Evangelismo
LA COSMOVISIÓN CRISTIANA BÍBLICA (28).
EL EVANGELISMO LOCAL Y MUNDIAL
Introducción.
Cuando Jesús inició Su ministerio, anunció que el reino de Dios se había acercado.
Después de ello dijo: “arrepentíos y creed al evangelio” (Mar 1:15).
Ello significaba que el Reino de Dios había invadido a una humanidad desordenada por el pecado y que la única manera de disfrutarlo era por el arrepentimiento y la recepción de El y Su reinado, tanto de manera personal como comunitaria.
El evangelismo verdadero, integral, no solo implica la salvación de las personas, sino el establecimiento del Señorío de Cristo sobre ella, sus relaciones y actividades (Rom 10:8-10), de tal manera que experimente una transformación individual y social que evidencie el Reino de Dios y su justicia (Mat 6:33) en él y lo extienda a todo su entorno de vida, de tal manera que su familia, relaciones laborales y sociales sean influenciadas y transformadas por el poder de Dios.
Estos son elementos que están ausentes en buena parte del evangelismo moderno.
La naturaleza del Evangelio.
El trasfondo con el que debemos entender y proclamar el evangelio es la condición perdida total y universal de la humanidad (Ecle 7:20, Rom 3:10-18), y como consecuencia de ello, de todas sus relaciones y actividades (Gen 3:6-19): con Dios, los demás y la creación misma; incluyendo una culpa inexcusable y la corrupción de la naturaleza humana por el pecado y la subsiguiente ira de Dios revelada contra toda impiedad e injusticia de los hombres (Rom 1:18).
El ser humano es pecador por naturaleza, y no puede perfeccionarse moralmente a sí mismo, mejorarse espiritualmente, o venir a Dios, aparte de la fe en la aplicación divina de la sangre y justicia de Jesucristo.
La ley de Dios está diseñada para convencer de pecado y dirigir al pecador hacia Cristo (Gal 3:24-25).
El ser humano no puede apreciar plenamente las riquezas de la gracia y la salvación de Dios sin verse primero a sí mismo como un trasgresor sin defensa en rebelión contra la ley de Dios (Rom 5:20, Luc 7:47).
Para la persona salvada la justicia de la ley es cumplida en él a medida que camina “no conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom 8:4).
El evangelio es anticipado y prefigurado a lo largo de todo el Antiguo Testamento (Luc 24:44, Jn 1:45) y es plenamente ejecutado y definido por nuestro Señor Jesucristo y los apóstoles en el Nuevo Testamento como la voluntad, palabra y obra revelada de Dios.
El evangelio salvador de Cristo no es solamente uno de los muchos caminos hacia Dios. Es el único camino (Jn 14:6).
El evangelio de Cristo excluye a todos los sistemas de salvación o de entendimiento de Dios inventados por el hombre (Prov 16:25), y es el único medio posible de salvación y del establecimiento de una correcta relación con Dios (Hch 4:12).
No podemos apegarnos consistentemente al evangelio de Cristo y simultáneamente a cualquier filosofía que exalte al ser humano,, sus ideas, o sus posesiones al supremo lugar de importancia, que le pertenece solamente a Dios – ya sea el humanismo, el socialismo, el comunismo, el materialismo, el existencialismo o cualquier otro sistema filosófico o de pensamiento humano (Sant 1:8, 4:8).
El evangelio que reconcilia al hombre con Dios debe ser entendido a la luz de cinco elementos básicos:
Dios creó y reina sobre todas las cosas (Gen 1, 1 Cro 16:31, Sal 93:1), incluído el ser humano. El creó al ser humano para tener comunión con El y que el ser humano le obedeciera voluntariamente.
El pecado ha alienado al hombre de Dios, trayendo el juicio, la muerte y el infierno (Rom 3:10, Rom 3:23, Rom 6:23);
Jesucristo, Dios y hombre a la vez, vivió entre nosotros una vida perfecta bajo la ley de Dios (Mat 5:17, Heb 4:15) para resolver de una vez y para siempre el problema del pecado;
Cristo murió por nuestros pecados (Jn 3:16, 1 Cor 15:3), fue sepultado, fue levantado de entre los muertos (1 Cor 15:14, 17), le fue dado señorío sobre toda la creación (Mat 28.18), y viene otra vez para entregar “el reino al Dios y Padre” (1 Cor 15:24) y juzgar a toda la humanidad (Hch 17:31);
Dios nos llama a responder en arrepentimiento y fe a la expiación y al señorío de Cristo (Mar 1.15, Rom 10:8-10).
La única actitud apropiada por la cual el hombre pecaminoso puede apropiarse para él mismo de los beneficios salvíficos del evangelio es un arrepentimiento humilde, producido por el Espíritu Santo (Jn 16:8), que se pone a sí mismo en total dependencia únicamente a la misericordia de Dios en Cristo para salvación (Luc 8:9-14).
Una correcta proclamación del evangelio no debe dejar jamás a la persona humana con algún fundamento para la auto-justicia o la auto-justificación basándose en cualquier cosa que él pueda hacer para asegurarse su salvación o para hacerse a sí mismo aceptable delante de Dios (Sant 4:6, Isa 64:6)
Como la reconciliación y la sumisión final de todas las cosas al reinado de Dios es intrínseco a, y la culminación del evangelio (1 Cor 15:23-28), afirmar a Jesucristo en su papel salvador no puede separarse de su proclamación como Señor absoluto (Rom 14:9).
El señorío de Cristo no es algo meramente opcional para el creyente (Luc 6:46-49; Mat 7:21), como si Él pudiera ser alguna vez Salvador de uno sin ser el Señor de uno (Rom 10:8-10)
Definición de Evangelismo.
