La necesidad del perdón.
La necesidad del perdón.
Todos nosotros hemos vivido una infinidad de problemas que los demás nos han causado.
Padres que nos abandonaron.
Hermanos que nos hicieron la vida difícil.
Amigos que nos traicionaron.
Novios, novias, y aún cónyuges que abusaron de nosotros verbal, sexual, económica, emocional o físicamente.
Jefes que nos trataron y nos pagaron mal y finalmente perdimos un buen empleo por su culpa.
Rechazo, golpes, dolor, menosprecio, insultos, etc.
Podríamos pasarnos todo el día enumerando las posibles faltas de otros que nos lastimaron.
Y peor aún, podríamos enumerar, aún más extensamente las consecuencias de esas faltas, que quizá duran hasta el día de hoy en nuestras vidas.
Pero, el Señor vino a nuestras vidas para que nosotros:
Tuviéramos vida y vida en abundancia (Jn 10.10).
Fuéramos bendecidos y prosperados en todas las cosas (3 Jn 2).
Nuestra vida fuera de menos a más (Prov 4.18).
Se cumplieran sus planes de bien para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29.11).
La única condición es que obedeciéramos Su Palabra (3 Jn 2, Sal 1.1-3, Jos 1:8).
Y Su Palabra nos manda "perdonar" (Efe 4:32).
El perdón es la otra cara del amor: no podemos amar sin perdonar.
El perdón es la puerta a la gracia de Dios, y sin gracia, no hay bendición, ni prosperidad, ni abundancia, ni incremento, ni planes de bien, ni futuro, ni esperanza (Heb 12:14-15).
La Palabra nos manda, en primer lugar, a amar a Dios, pero en un mandamiento similar, a amar a nuestro prójimo.
Nuestro prójimo es cualquier persona que viva en esta tierra.
Si hay alguna persona contra la cual en nuestro corazón tenemos resentimiento y no la hemos perdonado, esa persona es nuestro prójimo.
Y si no hemos perdonado a esa persona, no podemos ser bendecidos por Dios (Mat 6:14-15).
El ejemplo de José (Gen 37, 39-40).
Puesto en contra de sus hermanos por su papá, Jacob, que lo hizo su consentido.
Sus hermanos no lo toleraban, lo trataban mal, trataron de matarlo, finalmente lo vendieron como esclavo a Egipto.
Potifar lo envió a la cárcel injustamente por culpa de su mujer.
El copero del rey lo olvidó.
Y todo esto duró trece años (Gen 37:2-Gen 41:46).
Pero José perdonó. Y Dios estaba con El, y porqué perdonó, fué bendecido (Heb 12:14-15).
Dios estuvo con José en la casa de Potifar y de esclavo pasó a ser el administrador de la casa (Gen 39:2-5).
Dios estuvo con José en la cárcel y de preso pasó a ser administrador de la cárcel (Gen 39:21-23).
Dios estuvo con José frente al faraón, y de preso pasó a ser la segunda persona en importancia en el reino (Gen 41:37-57). Salvó del hambre a Egipto. Salvó del hambre a Israel.
¿Hubiera Dios podido bendecir a José si no hubiera perdonado a sus hermanos? No (Heb 12:14-15).
¿Cómo sabemos que José perdonó a sus hermanos?: Gen 45:4-11, Gen 50:15-21.
Gen 41:51: el nombre de su primer hijo, Manasés. "Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre".
Gen 41:52: el nombre de su segundo hijo, Efráin. "Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción".
A veces pensamos que el perdonar a otros les conviene a ellos y no a nosotros.
Pero no es así. El perdón nos beneficia a nosotros, nos hace bendecibles (que nos vaya bien en la vida), en tanto que la falta de perdón nos hace inbendecibles delante de Dios.
La amargura es un veneno que invade todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.
No podemos estar en paz con Dios.
No tenemos salud ni paz en nuestra alma (dolor, ira, rencor, venganza, etc.).
No tenemos salud en nuestro cuerpo (algunas de las enfermedades psicosomáticas: cáncer, artritis, tensión nerviosa, ansiedad, etc.).
José perdonó a sus hermanos y le convino a él.
Dios estuvo con él todo el tiempo (de los 17 años a los 110 años y Dios lo prosperó en todo).
Sus hermanos no tuvieron paz durante años a pesar de que José les había perdonado.
Sus hermanos, primero que nada, vivieron:
Los primeros 13 años que José estuvo solo en Egipto, con la culpa y la condenación de haberlo vendido.
A pesar de que José les dijo que los había perdonado (Gen 45:4-11), ellos vivieron 17 años más con la culpa y la condenación (Gen 47:28), hasta que una vez muerto Jacob (Israel), ellos volvieron a manifestar su temor y pesar por haber vendido a José a Egipto (Gen 50:15-21) y José les reiteró el perdón.
Estamos habilitados para perdonar: es asunto de decisión, de querer, no de poder (Fil 4:13).
Dios nos perdonó más de lo que nosotros necesitamos perdonar (Efe 4:32).
Lo que de gracia hemos recibido, necesitamos darlo de gracia (Mat 10:8).
Dios ha derramado Su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fué dado (Rom 5:5).
Y el amor cubre multitud de faltas, errores y pecados (1 Ped 4:8).
