El amor total del Padre.
EL AMOR TOTAL DEL PADRE.
El propósito de Dios para nuestras vidas.
Gen 1:26-27. Que tengamos una identidad como hijos de El.
Gen 1.28: habilitarnos para que nos vaya bien en la vida.
Gen 1:28: que nuestras vidas fructifiquen, nos multipliquemos en todo, llenemos la tierra de la plenitud de el, sojuzguemos todas las circunstancias que enfrentemos, y señoreemos (administremos) toda la creación de Dios (Efe 1:23).
El plan de Dios, desde Adán y Eva, no ha cambiado para los seres humanos, solo que por efectos de la caída, enfrentó obstáculos que no debían haber sido.
Sin embargo, Cristo vino para darnos poder, autoridad y capacidad de superar esos obstáculos, y vivir de acuerdo a la plenitud del propósito de Dios para nosotros (Efe 1:17-23). Dios quiere que, nosotros, los creyentes, sus hijos:
Le conozcamos como Padre
Vivamos con la identidad de hijos e hijas de El.
Sepamos cual es el propósito para el cuál El nos creó, y vivamos para cumplirlo.
Sepamos cual es la herencia que tenemos en El como hijos e hijas.
Sepamos cual es el poder que opera en nosotros como hijos e hijas de El.
Vivamos en Su plenitud para llenarlo todo con ella.
Sabiduría, revelación y conocimiento.
El conocimiento al que Pablo se refiere que debemos tener de Dios, el Padre, no es un conocimiento superficial, intelectual, mental, solamente. Es un conocimiento revelado.
Por ello ora a los Efesios (que ya conocían a Dios como su Salvador y tenían fe en El), para que ellos recibieran espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Él (Efe 1:17), de Su paternidad. En este pasaje hay tres palabras que necesitamos entender perfectamente, porque su traducción del griego al español, por el significado de las palabras más aproximadas a la traducción, no expresan totalmente la idea del Espíritu Santo en el original.
La primera es la palabra sabiduría, que significa la habilidad práctica adquirida sobre un asunto particular.
La segunda es la palabra revelación, que implica quitar la cubierta, descubrir, lo que está oculto, más allá de la superficie o superficial.
La tercera es la palabra conocimiento, que en griego implica reconocimiento, pleno discernimiento, ciencia, acerca de algún asunto.
En consecuencia, lo que Pablo está orando, es que los efesios, que ya eran salvos y creyentes, recibieran de parte de Dios el pleno discernimiento y el profundo conocimiento, y la habilidad práctica, de poner en práctica todo lo que significa que Dios es nuestro Padre y que nosotros somos sus hijos e hijas de tal manera que pudiéramos alcanzar la plenitud de vida en El.
La importancia del conocimiento de El como Padre.
En principio, Prov 23:7 dice que tal como pensamos, así nos comportaremos.
De tal manera que si pensamos, por ejemplo, que somos ovejas, miembros, creyentes o siervos, vamos a comportarnos de esa manera, y como lo que sembramos, cosechamos (Gal 6:7), lo que vamos a recibir es recompensa de oveja, miembro, creyente o siervo.
La recompensa de la oveja es cuidado, la recompensa de miembro es membresía, la recompensa de creyente es fe, y la recompensa de siervo es salario.
Pero si por el contrario, sabemos, entendemos y nos comportamos como hijos, recibiremos recompensa de hijos, y la recompensa de hijo es mucho más que todo ello, es herencia.
Sin ese conocimiento, solamente llegaremos al nivel de siervos (empleados), no de hijos, y por lo tanto, lo que recibiremos es salario y no herencia. Y obviamente, salario es diferente que herencia, implica una diferencia en la calidad de lo que recibimos de Él, y por lo tanto una diferencia en la calidad de vida que llevemos. No porque Él no nos lo quiera dar, sino porque nosotros no somos capaces de recibir todo lo que viene de El. El siervo recibe por méritos, el hijo recibe por relación. Un ejemplo de ello lo tenemos en la parábola del hijo pródigo (Luc 15:11-32).