El evangelismo es aquella actividad por la cual la Iglesia, colectiva e individualmente, local y universalmente, proclama el evangelio con sus promesas y demandas, y llama a la gente a arrepentirse de sus pecados (Hch 3:19), recibir a Jesucristo tanto como Señor así como Salvador (Rom 10:8-10), identificarse con Sus propósitos salvíficos (2 Cor 5:17-20, Rom 8.19-21) y Su programa de redención y santificación (1 Tes 5:23), y producir el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23).
El evangelismo no puede ser adecuadamente dirigido sin tener en cuenta, junto con la salvación de los pecadores como individuos, el fortalecimiento de la iglesia local establecida injertando nuevos convertidos o plantando nuevas iglesias como expresiones locales del Cuerpo de Cristo (Hch 2:41-47, Efe 4.11-12).
Incluye los aspectos de siembra y de cosecha del testimonio que puede que no conduzcan inmediatamente al arrepentimiento y a la conversión, pero pueden eventualmente conducir a ello.
El éxito del evangelismo no necesariamente depende o es medido por los resultados inmediatos visibles (Isa 55.10-11, 1 Cor 3:6-11),
El mandato dado por Jesucristo a Su Iglesia de “hacer discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado” (Mat 28:19-20) es tan obligatorio hoy sobre la membresía de toda la Iglesia así como lo era en el primer siglo.
La evangelización del mundo no es una responsabilidad única de los departamentos de la Iglesia organizada, las agencias misioneras especiales, o de individuos especialmente llamados.
Es la responsabilidad de todos los creyentes y todas las iglesias locales (Mat 16:15-20).
Nadie debiese reclamar exclusividad por algún método de presentación del evangelio; nadie debiese decir que el evangelismo es la prerrogativa única de persona alguna.
El evangelismo involucra:
El compartir personal en la vida diaria,
El ejercicio de influencia en las estructuras institucionales (relaciones y actividades)
La predicación evangelística y los grupos de testimonio,
El servicio en el nombre de Cristo a través de cualquiera de todos los medios por los cuales Jesucristo pueda ser dado a conocer como Señor y Salvador (1 Cor 9:20-22)
Los métodos de evangelismo y los movimientos evangelísticos no deben ser comparados de manera crítica, excepto en términos de su fidelidad a la naturaleza misma del evangelio; no hay algún estándar apropiado para tal juicio aparte de solo la Escritura; y tales juicios no deben hacerse con el propósito de condenar sino, en todo caso, de edificar en amor (Fil 1:15-18).
Cualquier grupo dedicado al evangelismo necesita un alto nivel de compromiso, particularmente cuando trata de alcanzar grupos altamente resistentes.
Tal compromiso de ninguna manera puede ser considerado inapropiado o peligroso para las vidas espirituales de quienes lo asumen, salvo que sea el fruto de un error doctrinal.
Los líderes de cada iglesia local deben entender y cumplir su responsabilidad dada por Dios de entrenar a todos sus miembros a presentar el evangelio con claridad y de manera simple a quienes no son salvos (Efe 4:11-12, 1 Ped 3:15).
Las iglesias locales que fallen en proveer entrenamiento en evangelismo personal para toda su gente no pueden cumplir la Gran Comisión de Cristo.
Aunque toda la Iglesia es llamada a evangelizar, Dios ha llamado y dotado en la Iglesia a personas especialmente ungidas y capacitadas por el Espíritu Santo para predicar el evangelio como evangelistas con la doble función de traer a las personas perdidas al Salvador (Hch 8:12; 21:8) y, junto con los pastores/maestros equipar a los santos para la obra del servicio y la edificación (Efe 4:11-12).
El llamado a ser un evangelista vocacional sigue siendo válido a pesar de que algunos grupos eclesiásticos de nuestro tiempo parecen asumir una posición contraria a ello, reconociendo plenamente al pastor/maestro como un don a la Iglesia pero mostrando poco o ningún reconocimiento al evangelista como un don especial a la Iglesia.
Los líderes en cada iglesia debiesen dirigirla hacia la acción evangelística local, reconociendo que el Señor les da a algunos de Sus siervos varios dones ministeriales para edificar el Cuerpo, y por lo tanto, debiesen recibir con gozo el ministerio de aquellos siervos de Dios que tengan el llamado especial o la capacitación de un evangelista (Efe 4:11-12). Es inapropiada cualquier actitud de auto-suficiencia o celos que le obstaculice o niegue a la congregación el ministerio de los evangelistas especialmente calificados.
La meta del evangelismo.
Así como todas las cosas fueron hechas por Dios (Gen 1:3-31), y todas fueron puestas bajo el señorío del ser humano por Dios (Gen 1:28, Sal 8:4-8), todas las cosas fueron corrompidas por el pecado de Adán (Gen 3:1-19) y como consecuencia el diablo vino a estar sobre todas las cosas (1 Jn 5.19, Jn 14:30, Efe 2.2, Jn 4:8-10).
De tal manera amó Dios al mundo (“cosmos”, toda Su Creación) que envió a su Hijo al mundo (“cosmos”) para que el mundo (“cosmos” fuera salvo por El (Jn 3:16-17). De tal manera que si bien la evangelización comienza por la salvación de las personas, debe continuar, manifestarse y tener fruto en la redención y restauración de todas las cosas al Señorío de Cristo en el mayor grado de lo posible (Luc 19.10, Jn 12:31, Jn 16:11, Col 2.15, Rom 8.19-21, Col 1:15-20, Efe 1:9-10) en este tiempo, en espera de la perfección final que será realizada por Cristo en una primera etapa en el Reino Milenial, y posteriormente por Dios en la recreación de los cielos y la tierra (Apo 21:1).
Una salvación que no tiene efecto sobre nuestras relaciones (Gal 5:22-23), actividades (Col 3:22-24), la sociedad y la nación (Mat 28:19), cambiando los patrones de relaciones sociales injustas entre los seres humanos (Mat 13.30) está incompleta (2 Cor 5:17, Hch 17.6).
