-4):
• Implica que son un solo Ser.
• Implica que no son menos de tres Personas eternas.
Jesucristo, en Su encarnación, es totalmente Dios y totalmente humano, dos naturalezas en una sola persona, inconfundibles, inmutables, indivisibles e inseparables (no pueden confundirse, cambiarse o dividirse). Una no se puede separar de la otra. Jesús, el Hijo de Dios, no puede separarse de Jesús, el Hijo del Hombre (Mat 1:20, Mat 1:23, Fil 2:5-8, Apo 1:11-18, Heb 4:15).
La Naturaleza del Universo.
El universo entero (la tierra y el cielo, todos los seres y cosas aparte de Dios, los ángeles, la naturaleza, la humanidad) fue creado por Dios de la nada (Gen 1.1, Jn 1:3, Heb 1:3, Heb 11.3).
• Existe completamente aparte de Dios aunque depende totalmente de El, Su Creador.
• No puede ser identificado con Dios, pero no existe independientemente de El.
• No es como Dios, pero en su esencia, lo manifiesta a El (Rom 1:20, Sal 19:1).
• Es finito (no eterno) y real (no ilusorio).
• Aunque fue creado por Dios, no salió de Dios.
• Tampoco fue creado de materia pre-existente.
La Naturaleza del Ser Humano.
El ser humano, hombre y mujer, fue creado expresamente por Dios (Gen 1:26-27, Gen 2:7, Gen 2:21-22, Gen 5:1-2).
No evolucionó a partir de ciertas especies ni deriva genéticamente de seres vivientes inferiores. Fue creado a la imagen y parecido de Dios, pero no es Dios (Gen 1:26-27).
Fue dotado de una inmensa dignidad y valor por esa razón (Gen 2:8, Sal 8:4-9). Por ello es inadmisible cualquier punto de vista que rebaje o desmerezca la libertad, dignidad y valor que Dios le dio al ser humano, hombre y mujer (abuso, racismo, discriminación, etc.), o que lo reduzca al estado de meros animales superiores (evolucionismo, racionalismo).
Desde el momento de su concepción (nonatos) es una persona que tiene una existencia consciente individual y eterna que se extiende más allá de la muerte física (Sal 139:13-16).
Es un ser racional y moral (su forma de actuar no está establecida genética o ecológicamente, Gen 2:16-17). Por lo tanto es responsable de sus decisiones y acciones (esa responsabilidad no está limitada a sí mismo y/o a la sociedad en la que vive, sino que es responsable delante de Dios).
En última instancia, tendrá que dar cuentas a Dios de todo su ser y de su estilo de vida –relaciones y actividades-- (mayordomía, Mat 25:14-30, 1 Cor 3:12-14).
Debido a la rebelión del primer hombre contra Dios, toda su descendencia (la humanidad) y su medio ambiente natural y social existen en un estado de corrupción, y por esa causa, viven bajo un estado de maldición (Gen 3:6-24). Por esa misma razón, el ser humano no puede acceder a la perfección a través de medios humanos, naturales o sociales solamente. Necesita de Dios para ello (Fil 1:6, Jn 15:1-5)
La Naturaleza de la Verdad.
El concepto de verdad puede tomarse en tres sentidos: ontológico, lógico y ético.
Verdad ontológica es la propia realidad de las cosas en su relación a una mente que pueda captar su esencia objetiva sin prejuicios y alucinaciones. Como la realidad de las cosas es trascendente, más allá de lo que podemos ver, y se manifiesta en múltiples y cambiantes facetas, no es posible captar con nuestra mente limitada toda la verdad objetiva que se encierra en un ser, aunque si podemos captar una parte de esa verdad.
La verdad lógica es la determinación o relación adecuada de uno o varios aspectos de la realidad, formada en nuestros juicios (a través de la percepción e ideación) acerca de dicha realidad. Por la misma calidad trascendente de las cosas y/o fenómenos y a causa de la limitación del campo de nuestra visión, de las imperfecciones de nuestra percepción y de los prejuicios, solo podemos aprehender ciertos aspectos de esa verdad.
La verdad ética es la veracidad o adecuación entre lo que pensamos y lo que decimos o hacemos, la fidelidad a las normas de vida (principios y/o valores) que hemos adoptado como propias.
Desde la perspectiva solamente humana, entonces, la verdad, por nuestras propias limitaciones, es relativa. Por ello, ningún ser humano puede ser el autor supremo de la verdad o el que determine lo que es verdad. Pero ello no implica que la verdad sea algo relativo, subjetivo o basado en la experiencia.
El concepto de verdad exige y requiere, no verdades relativas, sino absolutas.
Solo Dios es verdadero (Jn 14:6, Jn 17:3). El es la Verdad y el Autor supremo de toda verdad (Rom 3.4, Jn 8:44).
Como Dios es omnisciente, El lo sabe todo de una manera perfecta, total y única (Jn 21:17, Sal 119.160, Jn 17:17)
La Verdad (Dios) y la verdad (la realidad objetiva de todas las cosas) es objetiva, absoluta y sin ninguna contradicción, independientemente de las limitaciones del ser humano para aprehenderla.
La verdad ética, que deriva de la verdad ontológica y lógica de la realidad, solo tiene una fuente absoluta: Dios, porque solo Dios conoce entera y plenamente todas las cosas.
La verdad básica y fundamental que el ser humano requiere (ontológica, lógica y ética) está manifestada en la revelación especial de Dios en la Biblia, aunque esta no sea exhaustiva ni total (Jn 8:31.32, Jn 5:39, Mat 22:29, Mar 12:24).
A pesar de las limitaciones del conocimiento humano para conocer la verdad, Dios le ha dotado de las cualidades y atributos necesarios para aprehender, comunicar y utilizar partes de esa verdad necesarias para conocerle a El (Jn 8:31-32, Jn 5:39), y para producir mejoras en la calidad de vida humana (Gen 1.28).
El ser humano puede conocer más aspectos de la verdad solo en la medida en que Dios se la revele, sea por procesos lógicos naturales o por revelación (conocimiento sobrenatural, (Rom 1.17-20, Col 2:1-3, Efe 1:17-19).
Todo conocimiento que el ser humano logre en el ejercicio de la imagen y semejanza de Dios, para ser verdad, debe estar de acuerdo con la verdad básica y fundamental manifestada en la Biblia.
La Naturaleza de los Valores Verdaderos.
Como Dios es la Verdad, solo El (y no el ser humano, la sociedad o algo natural o social) es la fuente de todos los valores correctos y justos, objetivos y absolutos (no son subjetivos, relativos o culturales). Y El nos ha dejado por escrito esos valores en su Palabra Revelada, la Biblia, que es la única expresión perfecta, exhaustiva y completa de los valores de Dios (Jn 5:39, Mar 12.24, Jn 8:31-32, Mat 6:33, Sal 109:105).