El hijo menor, cuando regresó a la casa de su padre, le expresó: “ya no soy digno de ser llamado tu hijo, hazme como a uno de tus jornaleros”, y esta frase es muy significativa.
En primer lugar, no dijo “ya no soy digno de ser tu hijo” sino de ser llamado hijo; ello implicaba que para él, la calidad de hijo solamente era nominal, no real.
En segundo lugar, pidió ser recibido como jornalero, empleado, porque su relación con su padre él la visualizaba en términos de desempeño, merecimientos y recompensas, no en términos de relación, gracia y herencia.
En tercer lugar, él había recibido una herencia, pero como no tenía mentalidad de hijo sino de empleado, en lugar de cuidarla y acrecentarla, se la gastó toda, desperdiciándola.
Por otro lado, el hijo mayor, había recibido también la parte de su herencia (la doble porción), pero como él tampoco se visualizaba como hijo sino como empleado, no la había disfrutado ni utilizado, porque le dijo a su padre que a pesar de que él le había servido siempre, no le había dado nunca nada para disfrutar con sus amigos. Estaba pensando en términos de salario, no de herencia; en términos de merecimientos, no de gracia.
En resumen, eran hijos, tenían la calidad de hijos, se decían hijos, pero no vivían como tales, sino como empleados.
E igual pasa en la Iglesia con muchos de los hijos de Dios: Son Sus hijos (engendrados de la simiente incorruptible -1 Ped 1:23--, con Su naturaleza divina –2 Ped 1:4--, habiéndoles dado la potestad de ser hechos hijos de Dios –Jn 1:12--), se dicen sus hijos, pero viven como siervos, esperando salario, no abundancia de gracia y bendición, a pesar de que la Biblia dice que fueron bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (Efe 1.3).
Manifestación de la falta de comprensión real de lo que significa ser un hijo de Dios son algunas de las doctrinas que se manejan en algunos sectores de la iglesia como por ejemplo, las doctrinas de que la espiritualidad y/o la humildad tienen relación con la pobreza o de que para ser buen cristiano tenemos que ser pobres; de que Dios nos enferma para probarnos; de que en la tierra tenemos que sufrir para disfrutar en el cielo; de que Dios solo escucha y responde la oración de los super-espirituales; de que al diablo solo los más super-espirituales se le pueden enfrentar; y un largo etcétera. Por otro lado, la falta de ese entendimiento también se refleja en doctrinas contrarias a las anteriores, como las de la confesión positiva, la prosperidad económica, el legalismo, etc.
Como desarrollar la actitud de hijo.
Igual que la relación natural entre un padre y un hijo pasa de lo formal a lo real, la relación nuestra con nuestro Padre Dios pasa de lo formal a lo real cuando nos comunicamos con El más allá de lo formal (la oración de petición), para entrar en la búsqueda de la intimidad, del diálogo, de la comunión real con El.
Cant 2:14 nos enseña que El anhela oír nuestra voz, ver nuestro rostro, y Sant 4:5 nos enseña que el Espíritu que El ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente.
Lo primero que necesitamos, entonces, es responder a ese anhelo de El, anhelándolo y buscando Su presencia, aunque no sepamos como (de hecho un hijo, en lo natural, no sabe como acercarse a su padre, simplemente lo hace).
Lo importante es hacerlo, desearlo, anhelarlo y perseverar en ello. Como hemos de hacerlo no lo sabemos, pero sabemos por Su Palabra que el Espíritu Santo nos ayudará para ello (Rom 8:26), que tenemos libre acceso al trono de la gracia para encontrar gracia y misericordia para el oportuno socorro (Heb 4:16), que al que a El viene no le echa fuera (Jn 6:37), que si nos falta sabiduría solo necesitamos pedírsela a El con fe y El nos la dará (Sant 1:5-6) y que El es galardonador de los que diligentemente le buscan (Heb 11:6).
A orar este tipo de oración, a tener este tipo de comunión, solo se aprende haciéndolo. No hay otra forma. Por ser una oración de intimidad, de comunión, es una forma de oración muy pero muy personal, que sale del fondo de nuestro corazón, no de ninguna fórmula.