Por lo tanto, el alcance, la meta del evangelismo no puede estar separada de la del discipulado, y debe ser la transformación de las personas, las familias, la iglesia y la nación para que todas las cosas vengan a estar bajo el Señorío de Cristo (Col 1.15-20) y el Reino de Dios sea establecido en la tierra como en el cielo (Mat 6.10) en la mayor medida de lo posible.
El evangelismo y el servicio social
Aunque la Iglesia, motivada por la compasión de Cristo, puede y debiese buscar llenar todos los tipos de necesidades humanas y ministrar sanidad a los enfermos (Mat 16:15-18, Luc 4:18-19), tales actividades no constituyen la comunicación de los elementos intrínsecos del evangelio tal y como se definen en 1 Cor 15 sino que más bien demuestran el amor cristiano y ayudan así a crear un clima para la tarea evangelística de ganar almas.
Los frutos del evangelio, tales como la preservación de la Iglesia como una comunidad llena de amor bajo el señorío de Cristo o el cuidado y la compasión social que fluyan de tal comunidad (Hch 2:41-47), no pueden por sí mismos comunicar plenamente el evangelio a quienes no son salvos.
Ningún cristiano o Iglesia cristiana que se involucre en estas relaciones legítimas de servicio a la humanidad y que honran a Dios, sin que al mismo tiempo comuniquen de manera verbal, clara e intencionadamente los elementos básicos del evangelio de salvación en el poder capacitador del Espíritu Santo estén obedeciendo al Señor en Su claro mandamiento de “predicar el evangelio” (Mar 16:15).
Puede haber evangelización sin servicio social, aunque mejor si fueran simultáneos, pero no debiera haber servicio social sin evangelismo.
Redefiniendo el concepto de misión y misionero.
Tradicionalmente, la creencia dentro del Cuerpo de Cristo es que el trabajo misionero es solo para unos cuantos privilegiados que están dispuestos a dejarlo todo para trasladarse a un ámbito geográfico diferente, por lo general un país diferente a aquel en el cual viven, para compartir las buenas nuevas de Jesucristo con quienes no le conocen.
Pero el mandato de Jesús resucitado dado a sus discípulos sitúa el cumplimiento de la Gran Comisión (Mat 28.18-20) primero en el ámbito local y después en el ámbito internacional (Hch 1:8), de tal manera que todos los creyentes somos misioneros al ámbito de lo local (nuestras familias, trabajos, barrios, comunidades, ciudades y nación) y después al ámbito internacional.
Cada creyente ha de asumir su rol de misionero y embajador de Cristo en esos ámbitos de lo inmediato, para exponer la luz de Cristo, ser sal y luz (Mat 5:13-16) y levadura (Mat 13:33) en todas sus relaciones y actividades.
El alcance mundial del evangelismo
Hch 1:8 no indica simplemente una actividad secuencial geográfica sino una responsabilidad global que involucra a la Iglesia obediente a evangelizar y a establecer cuerpos de discípulos reproductores entre cada pueblo (Mat 28:18-20, 2 Tim 2:2), quienes a su vez influenciarán directamente a la sociedad para que se establezca sobre los principios cristianos (Mat 5:13-16, Mat 13:33, Rom 8.19-21, Efe 1:9-10, Col 1:15-20).
Ninguna iglesia que no haga del evangelismo local y mundial una elevada prioridad en su pensamiento, oración, planificación y acción puede entrar o permanecer en aquella plenitud de vida espiritual otorgada por el Señor glorificado en medio de Su pueblo obediente (Jos 1:8, Mat 7:24-27, Prov 11:30, Prov 14:25).
Es responsabilidad de toda iglesia local informar y alentar a sus miembros con respecto a las misiones locales y mundiales, y esto resultará en el reclutamiento, recomendación y envío de ellos en el nombre de Cristo como extensiones del cuerpo local, asegurándole de este modo al misionero la oración fiel y el respaldo financiero que le permita proclamar el poder de Cristo efectivamente tanto dentro como fuera de su país.
La iglesia local no puede darle una prioridad más baja a las misiones que a los asuntos de interés local sin detrimento del crecimiento espiritual de sus miembros (Fil 4:10-19)
La meta última de las misiones, aunque generalmente comienza con el evangelismo y la plantación de iglesias, va mucho más allá de esto hacia el hacer discípulos de todas las naciones (Mat 28.19)-
Por ende, el mensaje del misionero debe ser la totalidad del evangelio y la necesidad del señorío de Cristo en toda su plenitud, para la vida total de los individuos, familias, iglesias, estados y otros ámbitos de la sociedad y lo social.
La tarea del misionero no esta confinada a meramente convertir y discipular individuos y familias y establecer iglesias locales sin entrenar al pueblo de Dios a aplicar la totalidad del consejo de Dios a todos los aspectos de la vida y la sociedad (Hch 20:27, 2 Ped 1.3-8, Col 3:22-24).
Si el Señor demora Su regreso a la tierra y la población del mundo continúa concentrándose cada vez más en las ciudades, las iglesias y las agencias misioneras debiesen desplegar continuamente las fuerzas evangelizadoras a las ciudades y a los centros de población cercanos y lejanos y debiesen respaldar sus esfuerzos con los fondos financieros necesarios.
Debe ser afirmado y elogiado de todo corazón el renovado interés evangelístico expresado hoy en muchos segmentos de la Iglesia para hacer un esfuerzo persistente y sostenido para alcanzar y plantar iglesias en todo grupo étnico identificable o en cualquier subcultura hasta ahora descuidada en el mundo.
Al mismo tiempo, necesitamos estar plenamente conscientes de la urgente importancia de llevarles a Cristo a los casi tres billones de personas entre quienes no existe siquiera una sola iglesia indígena testificando.
De ninguna manera nos es posible abrigar pesimismo hacia los grupos no alcanzados, tales como los 900 millones de musulmanes, como si tales pueblos no pudiesen ser alcanzados exitosamente para el Señor (Rom 15:18-21).