Como Dios es verdadero, bueno, santo y justo, los valores que El nos enseña en Su Palabra revelada, reflejan Su carácter moral.
Como esos valores tienen su fuente en Dios, nos ponen a todos los seres humanos, sea que los aceptemos o los rechacemos, bajo una obligación normativa por la cual deberíamos ordenar nuestras vidas, y de cuyo cumplimiento vamos a dar cuentas delante de Dios (Apo 20:11-13, 1 Cor 3:12-14).
No está justificado que el ser humano cree valores verdaderos para sí mismo o para la sociedad en que vive que estén en contradicción con los valores manifestados en la Biblia (Rom 1:21-32).
El hecho de que muchas personas en el mundo no sepan de la existencia de la Biblia no los exonera de las obligaciones morales escritas y reveladas por Dios en sus corazones (Rom 1:17-20)
La Naturaleza de la Autoridad.
Por ser Dios, y además por ser el Creador de todo el Universo, el único y verdadero origen de toda autoridad es Dios (Rom 13.1), y la ha expresado al ser humano en Su revelación general (la creación y la conciencia humana) y, más clara y completamente, en Su única revelación normativa, especial, inamovible e incambiable, la Biblia- (Rom 1:17, Rom 1:19-20, Rom 2:14-16).
Dios, en Su revelación general ha demostrado su poder eterno y su divinidad estableciendo leyes morales generales y básicas en el corazón del ser humano, aunque éste, en su estado de perdición e injusticia, reprime esas verdades (Rom 1:21-31).
La Biblia es, para todo creyente, nuestra autoridad normativa en todo lo que se refiere a materias de fe y vida, y para juzgar todo razonamiento, revelación y experiencia humanas, propias y de otros (Jn 5:29). Por lo tanto, todas las normas humanas, para ser verdaderas, y por lo tanto válidas, deben basarse únicamente sobre las leyes de Dios escritas en el corazón del ser humano y en Su Palabra revelada (Mar 12.24).
Debido a que es un ser creado y a su estado caído, el ser humano no es intrínsecamente bueno ni puede perfeccionarse naturalmente, y por ello, no tiene ninguna autoridad legítima para crear sus propios criterios morales, y ni la sociedad, la cultura o el consenso general pueden usarse como bases legítimas para definir la conducta moral de las personas (Ecle 7:20, Rom 3:10-18).
Por ello mismo, las leyes humanas no tienen autoridad inherente en sí mismas, porque la autoridad final no tiene su origen en el ser humano, Las leyes humanas solo tienen autoridad en sí mismas cuando son establecidas en base a los principios de la Palabra de Dios y por autoridades delegadas por Dios.
La Naturaleza de la Salvación.
Únicamente Dios es la fuente de la salvación del hombre (Hch 4:12).
Jesucristo, Dios hecho Hombre, totalmente Dios y totalmente humano en Su encarnación, en virtud de Su vida perfecta, Su muerte expiatoria y sustitutiva, y la resurrección de Su cuerpo, es el Único mediador entre Dios y el ser humano pecador (Jn 3:16, 1 Tim 2:5, Heb 8.6, Heb 10:12-14).
La salvación en Cristo Jesús tiene como fin el de liberarnos de la presencia, poder y castigo del pecado (Rom 6:1-23), para llevarnos a una gozosa obediencia y servicio a Dios en su Reino presente y futuro (Rom 10:8-10, Jn 8:32-33, Rom 14.17, Mat 6:33).
La salvación corresponde y tiene efectos inmediatos sobre el destino terrenal del ser humano, así como sobre su destino eterno (2 Cor 5:17). De hecho, la Biblia, como la autoridad normativa para la vida del creyente, se refiere, básicamente (aunque no exclusivamente) a los efectos inmediatos sobre el destino terrenal del ser humano salvo (2 Tim 3:16, 2 Tim 2:15, Sant 1:21, 3 Jn 2, Sal 1.1-3).
Debido a su naturaleza caída, el ser humano pecador no puede iniciar, merecer o lograr su propia salvación por medios como las obras, la educación, los programas sociales, las actividades políticas, la ingeniería genética, la psicología, la auto-realización, o cualquier otro medio exclusivamente humano (Gal 2:16, Efe 2:8-10, Isa 64:6).
La salvación es un regalo otorgado por Dios al ser humano, sobrenaturalmente dada por Dios a aquellos que creen en Jesucristo como Señor, por medio de la obra de convicción y dirección del Espíritu Santo (Efe 2:8-9, Jn 3:16-18).
La Naturaleza del Gobierno Humano.
La institución y autoridad del gobierno humano ha sido ordenada por Dios (Gen 9:5, Rom 13.1, Deut 17.14-15).
El deber de todo ciudadano es obedecer a las autoridades establecidas por Dios (Rom 13.1-2), aunque no está obligado a obedecer a un gobierno que transgreda el mandato conferido por Dios o que requiera que desobedezca las leyes de Dios (Hch 4:19, Hch 5:29).
Dios ha establecido una gran diversidad de formas de gobierno humano como el individual (Efe 5:21), familiar (Efe 5:22-23), eclesiástico (Efe 4.11, 1 Tim 5:17, 1 Tim 3:4-5) y civil (Exo 18:1-27, Rom 13.1-7).
Ninguna forma de gobierno (o gobernante) obtiene su autoridad de otra fuente que no sea Dios (Rom 13:1-2), pero ello no implica que tenga poder absoluto o completa jurisdicción sobre las otras formas de gobierno humano (Hch 4:19, Hch 5:29).
Dios no aprueba cualquier sistema de gobierno, o gobernante, aunque muchas veces lo permite en orden al cumplimiento de los propósitos de Su plan redentor.
Los creyentes tenemos la obligación de fomentar un buen gobierno, a través de la escogencia de gobernantes sabios (Deut 17.14-15), la promoción de los principios y valores del Reino en la vida personal, familiar y de la nación (Mat 6:33), y la influencia directa mediante la participación en el servicio público de nuestras naciones (Prov 29:2). Ningún creyente puede cumplir con sus responsabilidades para con Dios aislándose del cumplimiento de sus responsabilidades en las esferas social, cultural y política, las cuales tienen el propósito de influencia la sociedad en dirección a Dios y para el bien de los seres humanos (Mat 5:13-16, Mat 13.33, Luc 10:25-37).
La Naturaleza (y el Propósito) de la Historia.
Aún cuando el ser humano y las naciones son el centro de atención y el tema de la historia, Dios es su autor y consumador (Hch 17:26-28). Por lo tanto, es un gran error interpretar el objetivo, propósito y significado de la historia solamente desde un punto de vista humano, social y/o natural, descuidando o negando la obra directiva de Dios en ella.