El propósito de Dios para nuestras vidas.
Gen 1:26-27. Que tengamos una identidad como hijos de El.
Gen 1.28: habilitarnos para que nos vaya bien en la vida.
Gen 1:28: que nuestras vidas fructifiquen, nos multipliquemos en todo, llenemos la tierra de la plenitud de el, sojuzguemos todas las circunstancias que enfrentemos, y señoreemos (administremos) toda la creación de Dios (Efe 1:23).
El plan de Dios, desde Adán y Eva, no ha cambiado para los seres humanos, solo que por efectos de la caída, enfrentó obstáculos que no debían haber sido.
Sin embargo, Cristo vino para darnos poder, autoridad y capacidad de superar esos obstáculos, y vivir de acuerdo a la plenitud del propósito de Dios para nosotros (Efe 1:17-23). Dios quiere que, nosotros, los creyentes, sus hijos:
Le conozcamos como Padre
Vivamos con la identidad de hijos e hijas de El.
Sepamos cual es el propósito para el cuál El nos creó, y vivamos para cumplirlo.
Sepamos cual es la herencia que tenemos en El como hijos e hijas.
Sepamos cual es el poder que opera en nosotros como hijos e hijas de El.
Vivamos en Su plenitud para llenarlo todo con ella.
Sabiduría, revelación y conocimiento.
El conocimiento al que Pablo se refiere que debemos tener de Dios, el Padre, no es un conocimiento superficial, intelectual, mental, solamente. Es un conocimiento revelado.
Por ello ora a los Efesios (que ya conocían a Dios como su Salvador y tenían fe en El), para que ellos recibieran espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Él (Efe 1:17), de Su paternidad. En este pasaje hay tres palabras que necesitamos entender perfectamente, porque su traducción del griego al español, por el significado de las palabras más aproximadas a la traducción, no expresan totalmente la idea del Espíritu Santo en el original.
La primera es la palabra sabiduría, que significa la habilidad práctica adquirida sobre un asunto particular.
La segunda es la palabra revelación, que implica quitar la cubierta, descubrir, lo que está oculto, más allá de la superficie o superficial.
La tercera es la palabra conocimiento, que en griego implica reconocimiento, pleno discernimiento, ciencia, acerca de algún asunto.
En consecuencia, lo que Pablo está orando, es que los efesios, que ya eran salvos y creyentes, recibieran de parte de Dios el pleno discernimiento y el profundo conocimiento, y la habilidad práctica, de poner en práctica todo lo que significa que Dios es nuestro Padre y que nosotros somos sus hijos e hijas de tal manera que pudiéramos alcanzar la plenitud de vida en El.
La importancia del conocimiento de El como Padre.
En principio, Prov 23:7 dice que tal como pensamos, así nos comportaremos.
De tal manera que si pensamos, por ejemplo, que somos ovejas, miembros, creyentes o siervos, vamos a comportarnos de esa manera, y como lo que sembramos, cosechamos (Gal 6:7), lo que vamos a recibir es recompensa de oveja, miembro, creyente o siervo.
La recompensa de la oveja es cuidado, la recompensa de miembro es membresía, la recompensa de creyente es fe, y la recompensa de siervo es salario.
Pero si por el contrario, sabemos, entendemos y nos comportamos como hijos, recibiremos recompensa de hijos, y la recompensa de hijo es mucho más que todo ello, es herencia.
Sin ese conocimiento, solamente llegaremos al nivel de siervos (empleados), no de hijos, y por lo tanto, lo que recibiremos es salario y no herencia. Y obviamente, salario es diferente que herencia, implica una diferencia en la calidad de lo que recibimos de Él, y por lo tanto una diferencia en la calidad de vida que llevemos. No porque Él no nos lo quiera dar, sino porque nosotros no somos capaces de recibir todo lo que viene de El. El siervo recibe por méritos, el hijo recibe por relación. Un ejemplo de ello lo tenemos en la parábola del hijo pródigo (Luc 15:11-32).