Los miles de estudiantes internacionales en las diferentes universidades de la tierra, así como la considerable cantidad de migrantes en nuestros países, representan para la Iglesia de Cristo una oportunidad sin precedentes para la evangelización mundial con un enorme potencial para que tales estudiantes y migrantes sean ganados para Cristo, discipulados para Su servicio, y enviados de regreso como testigos vivientes a sus propios pueblos.
Necesitamos, por lo tanto, invitarlos a nuestras iglesias y hogares para compartirles el evangelio y discipularlos de la misma manera que lo hacemos con nuestros connacionales.
Avivamiento y evangelismo
La historia muestra que los grandes despertamientos y los poderosos avivamientos conducen consistentemente hacia un renovado interés por el alcance evangelístico tanto dentro como fuera del país.
Necesitamos, por lo tanto, orar y pedir de todo corazón un poderoso avivamiento en nuestro propio tiempo para que una nueva vitalidad espiritual pueda verse en las iglesias que creen en la Biblia con un subsiguiente derramamiento de vida, compromiso y recursos financieros para alcanzar a aquellas masas de personas sobre la tierra que aún están “sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Dios y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efe 2:12).
Y ese interés activo en la oración y el avivamiento necesitan ser perennes en la Iglesia, hasta que todas las verdaderas iglesias de la Cristiandad se hallen en marcha para alcanzar a todo el mundo.
En base a Hch 8:26-40, Jn 4:1-42) no podemos aceptar, sino más bien deplorar como antibíblica cualquier tendencia a adoptar prioridades evangelísticas solo sobre la base del “costo de eficiencia” y a consideraciones de finanzas, metodología, tecnología moderna, psicología o cualquier otro estándar que sean más significativas que la iniciativa de Dios mismo para dirigir el alcance misionero de Su Iglesia (Hch 16:6-10).
Evangelismo, avivamiento, transformación y reforma.
El evangelismo integral, escritural, no solo debe proveer a las personas de perdón de pecados y liberación de la culpa. En primer lugar, debe proveer de liberación del pecado, y establecer el Señorío de Cristo sobre la vida de ellas (Rom 10:8-10; Rom 6.1-23).
Como consecuencia de lo anterior, debe generar un agradecimiento profundo de la persona salva hacia Dios, Cristo y el Espíritu Santo, de tal manera que su corazón se llene de amor, pasión y fuego por Dios y por Su obra en el mundo (Sal103:1-2, Luc 7.47, 2 Tim 1.3-7).
Como resultado de ese enamoramiento, debe manifestarse en la persona una transformación total de su estilo de vida, que abarca sus relaciones y actividades en todos los ámbitos de su vida, que manifiestan el creciente carácter de Cristo y el creciente fruto del Espíritu produciéndose en su interior (Rom 8:28-39, Gal 5:22-23).
Y como resultado final de esa transformación, por la influencia y el impacto producido en otras personas y su complementación con el evangelismo, debe formarse a su alrededor una masa creciente de personas entrando en el Reino de Dios y viviendo de acuerdo a Su justicia, de tal manera que se produzca una reforma en todas las estructuras societarias en las que viven, produciendo una reforma social que glorifique a Dios mediante la práctica de Sus principios de justicia y vida (Mat 5:13-16, Mat 13.33, Col 1:15-20, Efe 1:9-10, Rom 8:19-21).
Evangelismo, cuidado y discipulado.
La meta del evangelismo no debe ser solo el de que las personas hagan un asentimiento mental de la aceptación de Cristo como Señor.
Debe haber una manifestación de la aceptación de ese Señorío, y del compromiso de crecer en el mismo.
El compromiso de crecer en el Señorío de Cristo, no puede hacerse aparte del involucramiento del evangelizado en la Iglesia para su cuidado y de su incorporación a un proceso de discipulado.
Por lo tanto la meta del evangelismo no está cumplida hasta que el evangelizado esté completamente incorporado a una iglesia local (consolidación) donde se tenga la seguridad de que va a ser pastoreado y cuidado eficientemente para que el fruto permanezca (Jn 15:18) y va a ser discipulado en todo el sentido de lo que ello significa (Efe 4:11-16).
La comprensión más amplia de la salvación de acuerdo con la cosmovisión bíblica implica no solo un conocimiento más amplio de la evangelización, sino también del discipulado.
Conclusión.
El evangelismo necesita ser reenfocado en la dirección de la cosmovisión bíblica y el propósito de Dios conectado con ella, es decir, el establecimiento del Reino de Dios en la vida de la persona, su familia, sus relaciones y sus actividades para transformar naciones (Mat 28.18-20).
De tal manera que el interés del evangelismo, necesita ampliar su visión de la transformación de las personas hacia la transformación de las naciones en todas sus dimensiones: personas, relaciones, actividades, estructuras y sistemas.
Ello implica, entonces, no solo procurar la salvación de las personas, sino su consolidación en el Cuerpo de Cristo local, su discipulado para transformar las naciones, y su envío a las naciones para discipular a otros que corran con la misma visión, un evangelismo que se inserta en el concepto de una paternidad espiritual responsable que no se satisface solo con traer hijos al mundo espiritual, sino en darlos a luz, criarlos, formarlos, educarlos y habilitarlos para hacer la obra del ministerio de reconciliar todas sus relaciones y actividades con Dios.
Ello demanda no un evangelismo que trabaja por su cuenta y con una perspectiva muy corta de solo la salvación de las personas, sino de un evangelismo insertado consciente y comprometidamente dentro de un proceso que lleva adelante toda la iglesia, hacia el discipulado y la transformación de las naciones.
Un evangelismo sin esta visión ensanchada, con la visión de solo llevar almas a la eternidad, es un evangelismo que se va a quedar incompleto en cuanto a la comisión que Dios le ha dado.
BIBLIOGRAFÍA.
La Cosmovisión Cristiana del Discipulado.
www.contra-mundum.org
La Cosmovisión Cristiana del Evangelismo Local y Mundial.
www.contra-mundum.org
EL EVANGELISMO LOCAL Y MUNDIAL
Introducción.