Dios dirige el curso de la historia humana en forma soberana y providencial, naturalmente a través de la dinámica de los procesos desarrollados por los seres humanos y las naciones (Heb 11.3), y cuando es necesario, mediante Su intervención sobrenatural, para llevar a cabo los propósitos de Su plan redentor, y para conferirle alabanzas y gloria a El y una vida de bienestar a Sus hijos.
La suprema meta de la historia es la manifestación de la gloria de Dios.
La consumación de la historia es el triunfo final de Dios sobre la muerte, el mal y sus consecuencias (Apo 21-22).
BIBLIOGRAFÍA.
Afirmaciones y Negaciones de Oak Ridge.
www.contra-mundum.org
La Palabra como Ley y como Evangelio.
Herman Bavinck - Project Neocalvinisme
www.contra-mundum.org
La Trinidad.
Herman Bavinck - Project Neocalvinisme
www.contra-mundum.org
ASUNTOS ESENCIALES.
Antes de comenzar a desarrollar algunas de las aplicaciones prácticas de la Cosmovisión Bíblica en la diversidad de relaciones y campos de actividad humanos, es importante que hagamos una reseña de algunas perspectivas doctrinarias que son importantes, que fundamentan la cosmovisión bíblica y que constituyen la base de esas aplicaciones.
Estos asuntos esenciales tratan de:
La autoridad de la Biblia, la fuente de nuestro conocimiento de Dios, el Autor de la Cosmovisión Bíblica y la fuente para conocer y aprender esa Cosmovisión y la base normativa para desarrollar las aplicaciones de esa Cosmovisión a todos los aspectos de la vida.
La Trinidad y los atributos de Dios, el Autor de la Biblia y de la Cosmovisión Bíblica, cuya naturaleza y atributos se manifiestan en ellas, y cuyos propósitos se cumplen en ambas.
La Naturaleza de Dios, el Universo, el Ser Humano, la Verdad, los Valores Verdaderos, la Autoridad, la Salvación, el Gobierno Humano y la Historia, asuntos todos que son claves en cuanto al fundamento y entendimiento de la Cosmovisión de Dios.
LA AUTORIDAD DE LA BIBLIA.
La Biblia.
Es el testimonio de Dios acerca de sí mismo (Jn 5:39), para revelarse al mundo perdido a través de Jesucristo (Jn 14.6-11), como Creador (Gen 1.1-31) y Señor (Rom 10:8-10), Redentor (Isa 44:6, Isa 44:24) y Juez (Jue 11:27, 1 Sam 24:15).
Tiene autoridad divina infalible en todos los temas que toca (2 Tim 3:16, Apo 22:18-19).
Debe ser obedecida como mandamiento de Dios en todo lo que ella requiere (Jn 14:15, Jn 14:21).
Debe ser acogida como garantía de Dios en todo lo que promete (Num 23:19, 1 Rey 8:56).
Importancia de la Doctrina de la Autoridad de la Biblia.
Es un elemento central para la Iglesia Cristiana en todas las épocas y nuestra fuente de conocimiento y entendimiento de la cosmovisión de Dios acerca de la vida, el mundo y el ser humano y nuestro rol y propósito en Dios..
Negar la Escritura, parcialmente, aunque sea en una mínima parte, o totalmente, así como no someterse a Sus demandas, es negar el testimonio de Dios, Jesucristo y del Espíritu Santo (2 Tim 3:16, Apo 22:18-19).
El apartarse de las Escrituras en lo que se refiere a fe y conducta es demostrar deslealtad a nuestro Señor (Mar 7:6-13). El reconocimiento de la verdad total y de la veracidad de las Santas Escrituras es esencial para captar y confesar su autoridad en una forma completa y adecuada (Mat 28:18-20)
Los que profesan su fe en Jesucristo como Señor y Salvador son llamados a demostrar la realidad del discipulado obedeciendo la Palabra escrita de Dios (Mat 28.18-20, 2 Tim 2:2).
Debe de ser recibida como la absoluta Palabra de Dios. No recibe Su autoridad de la Iglesia, de la tradición o de cualquier otra fuente humana (2 Tim 3:16).
La autoridad de la Iglesia está bajo la autoridad de las Escrituras. Ni los credos, las declaraciones teológicas, los concilios o las declaraciones de la Iglesia tienen igual ni mayor autoridad que la Biblia (Mar 7:6-13).
Una confesión de la completa autoría, infalibilidad, inerrabilidad y autoridad de las Escrituras es fundamental para tener una comprensión sólida de la totalidad de la fe cristiana. Cualquier rechazo de esas verdades tiene graves consecuencias para la persona y la iglesia (2 Tim 3:16).
La Autoría de la Biblia.
Es la Palabra del propio Dios, escrita por hombres preparados y dirigidos por su Espíritu (2 Ped 1.20-21) para transmitirnos los fundamentos de Su cosmovisión y Su propósito para nosotros, sus hijos e hijas.
Es, en su totalidad, la revelación dada por Dios, de una manera progresiva, desde el Libro de Génesis hasta el de Apocalipsis (2 Tim 3:16).
Ninguna revelación posterior puede de alguna forma corregirla o contradecirla (Apo 22.18-19).
Ninguna revelación normativa puede ser dada fuera de las que ya están escritas (Apo 22.18-19, Mat 5:19).
No es simplemente un testimonio de la revelación ni se convierte en revelación solo cuando se hace vida (rhema) en la persona.
La Inspiración de las Escrituras.
La inspiración fue una obra por la cual Dios, por medio de su Espíritu y de escritores humanos, nos dio su Palabra (2 Ped 1:20-21).
Dios, en su obra de inspiración, usó la personalidad característica y el estilo literario de cada uno de los escritores que El había elegido y preparado, sin anular sus personalidades.
Los escritores utilizaron las palabras exactas que El había elegido. En su totalidad y en cada una de sus partes, fueron divinamente inspiradas, garantizando Dios mismo que sus declaraciones eran verdaderas y fidedignas en todo aquello que fueron impulsados a escribir (2 Tim 3:16).
La inspiración de Dios, en sentido estricto, se aplica solamente al texto autográfico (original) de la Biblia, el cual, gracias a la providencia de Dios, puede ser comprobado con gran exactitud por los manuscritos que están a la disposición de todos los interesados
El modo usado para transmitir esta inspiración divina continúa siendo, en gran parte, un misterio para nosotros.
La Infalibilidad de las Escrituras.
Siendo completa y verbalmente dadas por Dios (2 Tim 3:16, 2 Ped 1:20-21), las Escrituras son sin error o falta en todas sus enseñanzas, tanto en lo que declaran acerca de los actos de creación de Dios, acerca de los eventos de la historia del mundo, acerca de su propio origen literario bajo la dirección de Dios, como en su testimonio de la gracia redentora de Dios en la vida de cada persona.