Todos nosotros hemos vivido una infinidad de problemas que los demás nos han causado.
Padres que nos abandonaron.
Hermanos que nos hicieron la vida difícil.
Amigos que nos traicionaron.
Novios, novias, y aún cónyuges que abusaron de nosotros verbal, sexual, económica, emocional o físicamente.
Jefes que nos trataron y nos pagaron mal y finalmente perdimos un buen empleo por su culpa.
Rechazo, golpes, dolor, menosprecio, insultos, etc.
Podríamos pasarnos todo el día enumerando las posibles faltas de otros que nos lastimaron.
Y peor aún, podríamos enumerar, aún más extensamente las consecuencias de esas faltas, que quizá duran hasta el día de hoy en nuestras vidas.
Pero, el Señor vino a nuestras vidas para que nosotros:
Tuviéramos vida y vida en abundancia (Jn 10.10).
Fuéramos bendecidos y prosperados en todas las cosas (3 Jn 2).
Nuestra vida fuera de menos a más (Prov 4.18).
Se cumplieran sus planes de bien para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29.11).
La única condición es que obedeciéramos Su Palabra (3 Jn 2, Sal 1.1-3, Jos 1:8).
Y Su Palabra nos manda "perdonar" (Efe 4:32).
El perdón es la otra cara del amor: no podemos amar sin perdonar.
El perdón es la puerta a la gracia de Dios, y sin gracia, no hay bendición, ni prosperidad, ni abundancia, ni incremento, ni planes de bien, ni futuro, ni esperanza (Heb 12:14-15).
La Palabra nos manda, en primer lugar, a amar a Dios, pero en un mandamiento similar, a amar a nuestro prójimo.
Nuestro prójimo es cualquier persona que viva en esta tierra.
Si hay alguna persona contra la cual en nuestro corazón tenemos resentimiento y no la hemos perdonado, esa persona es nuestro prójimo.
Y si no hemos perdonado a esa persona, no podemos ser bendecidos por Dios (Mat 6:14-15).
El ejemplo de José (Gen 37, 39-40).
Puesto en contra de sus hermanos por su papá, Jacob, que lo hizo su consentido.
Sus hermanos no lo toleraban, lo trataban mal, trataron de matarlo, finalmente lo vendieron como esclavo a Egipto.
Potifar lo envió a la cárcel injustamente por culpa de su mujer.
El copero del rey lo olvidó.
Y todo esto duró trece años (Gen 37:2-Gen 41:46).
Pero José perdonó. Y Dios estaba con El, y porqué perdonó, fué bendecido (Heb 12:14-15).
Dios estuvo con José en la casa de Potifar y de esclavo pasó a ser el administrador de la casa (Gen 39:2-5).
Dios estuvo con José en la cárcel y de preso pasó a ser administrador de la cárcel (Gen 39:21-23).
Dios estuvo con José frente al faraón, y de preso pasó a ser la segunda persona en importancia en el reino (Gen 41:37-57). Salvó del hambre a Egipto. Salvó del hambre a Israel.
¿Hubiera Dios podido bendecir a José si no hubiera perdonado a sus hermanos? No (Heb 12:14-15).
¿Cómo sabemos que José perdonó a sus hermanos?: Gen 45:4-11, Gen 50:15-21.
Gen 41:51: el nombre de su primer hijo, Manasés. "Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre".
Gen 41:52: el nombre de su segundo hijo, Efráin. "Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción".
A veces pensamos que el perdonar a otros les conviene a ellos y no a nosotros.
Pero no es así. El perdón nos beneficia a nosotros, nos hace bendecibles (que nos vaya bien en la vida), en tanto que la falta de perdón nos hace inbendecibles delante de Dios.
La amargura es un veneno que invade todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.
No podemos estar en paz con Dios.
No tenemos salud ni paz en nuestra alma (dolor, ira, rencor, venganza, etc.).
No tenemos salud en nuestro cuerpo (algunas de las enfermedades psicosomáticas: cáncer, artritis, tensión nerviosa, ansiedad, etc.).
José perdonó a sus hermanos y le convino a él.
Dios estuvo con él todo el tiempo (de los 17 años a los 110 años y Dios lo prosperó en todo).
Sus hermanos no tuvieron paz durante años a pesar de que José les había perdonado.
Sus hermanos, primero que nada, vivieron:
Los primeros 13 años que José estuvo solo en Egipto, con la culpa y la condenación de haberlo vendido.
A pesar de que José les dijo que los había perdonado (Gen 45:4-11), ellos vivieron 17 años más con la culpa y la condenación (Gen 47:28), hasta que una vez muerto Jacob (Israel), ellos volvieron a manifestar su temor y pesar por haber vendido a José a Egipto (Gen 50:15-21) y José les reiteró el perdón.
Estamos habilitados para perdonar: es asunto de decisión, de querer, no de poder (Fil 4:13).
Dios nos perdonó más de lo que nosotros necesitamos perdonar (Efe 4:32).
Lo que de gracia hemos recibido, necesitamos darlo de gracia (Mat 10:8).
Dios ha derramado Su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fué dado (Rom 5:5).
Y el amor cubre multitud de faltas, errores y pecados (1 Ped 4:8).
21
Feb
2010