Cuando Jesús inició Su ministerio, anunció que el reino de Dios se había acercado.
Después de ello dijo: “arrepentíos y creed al evangelio” (Mar 1:15).
Ello significaba que el Reino de Dios había invadido a una humanidad desordenada por el pecado y que la única manera de disfrutarlo era por el arrepentimiento y la recepción de El y Su reinado, tanto de manera personal como comunitaria.
El evangelismo verdadero, integral, no solo implica la salvación de las personas, sino el establecimiento del Señorío de Cristo sobre ella, sus relaciones y actividades (Rom 10:8-10), de tal manera que experimente una transformación individual y social que evidencie el Reino de Dios y su justicia (Mat 6:33) en él y lo extienda a todo su entorno de vida, de tal manera que su familia, relaciones laborales y sociales sean influenciadas y transformadas por el poder de Dios.
Estos son elementos que están ausentes en buena parte del evangelismo moderno.
La naturaleza del Evangelio.
El trasfondo con el que debemos entender y proclamar el evangelio es la condición perdida total y universal de la humanidad (Ecle 7:20, Rom 3:10-18), y como consecuencia de ello, de todas sus relaciones y actividades (Gen 3:6-19): con Dios, los demás y la creación misma; incluyendo una culpa inexcusable y la corrupción de la naturaleza humana por el pecado y la subsiguiente ira de Dios revelada contra toda impiedad e injusticia de los hombres (Rom 1:18).
El ser humano es pecador por naturaleza, y no puede perfeccionarse moralmente a sí mismo, mejorarse espiritualmente, o venir a Dios, aparte de la fe en la aplicación divina de la sangre y justicia de Jesucristo.
La ley de Dios está diseñada para convencer de pecado y dirigir al pecador hacia Cristo (Gal 3:24-25).
El ser humano no puede apreciar plenamente las riquezas de la gracia y la salvación de Dios sin verse primero a sí mismo como un trasgresor sin defensa en rebelión contra la ley de Dios (Rom 5:20, Luc 7:47).
Para la persona salvada la justicia de la ley es cumplida en él a medida que camina “no conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom 8:4).
El evangelio es anticipado y prefigurado a lo largo de todo el Antiguo Testamento (Luc 24:44, Jn 1:45) y es plenamente ejecutado y definido por nuestro Señor Jesucristo y los apóstoles en el Nuevo Testamento como la voluntad, palabra y obra revelada de Dios.
El evangelio salvador de Cristo no es solamente uno de los muchos caminos hacia Dios. Es el único camino (Jn 14:6).
El evangelio de Cristo excluye a todos los sistemas de salvación o de entendimiento de Dios inventados por el hombre (Prov 16:25), y es el único medio posible de salvación y del establecimiento de una correcta relación con Dios (Hch 4:12).
No podemos apegarnos consistentemente al evangelio de Cristo y simultáneamente a cualquier filosofía que exalte al ser humano,, sus ideas, o sus posesiones al supremo lugar de importancia, que le pertenece solamente a Dios – ya sea el humanismo, el socialismo, el comunismo, el materialismo, el existencialismo o cualquier otro sistema filosófico o de pensamiento humano (Sant 1:8, 4:8).
El evangelio que reconcilia al hombre con Dios debe ser entendido a la luz de cinco elementos básicos:
Dios creó y reina sobre todas las cosas (Gen 1, 1 Cro 16:31, Sal 93:1), incluído el ser humano. El creó al ser humano para tener comunión con El y que el ser humano le obedeciera voluntariamente.
El pecado ha alienado al hombre de Dios, trayendo el juicio, la muerte y el infierno (Rom 3:10, Rom 3:23, Rom 6:23);
Jesucristo, Dios y hombre a la vez, vivió entre nosotros una vida perfecta bajo la ley de Dios (Mat 5:17, Heb 4:15) para resolver de una vez y para siempre el problema del pecado;
Cristo murió por nuestros pecados (Jn 3:16, 1 Cor 15:3), fue sepultado, fue levantado de entre los muertos (1 Cor 15:14, 17), le fue dado señorío sobre toda la creación (Mat 28.18), y viene otra vez para entregar “el reino al Dios y Padre” (1 Cor 15:24) y juzgar a toda la humanidad (Hch 17:31);
Dios nos llama a responder en arrepentimiento y fe a la expiación y al señorío de Cristo (Mar 1.15, Rom 10:8-10).
La única actitud apropiada por la cual el hombre pecaminoso puede apropiarse para él mismo de los beneficios salvíficos del evangelio es un arrepentimiento humilde, producido por el Espíritu Santo (Jn 16:8), que se pone a sí mismo en total dependencia únicamente a la misericordia de Dios en Cristo para salvación (Luc 8:9-14).
Una correcta proclamación del evangelio no debe dejar jamás a la persona humana con algún fundamento para la auto-justicia o la auto-justificación basándose en cualquier cosa que él pueda hacer para asegurarse su salvación o para hacerse a sí mismo aceptable delante de Dios (Sant 4:6, Isa 64:6)
Como la reconciliación y la sumisión final de todas las cosas al reinado de Dios es intrínseco a, y la culminación del evangelio (1 Cor 15:23-28), afirmar a Jesucristo en su papel salvador no puede separarse de su proclamación como Señor absoluto (Rom 14:9).
El señorío de Cristo no es algo meramente opcional para el creyente (Luc 6:46-49; Mat 7:21), como si Él pudiera ser alguna vez Salvador de uno sin ser el Señor de uno (Rom 10:8-10)
Definición de Evangelismo.
El evangelismo es aquella actividad por la cual la Iglesia, colectiva e individualmente, local y universalmente, proclama el evangelio con sus promesas y demandas, y llama a la gente a arrepentirse de sus pecados (Hch 3:19), recibir a Jesucristo tanto como Señor así como Salvador (Rom 10:8-10), identificarse con Sus propósitos salvíficos (2 Cor 5:17-20, Rom 8.19-21) y Su programa de redención y santificación (1 Tes 5:23), y producir el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23).