Habiendo sido divinamente inspiradas, son infalibles de modo que nunca nos podrían engañar (Num 23.19), y son verdaderas y fiables en todo lo referente a los asuntos que tratan, tanto espirituales como terrenales; están libres de errores, falsedades, fraudes y/o engaños.
Dada la inspiración de las Escrituras, ni la finitud ni el estado de perdición de los escritores humanos introdujeron alguna distorsión de la verdad o alguna falsedad en la Palabra.
Ningún elemento esencial de la fe cristiana está afectado por la ausencia de textos autográficos, y dada la gran cantidad y exactitud de los manuscritos copiados de ellos, la ausencia de alguno de ellos no afecta su infalibilidad.
Su autoridad es inevitablemente afectada sin el reconocimiento pleno de su infalibilidad.
Se afecta su infalibilidad cuando:
• De algún modo es limitada o ignorada.
• Cuando es sometida a alguna opinión que es contraria a ella.
Las copias y traducciones de la Escritura son la Palabra de Dios hasta el punto en que representen fielmente los manuscritos originales.
La Inerrabilidad de la Biblia.
Se refiere a la completa veracidad de las Escrituras, y a la ausencia en ellas de errores, imprecisiones y falsedades respecto a los principios declarados en ellas.
Se basa y complementa con la doctrina acerca de la inspiración de ellas (2 Tim 3:16, 2 Ped 1:20-21)
No es correcto evaluar las Escrituras de acuerdo con las normas de verdad y error que sean ajenas a su uso o propósito (Mat 18:16). Por lo mismo, no pueden ser invalidadas por:
• Hechos que narra que puedan carecer de la precisión técnica moderna.
• Las hipótesis científicas de la historia terrestre acerca de la Creación y el diluvio.
• Irregularidades gramaticales u ortográficas.
• Descripciones observables de la naturaleza.
• Algunas narraciones de perspectivas personales de sus personajes, que son erróneas.
• Presuntos errores y discrepancias que todavía no han sido resueltos, pero que no menoscaban las verdades declaradas en la Biblia.
• El uso de hipérboles y de números completos.
• El arreglo temático del material.
• La selección de material diferente en versiones paralelas:
• El uso de citas libres.
• Apelaciones, complacencias o acomodamientos a sucesos de actualidad.
• Cualquier limitación natural de la humanidad de Jesús.
El testimonio del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo da testimonio de las Escrituras y asegura a los creyentes de la veracidad de la Palabra escrita de Dios (Jn 14:26, 1 Cor 2.10)
Abre nuestro entendimiento para comprender su significado (Heb 9:8, Heb 10:15-17)
La autentica en nuestro espíritu por medio de Su testimonio (Hch 5:32, 1 Cor 12:3).
Produce fe en su mensaje.
Hace posible que nos apropiemos de las Escrituras para aplicarlas en nuestra vida.
El Espíritu Santo no puede obrar ni dar un testimonio contrario a ella.
La Interpretación de las Escrituras (Hermenéutica).
Pre-entendimiento. El mensaje de las Escrituras no deriva o se establece por el entendimiento del intérprete (Mat 22:16, Mar 12.14)
Cualquier pre-entendimiento que el intérprete tenga acerca de la Escrituras tiene que estar en armonía con las enseñanzas bíblicas y estar sujeto a ser corregido por las mismas (Efe 4:22-24, Rom 12.2).
Lo que el texto comunica al intérprete debe estar controlado por el significado explícito de las Escrituras y no por sus pre-entendimientos.
Claridad de las Escrituras. Las Escrituras son totalmente claras, específicamente cuando éstas se refieren al mensaje de salvación del pecado (Heb 1.1-2 Mat 18.16, 2 Cor 13:1).
Una persona no debe depender de un erudito bíblico para comprenderlas (Jn 5:39, 1 Jn 2:27), aunque es bueno consultarlos cada vez que haya oportunidad, para enriquecer nuestro entendimiento de ellas (Prov 11:14, Prov 15:22, Prov 24:6).
La Persona y la obra de Jesucristo son el foco central de la totalidad de la Biblia (Jn 5:39) de tal modo que cualquier método de interpretación que rechace u oscurezca esta centralidad de Cristo en las Escrituras es incorrecto (1 Jn 4:2-3, 2 Jn 1:7, Hch 10:43).
Literalidad. La primera y principal regla, y la más importante necesidad, de interpretación de la Biblia es de acuerdo con su sentido literal o normal (2 Ped 1.20, Heb 1.1-2)
El sentido literal y normal de la Escritura es el sentido histórico-gramatical, esto es, el significado que expresó el escritor, teniendo en cuenta sus formas y recursos literarios.
Para obtener una interpretación correcta del texto bíblico es esencial estar conscientes de las categorías literarias, formales y estilísticas de las diferentes partes de las Escrituras.
Auto-interpretación. La autoridad normativa de las Escrituras es la autoridad de Dios mismo, atestiguada por Jesucristo. Tal como Cristo es Dios y Hombre en una sola Persona, así mismo las Escrituras son indivisibles, siendo la Palabra de Dios en lenguaje humano. . Las Escrituras deben ser usadas para interpretar cualquier parte de sí mismas (Heb 1.1-2 Mat 18.16, 2 Cor 13:1). Toda la Escritura manifiesta unidad, armonía y consistencia, por lo que ella es su propio y mejor intérprete. La interpretación que la Biblia hace de sí misma es siempre correcta, y nunca se desvía del significado único del texto inspirado, sino que lo aclara.
Auto-examen. La Biblia expresa la verdad de Dios en forma de declaraciones proposicionales (que nos someten a examen, 2 Tim 3:16).
El significado expresado en cada texto bíblico es único, definitivo y fijo.
Sin embargo, ello no elimina la variedad de su aplicación en diversas circunstancias de la vida.
Culturalidad e inter-culturalidad. La Biblia contiene enseñanzas y mandatos que se aplican a todos los contextos culturales y situacionales, en tanto que hay otros en que la misma Biblia demuestra que se aplican solamente a situaciones especiales.
Esa distinción es determinada por la Biblia misma y no puede ser determinada por factores culturales y situacionales, como tampoco los mandatos universales pueden ser considerados cultural o situacionalmente relativos (2 Tim 3:16, Mat 5:17-18).
Al emprender la tarea de traducir la Biblia y enseñarla en el contexto de cada cultura, se tienen que usar solamente los equivalentes que son fieles al contenido de las enseñanzas bíblicas.
Verdad bíblica y extra-bíblica. Dios es el autor de toda verdad y de todas las verdades, bíblicas y extra-bíblicas, no solo en los asuntos espirituales sino también en asuntos que se refieren a la naturaleza, a la historia o a cualquier otra cosa (Exo 34:6, Deut 32.4, Sal 37:3, Sal 86:15, Sal 119:142, Sal 119:160, Jn 14:6).
Por lo tanto entre ellas debe haber consistencia y coherencia.