El hijo menor, cuando regresó a la casa de su padre, le expresó: “ya no soy digno de ser llamado tu hijo, hazme como a uno de tus jornaleros”, y esta frase es muy significativa.
En primer lugar, no dijo “ya no soy digno de ser tu hijo” sino de ser llamado hijo; ello implicaba que para él, la calidad de hijo solamente era nominal, no real.
En segundo lugar, pidió ser recibido como jornalero, empleado, porque su relación con su padre él la visualizaba en términos de desempeño, merecimientos y recompensas, no en términos de relación, gracia y herencia.
En tercer lugar, él había recibido una herencia, pero como no tenía mentalidad de hijo sino de empleado, en lugar de cuidarla y acrecentarla, se la gastó toda, desperdiciándola.
Por otro lado, el hijo mayor, había recibido también la parte de su herencia (la doble porción), pero como él tampoco se visualizaba como hijo sino como empleado, no la había disfrutado ni utilizado, porque le dijo a su padre que a pesar de que él le había servido siempre, no le había dado nunca nada para disfrutar con sus amigos. Estaba pensando en términos de salario, no de herencia; en términos de merecimientos, no de gracia.
En resumen, eran hijos, tenían la calidad de hijos, se decían hijos, pero no vivían como tales, sino como empleados.
E igual pasa en la Iglesia con muchos de los hijos de Dios: Son Sus hijos (engendrados de la simiente incorruptible -1 Ped 1:23--, con Su naturaleza divina –2 Ped 1:4--, habiéndoles dado la potestad de ser hechos hijos de Dios –Jn 1:12--), se dicen sus hijos, pero viven como siervos, esperando salario, no abundancia de gracia y bendición, a pesar de que la Biblia dice que fueron bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (Efe 1.3).
Manifestación de la falta de comprensión real de lo que significa ser un hijo de Dios son algunas de las doctrinas que se manejan en algunos sectores de la iglesia como por ejemplo, las doctrinas de que la espiritualidad y/o la humildad tienen relación con la pobreza o de que para ser buen cristiano tenemos que ser pobres; de que Dios nos enferma para probarnos; de que en la tierra tenemos que sufrir para disfrutar en el cielo; de que Dios solo escucha y responde la oración de los super-espirituales; de que al diablo solo los más super-espirituales se le pueden enfrentar; y un largo etcétera. Por otro lado, la falta de ese entendimiento también se refleja en doctrinas contrarias a las anteriores, como las de la confesión positiva, la prosperidad económica, el legalismo, etc.
Como desarrollar la actitud de hijo.
Igual que la relación natural entre un padre y un hijo pasa de lo formal a lo real, la relación nuestra con nuestro Padre Dios pasa de lo formal a lo real cuando nos comunicamos con El más allá de lo formal (la oración de petición), para entrar en la búsqueda de la intimidad, del diálogo, de la comunión real con El.
Cant 2:14 nos enseña que El anhela oír nuestra voz, ver nuestro rostro, y Sant 4:5 nos enseña que el Espíritu que El ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente.
Lo primero que necesitamos, entonces, es responder a ese anhelo de El, anhelándolo y buscando Su presencia, aunque no sepamos como (de hecho un hijo, en lo natural, no sabe como acercarse a su padre, simplemente lo hace).
Lo importante es hacerlo, desearlo, anhelarlo y perseverar en ello. Como hemos de hacerlo no lo sabemos, pero sabemos por Su Palabra que el Espíritu Santo nos ayudará para ello (Rom 8:26), que tenemos libre acceso al trono de la gracia para encontrar gracia y misericordia para el oportuno socorro (Heb 4:16), que al que a El viene no le echa fuera (Jn 6:37), que si nos falta sabiduría solo necesitamos pedírsela a El con fe y El nos la dará (Sant 1:5-6) y que El es galardonador de los que diligentemente le buscan (Heb 11:6).
A orar este tipo de oración, a tener este tipo de comunión, solo se aprende haciéndolo. No hay otra forma. Por ser una oración de intimidad, de comunión, es una forma de oración muy pero muy personal, que sale del fondo de nuestro corazón, no de ninguna fórmula.
06
Dic
2009