El evangelismo no puede ser adecuadamente dirigido sin tener en cuenta, junto con la salvación de los pecadores como individuos, el fortalecimiento de la iglesia local establecida injertando nuevos convertidos o plantando nuevas iglesias como expresiones locales del Cuerpo de Cristo (Hch 2:41-47, Efe 4.11-12).
Incluye los aspectos de siembra y de cosecha del testimonio que puede que no conduzcan inmediatamente al arrepentimiento y a la conversión, pero pueden eventualmente conducir a ello.
El éxito del evangelismo no necesariamente depende o es medido por los resultados inmediatos visibles (Isa 55.10-11, 1 Cor 3:6-11),
El mandato dado por Jesucristo a Su Iglesia de “hacer discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado” (Mat 28:19-20) es tan obligatorio hoy sobre la membresía de toda la Iglesia así como lo era en el primer siglo.
La evangelización del mundo no es una responsabilidad única de los departamentos de la Iglesia organizada, las agencias misioneras especiales, o de individuos especialmente llamados.
Es la responsabilidad de todos los creyentes y todas las iglesias locales (Mat 16:15-20).
Nadie debiese reclamar exclusividad por algún método de presentación del evangelio; nadie debiese decir que el evangelismo es la prerrogativa única de persona alguna.
El evangelismo involucra:
El compartir personal en la vida diaria,
El ejercicio de influencia en las estructuras institucionales (relaciones y actividades)
La predicación evangelística y los grupos de testimonio,
El servicio en el nombre de Cristo a través de cualquiera de todos los medios por los cuales Jesucristo pueda ser dado a conocer como Señor y Salvador (1 Cor 9:20-22)
Los métodos de evangelismo y los movimientos evangelísticos no deben ser comparados de manera crítica, excepto en términos de su fidelidad a la naturaleza misma del evangelio; no hay algún estándar apropiado para tal juicio aparte de solo la Escritura; y tales juicios no deben hacerse con el propósito de condenar sino, en todo caso, de edificar en amor (Fil 1:15-18).
Cualquier grupo dedicado al evangelismo necesita un alto nivel de compromiso, particularmente cuando trata de alcanzar grupos altamente resistentes.
Tal compromiso de ninguna manera puede ser considerado inapropiado o peligroso para las vidas espirituales de quienes lo asumen, salvo que sea el fruto de un error doctrinal.
Los líderes de cada iglesia local deben entender y cumplir su responsabilidad dada por Dios de entrenar a todos sus miembros a presentar el evangelio con claridad y de manera simple a quienes no son salvos (Efe 4:11-12, 1 Ped 3:15).
Las iglesias locales que fallen en proveer entrenamiento en evangelismo personal para toda su gente no pueden cumplir la Gran Comisión de Cristo.
Aunque toda la Iglesia es llamada a evangelizar, Dios ha llamado y dotado en la Iglesia a personas especialmente ungidas y capacitadas por el Espíritu Santo para predicar el evangelio como evangelistas con la doble función de traer a las personas perdidas al Salvador (Hch 8:12; 21:8) y, junto con los pastores/maestros equipar a los santos para la obra del servicio y la edificación (Efe 4:11-12).
El llamado a ser un evangelista vocacional sigue siendo válido a pesar de que algunos grupos eclesiásticos de nuestro tiempo parecen asumir una posición contraria a ello, reconociendo plenamente al pastor/maestro como un don a la Iglesia pero mostrando poco o ningún reconocimiento al evangelista como un don especial a la Iglesia.
Los líderes en cada iglesia debiesen dirigirla hacia la acción evangelística local, reconociendo que el Señor les da a algunos de Sus siervos varios dones ministeriales para edificar el Cuerpo, y por lo tanto, debiesen recibir con gozo el ministerio de aquellos siervos de Dios que tengan el llamado especial o la capacitación de un evangelista (Efe 4:11-12). Es inapropiada cualquier actitud de auto-suficiencia o celos que le obstaculice o niegue a la congregación el ministerio de los evangelistas especialmente calificados.
La meta del evangelismo.
Así como todas las cosas fueron hechas por Dios (Gen 1:3-31), y todas fueron puestas bajo el señorío del ser humano por Dios (Gen 1:28, Sal 8:4-8), todas las cosas fueron corrompidas por el pecado de Adán (Gen 3:1-19) y como consecuencia el diablo vino a estar sobre todas las cosas (1 Jn 5.19, Jn 14:30, Efe 2.2, Jn 4:8-10).
De tal manera amó Dios al mundo (“cosmos”, toda Su Creación) que envió a su Hijo al mundo (“cosmos”) para que el mundo (“cosmos” fuera salvo por El (Jn 3:16-17). De tal manera que si bien la evangelización comienza por la salvación de las personas, debe continuar, manifestarse y tener fruto en la redención y restauración de todas las cosas al Señorío de Cristo en el mayor grado de lo posible (Luc 19.10, Jn 12:31, Jn 16:11, Col 2.15, Rom 8.19-21, Col 1:15-20, Efe 1:9-10) en este tiempo, en espera de la perfección final que será realizada por Cristo en una primera etapa en el Reino Milenial, y posteriormente por Dios en la recreación de los cielos y la tierra (Apo 21:1).
Una salvación que no tiene efecto sobre nuestras relaciones (Gal 5:22-23), actividades (Col 3:22-24), la sociedad y la nación (Mat 28:19), cambiando los patrones de relaciones sociales injustas entre los seres humanos (Mat 13.30) está incompleta (2 Cor 5:17, Hch 17.6).