La información extra-bíblica es útil cuando tiene valor para aclarar lo que enseñan las Escrituras y para dar lugar a la corrección de interpretaciones incorrectas.
Cualquier genuina información extra-bíblica y/o científica será consistente con el verdadero significado de cualquier pasaje bíblico.
La interpretación correcta debe considerar siempre la existencia de la armonía entre la revelación especial y general.
Otras consideraciones.
Los escritores posteriores de las Escrituras no pudieron haber malinterpretado los pasajes de la Biblia escritos anteriormente cuando los citaron o se refirieron a ellos.
Ninguna interpretación de las Escrituras es válida si lleva a considerar alguna de sus enseñanzas como relativa y/o no histórica, descartándola o rechazando su declaración de autoría (Mat 5:19, Apo 22:18-19).
Igualmente ninguna interpretación puede ser válida si parece que un pasaje corrige y/o contradice a otro.
El hombre natural, aparte del Espíritu Santo, no puede discernir espiritualmente el mensaje bíblico. Por ello debemos negar toda interpretación del texto bíblico que trate de adaptarlos a pre-entendimientos extraños que sean inconsistentes con ellos mismos, como por ejemplo el naturalismo, el evolucionismo, el cientismo, el humanismo secular, el relativismo, etc. (1 Cor 2:14, 1 Cor 1:21, 1 Cor 1:18, Efe 1:17-19, Jn 12:40, 2 Cor 4:4).
El único tipo de predicación que expresa la revelación divina y su aplicación apropiada a la vida es la que expone fielmente el texto bíblico como la Palabra de Dios.
LA TRINIDAD Y LOS ATRIBUTOS DE DIOS.
Introducción.
La doctrina histórica de la Trinidad y de los atributos de Dios forman los pilares fundamentales del cristianismo sobre los cuales se apoyan muchas otras doctrinas y verdades básicas de la teología cristiana. Estas también proveen respuestas a ciertas preguntas filosóficas básicas como la conexión entre los mundos visibles e invisibles. El conocimiento y la fe en estas doctrinas son necesarias para ser salvos y para adorar al único Dios verdadero.
Hoy, muchos teólogos liberales están negando la Trinidad, otros teólogos están volviéndose al “modalismo”, y otros pastores y líderes no tienen suficiente interés o conocimiento teológico para importarles lo que se crea acerca de la Trinidad. Es necesario combatir esos tres cánceres anti-bíblicos mortales, tratándolos, exponiéndolos y aclarándolos. Y ello implica el reconocimiento de la doctrina de la Trinidad y de los atributos de Dios.
El “modalismo” es una posición pseudo-teológica, que surgió en el siglo tercero de la iglesia, perdió fuerza, y en los últimos cincuenta años ha estado tratando de resurgir, que sostiene erróneamente que Dios no es una trinidad de tres Personas distintas, sino que es sólo una Persona divina que se manifiesta de tres modos en diferentes momentos, como si fuera un actor que desempeñara tres papeles diferentes. Algunos que creen en esta herejía piensan al mismo tiempo que realmente creen en la Trinidad.
El Único y Verdadero Dios.
Hay un solo Dios viviente (1 Tim 2:15) y verdadero (Deut 32:4, Jn 14.6), eterno (Gen 21:33), incorpóreo (Jn 4:24), sin partes, de un poder (Gen 17.1), sabiduría (Prov 2:6-7, Prov 3:19) y bondad infinita (Sal 31:19, Sal 145:7); el Hacedor (Gen 1:1-31) y Protector (Heb 1.3) de todo lo visible e invisible. No hay otro Dios aparte del único, verdadero Dios de la Biblia. El Dios único y verdadero es el Dios de la Biblia (Deut 4:35, 1 Sam 2:2, 2 Sam 7:22).
Dios está adecuada y correctamente, aunque no exhaustivamente, revelado en el Antiguo y Nuevo Testamentos (Jn 5:39). Fue revelado por la inspiración divina en el lenguaje infalible de los profetas, escritores y apóstoles de Dios (2 Tim 3:16).
Es inadmisible cualquiera y todos los puntos de vista que nieguen o se desvíen del concepto judeo-cristiano tradicional de Dios, como el ateísmo, el deísmo, el deísmo finito, el panteísmo, el politeísmo o el dios-en-proceso del panteísmo.
La Trinidad.
Este único Dios verdadero existe en una Trinidad de tres Personas, de una esencia, de un poder y de una eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y no como tres Dioses separados (1 Jn 5:7).
Adoramos a este Dios en Trinidad, y a la Trinidad en Unidad, sin ni confundir las Personas, ni dividir la Esencia.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Personas distintas en la Deidad (Mat 3:16-17, Mar 1:9-11, Luc 3:21-22); de modo que el Padre no es ni el Hijo ni el Espíritu, el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu y el Espíritu no es ni el Padre ni el Hijo, sino que cada una de las tres Personas es Dios en su totalidad, posee todos los atributos de Dios pues es igual en cada perfección divina y ejecuta un oficio distinto y armonioso en la obra de redención (Jn 10:30, Jn 17:22, Rom 1.1-4).
En la Unidad de la Trinidad, el Padre no es engendrado ni procedente de nadie: el Hijo es eternamente engendrado del Padre (Hch 13:33, Heb 1:5, Heb 5.5, 1 Jn 5:18): el Espiríritu Santo es eternamente procedente del Padre y del Hijo (Jn 15:26).
Hay sólo un Señor Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios (Jn 1:14, Jn 1.18, Jn 3:16, Jn 3:18, 1 Jn 4:9), engendrado del Padre antes de todos los mundos (Hch 13:33, Heb 1:5, Heb 5:5), Dios de Dios, Luz de Luz, único Dios de único Dios (Jn 10:30, Jn 17:22), engendrado, no creado, siendo de la misma esencia divina con el Padre; por el cual todas las cosas fueron hechas (Col 1:15-20, Heb 1.3, Jn 1:3).
Las herejías del Modalismo y el Arrianismo
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son diferentes manifestaciones, personajes, apariciones o modos de acción de sólo una Persona de la Deidad como fue alegado por la herejía llamada Modalismo (o Monarquianismo Modalista) del siglo tercero, y también por ciertas sectas actuales. Nadie puede correctamente llamarse cristiano si niega la doctrina histórica de la Trinidad, o si niega la total divinidad del Hijo o del Espíritu Santo como lo hicieron los arrianos los cuales fueron condenados como heréticos en el año 325 A.D., y como también lo hacen los religiosos liberales de este siglo (1 Jn 2:22-23, 1 Jn 4:3, 2 Jn 1:7)
Los Atributos de Dios.
El Dios del Antiguo Testamento y el Dios del Nuevo Testamento es el mismo Dios. No hay ninguna diferencia entre el Jehová del Antiguo Testamento y el Dios Trino del Nuevo Testamento referente a la justicia y misericordia o en cualquier otro de Sus atributos ya que es el mismo Dios inmutable (Mal 3:6, Heb 13:8).
