Estudio Bíblico

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Sanidad integral.



El que sana todos tus dolencias.



Introducción.
Sal 103:1-5. Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias;
El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.
Isa 53:4-5. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
1Pe 2:24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
Éxo 15:26 y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.


La sanidad que Dios trae a nuestras vidas: una sanidad integral.
1Ts 5:23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
• Sanidad espiritual.
• Sanidad emocional.
• Sanidad física.


La sanidad del leproso (Mat 8.1-4).
Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.

El leproso no solo fué sanado de lepra.
Como consecuencia de la lepra, por algún o mucho tiempo, seguramente él no había tenido relaciones con ninguna persona, lo habían rechazado, nadie lo había tocado (toque significativo).
En los tiempos de Jesús el leproso tenía que andar con vestidos raídos, y gritando inmundo, inmundo (Lev 13:45).
Jesús no necesitaba tocarlo. Con solo decir la Palabra sería sano.
Pero Jesús estaba ocupado, no solo en su sanidad física, sino también en su sanidad emocional, en sanarle del rechazo que había experimentado todo ese tiempo. Por ello le tocó.
Y no solo le tocó, le envió al sacerdote a mostrarse que ya estaba limpio, para que fuera restaurado socialmente a la comunión con Dios y con los demás.


La sanidad de la mujer del flujo de sangre (Mar 5:25-34).
Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote.

Igual que el leproso, la mujer con el flujo de sangre, en el tiempo de Jesús, era una mujer inmunda, y todo aquel que la tocare, también era inmundo.
Por ello, a esa mujer nadie la había tocado en doce años, además, por eso mismo, cuando se acercó a Jesús se acercó por detrás.
Por ello mismo, cuando Jesús preguntó quién le había tocado, ella no respondió de inmediato, y cuando respondió lo hizo temiendo y temblando, y no le quiso ver a la cara sino que se postró delante de él.
Al haber buscado el reconocimiento público de lo que ella había hecho, Jesús pretendía cuatro cosas:
• Evidenciar la sanidad física de ella.
• Restaurarla emocionalmente, para que ya no se sintiera rechazada y avergonzada.
• Y como consecuencia de ello, ella fué restaurada socialmente.
• Además de ello, fué salva por su fé.
De tal manera que esa mujer obtuvo sanidad espiritual, física, emocional y social en un solo acto.


Jesús: el Sanador de la totalidad de nuestras vidas (Luc 4:18-19).
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres (sanidad financiera);
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón (sanidad emocional);
A pregonar libertad a los cautivos (sanidad espiritual);
Y vista a los ciegos (sanidad física);
A poner en libertad a los oprimidos (sanidad social, relaciones);
A predicar el año agradable del Señor (vida plena, sana, en todas sus áreas).

Isa 61.1-3: abatidos, quebrantados de corazón, cautivos, presos, enlutados, afligidos, angustiados.
El año agradable del Señor: el año del jubileo.
El tiempo de la libertad (Jn 8:31-32).
El tiempo en el que todo debe comenzar a volver al plan perfecto y original de Dios (Luc 19.10).
De una vida de bien-estar general (Jn 10.10b, 3 Jn 2).
Nuestra restauración a ser hijos e hijas de Dios de pleno derecho (Jn 1:12).
• Herederos de Dios y co-herederos con Cristo (Rom 8.16-21) de todas las cosas.
• Reyes y sacerdotes (Apo 1.5-6, 1 Ped 2:9), nuevas personas y ministros de Dios (2 Cor 5.17-18).


Dios quiere. El ya lo hizo todo.
Sant 1:17. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Efe 1:3. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesúcristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.


Ahora nos toca a nosotros vivirlo.
Creerlo (Gal 3:7-14).
Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
Sostenernos y ganar la batalla (Heb 6:11-15).
Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.


27 Sep 2009
Referencia: Fundamentos.