Por lo tanto, el alcance, la meta del evangelismo no puede estar separada de la del discipulado, y debe ser la transformación de las personas, las familias, la iglesia y la nación para que todas las cosas vengan a estar bajo el Señorío de Cristo (Col 1.15-20) y el Reino de Dios sea establecido en la tierra como en el cielo (Mat 6.10) en la mayor medida de lo posible.
El evangelismo y el servicio social
Aunque la Iglesia, motivada por la compasión de Cristo, puede y debiese buscar llenar todos los tipos de necesidades humanas y ministrar sanidad a los enfermos (Mat 16:15-18, Luc 4:18-19), tales actividades no constituyen la comunicación de los elementos intrínsecos del evangelio tal y como se definen en 1 Cor 15 sino que más bien demuestran el amor cristiano y ayudan así a crear un clima para la tarea evangelística de ganar almas.
Los frutos del evangelio, tales como la preservación de la Iglesia como una comunidad llena de amor bajo el señorío de Cristo o el cuidado y la compasión social que fluyan de tal comunidad (Hch 2:41-47), no pueden por sí mismos comunicar plenamente el evangelio a quienes no son salvos.
Ningún cristiano o Iglesia cristiana que se involucre en estas relaciones legítimas de servicio a la humanidad y que honran a Dios, sin que al mismo tiempo comuniquen de manera verbal, clara e intencionadamente los elementos básicos del evangelio de salvación en el poder capacitador del Espíritu Santo estén obedeciendo al Señor en Su claro mandamiento de “predicar el evangelio” (Mar 16:15).
Puede haber evangelización sin servicio social, aunque mejor si fueran simultáneos, pero no debiera haber servicio social sin evangelismo.
Redefiniendo el concepto de misión y misionero.
Tradicionalmente, la creencia dentro del Cuerpo de Cristo es que el trabajo misionero es solo para unos cuantos privilegiados que están dispuestos a dejarlo todo para trasladarse a un ámbito geográfico diferente, por lo general un país diferente a aquel en el cual viven, para compartir las buenas nuevas de Jesucristo con quienes no le conocen.
Pero el mandato de Jesús resucitado dado a sus discípulos sitúa el cumplimiento de la Gran Comisión (Mat 28.18-20) primero en el ámbito local y después en el ámbito internacional (Hch 1:8), de tal manera que todos los creyentes somos misioneros al ámbito de lo local (nuestras familias, trabajos, barrios, comunidades, ciudades y nación) y después al ámbito internacional.
Cada creyente ha de asumir su rol de misionero y embajador de Cristo en esos ámbitos de lo inmediato, para exponer la luz de Cristo, ser sal y luz (Mat 5:13-16) y levadura (Mat 13:33) en todas sus relaciones y actividades.
El alcance mundial del evangelismo
Hch 1:8 no indica simplemente una actividad secuencial geográfica sino una responsabilidad global que involucra a la Iglesia obediente a evangelizar y a establecer cuerpos de discípulos reproductores entre cada pueblo (Mat 28:18-20, 2 Tim 2:2), quienes a su vez influenciarán directamente a la sociedad para que se establezca sobre los principios cristianos (Mat 5:13-16, Mat 13:33, Rom 8.19-21, Efe 1:9-10, Col 1:15-20).
Ninguna iglesia que no haga del evangelismo local y mundial una elevada prioridad en su pensamiento, oración, planificación y acción puede entrar o permanecer en aquella plenitud de vida espiritual otorgada por el Señor glorificado en medio de Su pueblo obediente (Jos 1:8, Mat 7:24-27, Prov 11:30, Prov 14:25).
Es responsabilidad de toda iglesia local informar y alentar a sus miembros con respecto a las misiones locales y mundiales, y esto resultará en el reclutamiento, recomendación y envío de ellos en el nombre de Cristo como extensiones del cuerpo local, asegurándole de este modo al misionero la oración fiel y el respaldo financiero que le permita proclamar el poder de Cristo efectivamente tanto dentro como fuera de su país.
La iglesia local no puede darle una prioridad más baja a las misiones que a los asuntos de interés local sin detrimento del crecimiento espiritual de sus miembros (Fil 4:10-19)
La meta última de las misiones, aunque generalmente comienza con el evangelismo y la plantación de iglesias, va mucho más allá de esto hacia el hacer discípulos de todas las naciones (Mat 28.19)-
Por ende, el mensaje del misionero debe ser la totalidad del evangelio y la necesidad del señorío de Cristo en toda su plenitud, para la vida total de los individuos, familias, iglesias, estados y otros ámbitos de la sociedad y lo social.
La tarea del misionero no esta confinada a meramente convertir y discipular individuos y familias y establecer iglesias locales sin entrenar al pueblo de Dios a aplicar la totalidad del consejo de Dios a todos los aspectos de la vida y la sociedad (Hch 20:27, 2 Ped 1.3-8, Col 3:22-24).
Si el Señor demora Su regreso a la tierra y la población del mundo continúa concentrándose cada vez más en las ciudades, las iglesias y las agencias misioneras debiesen desplegar continuamente las fuerzas evangelizadoras a las ciudades y a los centros de población cercanos y lejanos y debiesen respaldar sus esfuerzos con los fondos financieros necesarios.
Debe ser afirmado y elogiado de todo corazón el renovado interés evangelístico expresado hoy en muchos segmentos de la Iglesia para hacer un esfuerzo persistente y sostenido para alcanzar y plantar iglesias en todo grupo étnico identificable o en cualquier subcultura hasta ahora descuidada en el mundo.
Al mismo tiempo, necesitamos estar plenamente conscientes de la urgente importancia de llevarles a Cristo a los casi tres billones de personas entre quienes no existe siquiera una sola iglesia indígena testificando.
De ninguna manera nos es posible abrigar pesimismo hacia los grupos no alcanzados, tales como los 900 millones de musulmanes, como si tales pueblos no pudiesen ser alcanzados exitosamente para el Señor (Rom 15:18-21).