La auto-revelación de Dios en las Escrituras no es, ni una sola vez, ilógicamente inconsistente, aunque las mentes finitas del hombre no puedan nunca dilucidar la profundidad de todas las verdades de Dios (Isa 55:8-9, Efe 1:17-19, Isa 45:2-3).
Por ello, no es correcto o reverente que el ser humano, demande que su Creador le conteste sus preguntas acerca de Sí mismo antes de que éste someta su voluntad a Dios.
Dios, en las tres Personas, existe por toda la eternidad (pasada, presente y futura) (Neh 9:5, Sal 106:48), y es omnipotente, omnisciente, auto-existente, indivisible, inmutable y personal, perfecto en su santidad, justicia, amor, misericordia y paternidad, en Su Ser y en todas Sus actividades, palabras, motivos y decisiones.
La infinidad de Dios no disminuye su valor como Dios personal, ni Su Ser personal limita su infinidad (Sal 139.1-24). Su santidad y justicia nunca están en conflicto con Su amor y compasión (Sal 103:7, Sal 33:5, Sal 36:10, Sal 85:10).
La Trascendencia y la Inmanencia de Dios.
Dios es simultáneamente trascendente (es más que) sobre Su creación (1 Rey 8:27, 2 Cro 6:18) e inmanente en ella (refleja algunas de los atributos de El sin que exista una identificación con ella) (Rom 1:20, Sal 19:1).
La Intervención Natural y Sobrenatural de Dios.
Dios normalmente interviene en el desarrollo de los acontecimientos naturales y humanos para llevar a cabo Sus propósitos soberanos y redentores, a través de las leyes naturales y sociales que son inherentes a la creación de esos acontecimientos (Hch 17:25, Heb 1.3, Col 1.15-17). Adicionalmente, Dios, cuando es necesario, también interviene sobrenaturalmente en el desarrollo de ellos, cuando el cumplimiento de Sus propósitos así lo demanda (Gen 1:1-31, Gen 6-8).
Las Dos Naturalezas de Cristo.
Cuando Dios el Hijo fue encarnado en forma de ser humano en la virgen María (Mat 1:20, Mat 1:23), El fue perfectamente divino y también perfectamente humano (Fil 2:5-8); fue Dios verdadero y hombre verdadero, de espíritu, cuerpo y alma; consustancial con el Padre de acuerdo a la Deidad, y consustancial con nosotros de acuerdo a la humanidad; en todo como nosotros, pero sin pecado (Heb 4:15).
Se le reconoce en sus dos naturalezas, inconfundibles, incambiables, indivisibles, inseparables (Apo 1:11-18).
Estas naturalezas se distinguen en que no se pierden por la unión, sino que más bien la propiedad de cada una de ellas se preserva; y en que concurren en una Persona y en una Subsistencia, uno y el mismo Hijo, el único engendrado, Dios la Palabra, el Señor Jesucristo, no repartidas o divididas entre dos personas.
Jesucristo nuestro Señor y Salvador no es menos de cien por cien Dios o menos de cien por cien hombre
Sus dos naturalezas distintas, la divina y la humana, no resultaron en que El sea más de una sola persona, el Hijo de Dios encarnado.
Después de haber tomado la forma de un cuerpo humano para completar Su trabajo como Profeta, Sacerdote y Rey, El no va a existir jamás, por toda la eternidad, en alguna otra forma que no sea en la de un cuerpo humano glorificado (Rom 6:9), y reinará como Rey a la mano derecha del Padre (Col 3:1).
OTROS ASUNTOS ESENCIALES.
La Naturaleza de Dios.
Hay sólo un Dios viviente (1 Tim 2:5, Deut 4:35, Deut 4:39, 1 Sam 2:2)
Personal (no impersonal) (Sal 139:1-24).
Infinito (no finito) en su ser y perfección (Sal 147.5, 1 Rey 8:27, 2 Cro 6:18).
Eterno (no temporal, (Gen 21:33, Deut 33:27, Isa 40:28), autoexistente (no creado), inmutable (no cambia, Mal 3:6, Sant 1:17), indivisible (no divisible).
Omnipotente (no limitado en su poder, Gen 28:3, Gen 35:11), omnisciente (no limitado en su conocimiento, Jn 21.17) y omnipresente (no limitado en su presencia en el universo, Sal 139:7-12).
Es un espíritu absolutamente puro, invisible y único (Jn 4:24).
Es totalmente santo (1 Ped 1:6), justo (Sal 7.11), perfecto (Mat 5:48), bondadoso (2 Cro 6:41), auténtico (Jn 14.6), amoroso (1 Jn 4:8) y misericordioso (Exo 34:6), tanto en Su propio ser como en todos Sus atributos, obras y actividades.
Creador y sustentador de todo el Universo, los cielos y la tierra (lo que es y existe, Gen 1:1, Jn 1:3, Heb 1:3, Rom 11:36).
Existe completamente aparte de su creación (trascendente, 1 Rey 8:27, 2 Cro 6:18).
No es completamente diferente a Su Creación, que posee algo de Su esencia aunque no puede ser identificado como ella (inmanente, Rom 1:20, Sal 19:1)
A través de los procesos naturales y sociales, permanentemente interviene en la vida de los seres humanos, en la naturaleza, en lo sociedad y en la historia, pero también, cuando es necesario, interviene en ellas de forma sobrenatural para llevar a cabo los propósitos de Su plan redentor (Hch 17:25, Heb 1.3, Col 1.15-17, Gen 1:1-31, Gen 6-8).
Dios existe eternamente en la forma de tres Personas distintas (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Cada una de estas personas tiene los mismos atributos divinos los cuales son compartidos igualmente. No significa que sean tres personalidades distintas. Cada una de estas Personas es divina, es Dios. Las tres Personas son un solo y mismo Dios (Mat 3:16-17, Mar 1:9-11, Luc 3:21-22, Jn 10:30, Jn 17:22, Rom 1.1-4):
• Implica que son un solo Ser.
• Implica que no son menos de tres Personas eternas.
Jesucristo, en Su encarnación, es totalmente Dios y totalmente humano, dos naturalezas en una sola persona, inconfundibles, inmutables, indivisibles e inseparables (no pueden confundirse, cambiarse o dividirse). Una no se puede separar de la otra. Jesús, el Hijo de Dios, no puede separarse de Jesús, el Hijo del Hombre (Mat 1:20, Mat 1:23, Fil 2:5-8, Apo 1:11-18, Heb 4:15).
La Naturaleza del Universo.
El universo entero (la tierra y el cielo, todos los seres y cosas aparte de Dios, los ángeles, la naturaleza, la humanidad) fue creado por Dios de la nada (Gen 1.1, Jn 1:3, Heb 1:3, Heb 11.3).