Los miles de estudiantes internacionales en las diferentes universidades de la tierra, así como la considerable cantidad de migrantes en nuestros países, representan para la Iglesia de Cristo una oportunidad sin precedentes para la evangelización mundial con un enorme potencial para que tales estudiantes y migrantes sean ganados para Cristo, discipulados para Su servicio, y enviados de regreso como testigos vivientes a sus propios pueblos.
Necesitamos, por lo tanto, invitarlos a nuestras iglesias y hogares para compartirles el evangelio y discipularlos de la misma manera que lo hacemos con nuestros connacionales.
Avivamiento y evangelismo
La historia muestra que los grandes despertamientos y los poderosos avivamientos conducen consistentemente hacia un renovado interés por el alcance evangelístico tanto dentro como fuera del país.
Necesitamos, por lo tanto, orar y pedir de todo corazón un poderoso avivamiento en nuestro propio tiempo para que una nueva vitalidad espiritual pueda verse en las iglesias que creen en la Biblia con un subsiguiente derramamiento de vida, compromiso y recursos financieros para alcanzar a aquellas masas de personas sobre la tierra que aún están “sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Dios y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efe 2:12).
Y ese interés activo en la oración y el avivamiento necesitan ser perennes en la Iglesia, hasta que todas las verdaderas iglesias de la Cristiandad se hallen en marcha para alcanzar a todo el mundo.
En base a Hch 8:26-40, Jn 4:1-42) no podemos aceptar, sino más bien deplorar como antibíblica cualquier tendencia a adoptar prioridades evangelísticas solo sobre la base del “costo de eficiencia” y a consideraciones de finanzas, metodología, tecnología moderna, psicología o cualquier otro estándar que sean más significativas que la iniciativa de Dios mismo para dirigir el alcance misionero de Su Iglesia (Hch 16:6-10).
Evangelismo, avivamiento, transformación y reforma.
El evangelismo integral, escritural, no solo debe proveer a las personas de perdón de pecados y liberación de la culpa. En primer lugar, debe proveer de liberación del pecado, y establecer el Señorío de Cristo sobre la vida de ellas (Rom 10:8-10; Rom 6.1-23).
Como consecuencia de lo anterior, debe generar un agradecimiento profundo de la persona salva hacia Dios, Cristo y el Espíritu Santo, de tal manera que su corazón se llene de amor, pasión y fuego por Dios y por Su obra en el mundo (Sal103:1-2, Luc 7.47, 2 Tim 1.3-7).
Como resultado de ese enamoramiento, debe manifestarse en la persona una transformación total de su estilo de vida, que abarca sus relaciones y actividades en todos los ámbitos de su vida, que manifiestan el creciente carácter de Cristo y el creciente fruto del Espíritu produciéndose en su interior (Rom 8:28-39, Gal 5:22-23).
Y como resultado final de esa transformación, por la influencia y el impacto producido en otras personas y su complementación con el evangelismo, debe formarse a su alrededor una masa creciente de personas entrando en el Reino de Dios y viviendo de acuerdo a Su justicia, de tal manera que se produzca una reforma en todas las estructuras societarias en las que viven, produciendo una reforma social que glorifique a Dios mediante la práctica de Sus principios de justicia y vida (Mat 5:13-16, Mat 13.33, Col 1:15-20, Efe 1:9-10, Rom 8:19-21).
Evangelismo, cuidado y discipulado.
La meta del evangelismo no debe ser solo el de que las personas hagan un asentimiento mental de la aceptación de Cristo como Señor.
Debe haber una manifestación de la aceptación de ese Señorío, y del compromiso de crecer en el mismo.
El compromiso de crecer en el Señorío de Cristo, no puede hacerse aparte del involucramiento del evangelizado en la Iglesia para su cuidado y de su incorporación a un proceso de discipulado.
Por lo tanto la meta del evangelismo no está cumplida hasta que el evangelizado esté completamente incorporado a una iglesia local (consolidación) donde se tenga la seguridad de que va a ser pastoreado y cuidado eficientemente para que el fruto permanezca (Jn 15:18) y va a ser discipulado en todo el sentido de lo que ello significa (Efe 4:11-16).
La comprensión más amplia de la salvación de acuerdo con la cosmovisión bíblica implica no solo un conocimiento más amplio de la evangelización, sino también del discipulado.
Conclusión.
El evangelismo necesita ser reenfocado en la dirección de la cosmovisión bíblica y el propósito de Dios conectado con ella, es decir, el establecimiento del Reino de Dios en la vida de la persona, su familia, sus relaciones y sus actividades para transformar naciones (Mat 28.18-20).
De tal manera que el interés del evangelismo, necesita ampliar su visión de la transformación de las personas hacia la transformación de las naciones en todas sus dimensiones: personas, relaciones, actividades, estructuras y sistemas.
Ello implica, entonces, no solo procurar la salvación de las personas, sino su consolidación en el Cuerpo de Cristo local, su discipulado para transformar las naciones, y su envío a las naciones para discipular a otros que corran con la misma visión, un evangelismo que se inserta en el concepto de una paternidad espiritual responsable que no se satisface solo con traer hijos al mundo espiritual, sino en darlos a luz, criarlos, formarlos, educarlos y habilitarlos para hacer la obra del ministerio de reconciliar todas sus relaciones y actividades con Dios.
Ello demanda no un evangelismo que trabaja por su cuenta y con una perspectiva muy corta de solo la salvación de las personas, sino de un evangelismo insertado consciente y comprometidamente dentro de un proceso que lleva adelante toda la iglesia, hacia el discipulado y la transformación de las naciones.
Un evangelismo sin esta visión ensanchada, con la visión de solo llevar almas a la eternidad, es un evangelismo que se va a quedar incompleto en cuanto a la comisión que Dios le ha dado.
BIBLIOGRAFÍA.
La Cosmovisión Cristiana del Discipulado.
www.contra-mundum.org
La Cosmovisión Cristiana del Evangelismo Local y Mundial.
www.contra-mundum.org
27
Jun
2009