• Existe completamente aparte de Dios aunque depende totalmente de El, Su Creador.
• No puede ser identificado con Dios, pero no existe independientemente de El.
• No es como Dios, pero en su esencia, lo manifiesta a El (Rom 1:20, Sal 19:1).
• Es finito (no eterno) y real (no ilusorio).
• Aunque fue creado por Dios, no salió de Dios.
• Tampoco fue creado de materia pre-existente.
La Naturaleza del Ser Humano.
El ser humano, hombre y mujer, fue creado expresamente por Dios (Gen 1:26-27, Gen 2:7, Gen 2:21-22, Gen 5:1-2).
No evolucionó a partir de ciertas especies ni deriva genéticamente de seres vivientes inferiores. Fue creado a la imagen y parecido de Dios, pero no es Dios (Gen 1:26-27).
Fue dotado de una inmensa dignidad y valor por esa razón (Gen 2:8, Sal 8:4-9). Por ello es inadmisible cualquier punto de vista que rebaje o desmerezca la libertad, dignidad y valor que Dios le dio al ser humano, hombre y mujer (abuso, racismo, discriminación, etc.), o que lo reduzca al estado de meros animales superiores (evolucionismo, racionalismo).
Desde el momento de su concepción (nonatos) es una persona que tiene una existencia consciente individual y eterna que se extiende más allá de la muerte física (Sal 139:13-16).
Es un ser racional y moral (su forma de actuar no está establecida genética o ecológicamente, Gen 2:16-17). Por lo tanto es responsable de sus decisiones y acciones (esa responsabilidad no está limitada a sí mismo y/o a la sociedad en la que vive, sino que es responsable delante de Dios).
En última instancia, tendrá que dar cuentas a Dios de todo su ser y de su estilo de vida –relaciones y actividades-- (mayordomía, Mat 25:14-30, 1 Cor 3:12-14).
Debido a la rebelión del primer hombre contra Dios, toda su descendencia (la humanidad) y su medio ambiente natural y social existen en un estado de corrupción, y por esa causa, viven bajo un estado de maldición (Gen 3:6-24). Por esa misma razón, el ser humano no puede acceder a la perfección a través de medios humanos, naturales o sociales solamente. Necesita de Dios para ello (Fil 1:6, Jn 15:1-5)
La Naturaleza de la Verdad.
El concepto de verdad puede tomarse en tres sentidos: ontológico, lógico y ético.
Verdad ontológica es la propia realidad de las cosas en su relación a una mente que pueda captar su esencia objetiva sin prejuicios y alucinaciones. Como la realidad de las cosas es trascendente, más allá de lo que podemos ver, y se manifiesta en múltiples y cambiantes facetas, no es posible captar con nuestra mente limitada toda la verdad objetiva que se encierra en un ser, aunque si podemos captar una parte de esa verdad.
La verdad lógica es la determinación o relación adecuada de uno o varios aspectos de la realidad, formada en nuestros juicios (a través de la percepción e ideación) acerca de dicha realidad. Por la misma calidad trascendente de las cosas y/o fenómenos y a causa de la limitación del campo de nuestra visión, de las imperfecciones de nuestra percepción y de los prejuicios, solo podemos aprehender ciertos aspectos de esa verdad.
La verdad ética es la veracidad o adecuación entre lo que pensamos y lo que decimos o hacemos, la fidelidad a las normas de vida (principios y/o valores) que hemos adoptado como propias.
Desde la perspectiva solamente humana, entonces, la verdad, por nuestras propias limitaciones, es relativa. Por ello, ningún ser humano puede ser el autor supremo de la verdad o el que determine lo que es verdad. Pero ello no implica que la verdad sea algo relativo, subjetivo o basado en la experiencia.
El concepto de verdad exige y requiere, no verdades relativas, sino absolutas.
Solo Dios es verdadero (Jn 14:6, Jn 17:3). El es la Verdad y el Autor supremo de toda verdad (Rom 3.4, Jn 8:44).
Como Dios es omnisciente, El lo sabe todo de una manera perfecta, total y única (Jn 21:17, Sal 119.160, Jn 17:17)
La Verdad (Dios) y la verdad (la realidad objetiva de todas las cosas) es objetiva, absoluta y sin ninguna contradicción, independientemente de las limitaciones del ser humano para aprehenderla.
La verdad ética, que deriva de la verdad ontológica y lógica de la realidad, solo tiene una fuente absoluta: Dios, porque solo Dios conoce entera y plenamente todas las cosas.
La verdad básica y fundamental que el ser humano requiere (ontológica, lógica y ética) está manifestada en la revelación especial de Dios en la Biblia, aunque esta no sea exhaustiva ni total (Jn 8:31.32, Jn 5:39, Mat 22:29, Mar 12:24).
A pesar de las limitaciones del conocimiento humano para conocer la verdad, Dios le ha dotado de las cualidades y atributos necesarios para aprehender, comunicar y utilizar partes de esa verdad necesarias para conocerle a El (Jn 8:31-32, Jn 5:39), y para producir mejoras en la calidad de vida humana (Gen 1.28).
El ser humano puede conocer más aspectos de la verdad solo en la medida en que Dios se la revele, sea por procesos lógicos naturales o por revelación (conocimiento sobrenatural, (Rom 1.17-20, Col 2:1-3, Efe 1:17-19).
Todo conocimiento que el ser humano logre en el ejercicio de la imagen y semejanza de Dios, para ser verdad, debe estar de acuerdo con la verdad básica y fundamental manifestada en la Biblia.
La Naturaleza de los Valores Verdaderos.
Como Dios es la Verdad, solo El (y no el ser humano, la sociedad o algo natural o social) es la fuente de todos los valores correctos y justos, objetivos y absolutos (no son subjetivos, relativos o culturales). Y El nos ha dejado por escrito esos valores en su Palabra Revelada, la Biblia, que es la única expresión perfecta, exhaustiva y completa de los valores de Dios (Jn 5:39, Mar 12.24, Jn 8:31-32, Mat 6:33, Sal 109:105).
Como Dios es verdadero, bueno, santo y justo, los valores que El nos enseña en Su Palabra revelada, reflejan Su carácter moral.
Como esos valores tienen su fuente en Dios, nos ponen a todos los seres humanos, sea que los aceptemos o los rechacemos, bajo una obligación normativa por la cual deberíamos ordenar nuestras vidas, y de cuyo cumplimiento vamos a dar cuentas delante de Dios (Apo 20:11-13, 1 Cor 3:12-14).
No está justificado que el ser humano cree valores verdaderos para sí mismo o para la sociedad en que vive que estén en contradicción con los valores manifestados en la Biblia (Rom 1:21-32).
El hecho de que muchas personas en el mundo no sepan de la existencia de la Biblia no los exonera de las obligaciones morales escritas y reveladas por Dios en sus corazones (Rom 1:17-20)
La Naturaleza de la Autoridad.
Por ser Dios, y además por ser el Creador de todo el Universo, el único y verdadero origen de toda autoridad es Dios (Rom 13.1), y la ha expresado al ser humano en Su revelación general (la creación y la conciencia humana) y, más clara y completamente, en Su única revelación normativa, especial, inamovible e incambiable, la Biblia- (Rom 1:17, Rom 1:19-20, Rom 2:14-16).
Dios, en Su revelación general ha demostrado su poder eterno y su divinidad estableciendo leyes morales generales y básicas en el corazón del ser humano, aunque éste, en su estado de perdición e injusticia, reprime esas verdades (Rom 1:21-31).
La Biblia es, para todo creyente, nuestra autoridad normativa en todo lo que se refiere a materias de fe y vida, y para juzgar todo razonamiento, revelación y experiencia humanas, propias y de otros (Jn 5:29). Por lo tanto, todas las normas humanas, para ser verdaderas, y por lo tanto válidas, deben basarse únicamente sobre las leyes de Dios escritas en el corazón del ser humano y en Su Palabra revelada (Mar 12.24).
Debido a que es un ser creado y a su estado caído, el ser humano no es intrínsecamente bueno ni puede perfeccionarse naturalmente, y por ello, no tiene ninguna autoridad legítima para crear sus propios criterios morales, y ni la sociedad, la cultura o el consenso general pueden usarse como bases legítimas para definir la conducta moral de las personas (Ecle 7:20, Rom 3:10-18).
Por ello mismo, las leyes humanas no tienen autoridad inherente en sí mismas, porque la autoridad final no tiene su origen en el ser humano, Las leyes humanas solo tienen autoridad en sí mismas cuando son establecidas en base a los principios de la Palabra de Dios y por autoridades delegadas por Dios.
La Naturaleza de la Salvación.
Únicamente Dios es la fuente de la salvación del hombre (Hch 4:12).
Jesucristo, Dios hecho Hombre, totalmente Dios y totalmente humano en Su encarnación, en virtud de Su vida perfecta, Su muerte expiatoria y sustitutiva, y la resurrección de Su cuerpo, es el Único mediador entre Dios y el ser humano pecador (Jn 3:16, 1 Tim 2:5, Heb 8.6, Heb 10:12-14).
La salvación en Cristo Jesús tiene como fin el de liberarnos de la presencia, poder y castigo del pecado (Rom 6:1-23), para llevarnos a una gozosa obediencia y servicio a Dios en su Reino presente y futuro (Rom 10:8-10, Jn 8:32-33, Rom 14.17, Mat 6:33).
La salvación corresponde y tiene efectos inmediatos sobre el destino terrenal del ser humano, así como sobre su destino eterno (2 Cor 5:17). De hecho, la Biblia, como la autoridad normativa para la vida del creyente, se refiere, básicamente (aunque no exclusivamente) a los efectos inmediatos sobre el destino terrenal del ser humano salvo (2 Tim 3:16, 2 Tim 2:15, Sant 1:21, 3 Jn 2, Sal 1.1-3).
Debido a su naturaleza caída, el ser humano pecador no puede iniciar, merecer o lograr su propia salvación por medios como las obras, la educación, los programas sociales, las actividades políticas, la ingeniería genética, la psicología, la auto-realización, o cualquier otro medio exclusivamente humano (Gal 2:16, Efe 2:8-10, Isa 64:6).
La salvación es un regalo otorgado por Dios al ser humano, sobrenaturalmente dada por Dios a aquellos que creen en Jesucristo como Señor, por medio de la obra de convicción y dirección del Espíritu Santo (Efe 2:8-9, Jn 3:16-18).
La Naturaleza del Gobierno Humano.
La institución y autoridad del gobierno humano ha sido ordenada por Dios (Gen 9:5, Rom 13.1, Deut 17.14-15).
El deber de todo ciudadano es obedecer a las autoridades establecidas por Dios (Rom 13.1-2), aunque no está obligado a obedecer a un gobierno que transgreda el mandato conferido por Dios o que requiera que desobedezca las leyes de Dios (Hch 4:19, Hch 5:29).
Dios ha establecido una gran diversidad de formas de gobierno humano como el individual (Efe 5:21), familiar (Efe 5:22-23), eclesiástico (Efe 4.11, 1 Tim 5:17, 1 Tim 3:4-5) y civil (Exo 18:1-27, Rom 13.1-7).
Ninguna forma de gobierno (o gobernante) obtiene su autoridad de otra fuente que no sea Dios (Rom 13:1-2), pero ello no implica que tenga poder absoluto o completa jurisdicción sobre las otras formas de gobierno humano (Hch 4:19, Hch 5:29).
Dios no aprueba cualquier sistema de gobierno, o gobernante, aunque muchas veces lo permite en orden al cumplimiento de los propósitos de Su plan redentor.
Los creyentes tenemos la obligación de fomentar un buen gobierno, a través de la escogencia de gobernantes sabios (Deut 17.14-15), la promoción de los principios y valores del Reino en la vida personal, familiar y de la nación (Mat 6:33), y la influencia directa mediante la participación en el servicio público de nuestras naciones (Prov 29:2). Ningún creyente puede cumplir con sus responsabilidades para con Dios aislándose del cumplimiento de sus responsabilidades en las esferas social, cultural y política, las cuales tienen el propósito de influencia la sociedad en dirección a Dios y para el bien de los seres humanos (Mat 5:13-16, Mat 13.33, Luc 10:25-37).
La Naturaleza (y el Propósito) de la Historia.
Aún cuando el ser humano y las naciones son el centro de atención y el tema de la historia, Dios es su autor y consumador (Hch 17:26-28). Por lo tanto, es un gran error interpretar el objetivo, propósito y significado de la historia solamente desde un punto de vista humano, social y/o natural, descuidando o negando la obra directiva de Dios en ella.
Dios dirige el curso de la historia humana en forma soberana y providencial, naturalmente a través de la dinámica de los procesos desarrollados por los seres humanos y las naciones (Heb 11.3), y cuando es necesario, mediante Su intervención sobrenatural, para llevar a cabo los propósitos de Su plan redentor, y para conferirle alabanzas y gloria a El y una vida de bienestar a Sus hijos.
La suprema meta de la historia es la manifestación de la gloria de Dios.
La consumación de la historia es el triunfo final de Dios sobre la muerte, el mal y sus consecuencias (Apo 21-22).
BIBLIOGRAFÍA.
Afirmaciones y Negaciones de Oak Ridge.
www.contra-mundum.org
La Palabra como Ley y como Evangelio.
Herman Bavinck - Project Neocalvinisme
www.contra-mundum.org
La Trinidad.
Herman Bavinck - Project Neocalvinisme
www.contra-mundum.org
27
Jun
2009