Endiosamiento (2).
"No hay Dios".
A las personas puede gustarles creer que no hay Dios porque les gusta sentir que pueden controlar a las personas y cosas a su alrededor, determinar las normas de conducta para sí mismos y los demás, juzgarlos y además, merecer alabanza por sus méritos y realizaciones, en otras palabras, hacer lo que les plazca.
El problema con ello es que al hacer lo que bien les parece, sus elecciones resultan en un caos (Rom 1:28-29) y en una vida totalmente centrada en sí misma, egoísta, egocéntrica, que es todo lo contrario al diseño de Dios para la vida abundante, bendecida.
De acuerdo en teoría y en desacuerdo en la práctica.
Puede ser fácil para un cristiano estar de acuerdo con las afirmaciones de que Dios es el único que tiene el derecho de controlar, el de determinar normas, el de juzgar y el de merecer alabanza.
Pero de la afirmación mental o asentimiento mental a la realidad de la vida, puede haber una gran diferencia.
Esa contradicción la encontramos en la vida de hombres y mujeres de Dios, cuyas vidas fueron afectadas porque en muchos momentos asumieron esas prerrogativas de Dios:
Noé cuando se emborrachó después del diluvio.
David cuando decidió tomar a Betsabé, la mujer de Urías y cuando quiso encubrir las consecuencias de su pecado mandando a la muerte a Urías.
Sansón cuando siendo nazareo tomó a Dalila.
Jonás cuando se rehusó a ir a Nínive.
Elías cuando huyó de Jezabel.
Pedro cuando simuló en Galacia frente a los judaizantes y fué reprendido por Pablo.
Moisés cuando golpeó la roca dos veces y menospreció al pueblo de Israel en el Exodo.
Abraham cuando mintió a Faraón y a Abimelec acerca de Sara.
Jacob cuando engañó a su padre para quedarse con la bendición de Esaú, etc.
Y nosotros los creyentes en Cristo, no somos la excepción: nos gusta creer que podemos hacer algo de lo que Dios dice y algo de lo que nosotros decimos, y que con eso apaciguamos a Dios y nos va a ir bien, lo cual también es erróneo y termina en caos (Prov 16:25, Mat 6:24, Luc 16:13: nadie puede servir a dos señores, tener dos señores).
El problema esencial.
En ambos casos lo que sucede es que en lugar de tener a Dios en el centro de todas las cosas y de nuestras vidas, lo que hacemos es que nos "elevamos" nosotros al lugar que Dios debería tener (nos endiosamos) y lo desplazamos a El de nuestras vidas.
En otras palabras: le quitamos Su lugar, lo asumimos nosotros (en mayor o menor medida, Isa 14:12-14, Gen 3:4-5) y de allí deviene el caos en nuestras vidas y en nuestro entorno (Deut 30:19-20)
Las manifestaciones generales del endiosamiento.
Pretender controlar y/o manipular las cosas, las personas, nosotros mismos y hasta Dios.
Determinar las normas de conducta que deberían seguir las cosas, las personas, nosotros mismos y hasta Dios.
Demandar obediencia absoluta a las normas que hemos determinado.
Juzgar a las cosas, las personas, nosotros mismos y Dios de acuerdo a nuestras normas (las que determinamos para ellas).
Buscar venganza cuando las cosas, las personas y/o Dios no son o actúan como queremos.
Ejercer independencia soberana, haciendo lo que determinamos que nos es conveniente, aparte de lo que Dios dice.
No pedir ayuda, ni consejo a nadie ni a Dios.
Buscar el reconocimiento, la alabanza, de los demás.
Algunas de las formas prácticas en que el endiosamiento se traduce en lo cotidiano.
Molestarnos cuando los demás no hacen bien las cosas.
Ser perfeccionistas, dominantes.
Juzgar a otros por su apariencia o por sus hechos
No tener tiempo para la gente con problemas
Resistirnos parcial o totalmente a pedir ayuda.
Sentirnos molestos cuando no estamos en control de las situaciones.
Molestarnos cuando no nos sirven.
Ser independientes, autosuficientes, no depender de nadie.
Buscamos los elogios, el reconocimiento y/o la aprobación de otros.
Rechazamos a las personas que nos rechazan, vengarnos de los demás.
Tratamos de mantener contentas a las personas que nos rodean o con las que nos relacionamos.
Desenmascarando esas manifestaciones del endiosamiento.
Si alguna de esas situaciones nos identifica, por lo menos en algunas circunstancias, entonces, en esa área, estamos tratando de ser como Dios, ya sea en nuestra vida o en la vida de otras personas. Veamos por qué.
Nos molestamos cuando los demás no hacen bien las cosas
¿"Bien" de acuerdo con las normas de quién?
El único que tiene derecho a establecer las normas de bien o de mal es Dios.
Juzgamos a otros por su apariencia o por sus hechos
¿En base a que los juzgamos?
¿Por qué los juzgamos si Dios nos ha dicho que no juzguemos para no ser juzgados (Mar 7:1)?
Solamente Dios tiene derecho de juzgar.
No tenemos tiempo para la gente con problemas.
¿Define "problemas" de acuerdo a las normas de quién?
¿No es esta una forma de rechazar a las personas que no nos gustan, o que están en circunstancias que no nos gustan, de acuerdo a nuestras normas o gustos?
¿En qué parte Dios nos dice que no le pongamos atención a la gente con problemas?
Nos es difícil pedir ayuda. Es importante para nosotros ser independientes, no depender de nadie.
¿Signo de debilidad, de vulnerabilidad? ¿De acuerdo con quién o con qué?
¿Quedar mal ante quién?
¿Por qué si Dios nos hizo dependientes los unos de los otros (Gen 2:18, Ecle 4:9-12)?
Solo Dios es independiente y no necesita ayuda de nadie.
Nos sentimos molestos cuando no estamos en control de las situaciones
¿Por qué? ¿Si Dios dice que todas las cosas obran para bien de los que le amamos, porque renegamos
Solo Dios debe tener el control de todas las circunstancias. Nosotros no.
Buscamos los elogios, el reconocimiento y/o la aprobación de otros. Tratamos de mantener contentas a las personas que nos rodean o con las que nos relacionamos.
¿Por qué? ¿Necesidad de aceptación? ¿Aceptación en base a que normas o resultados?
Si Dios es el único que merece toda la alabanza, ¿no estamos tratando de desviar hacia sí mismos la alabanza que debería ser para Dios?
Rechazamos a las personas que nos rechazan.
¿Por qué? Cuando rechazamos a otros que nos han rechazado es una forma de venganza, y la venganza es otra manera de tratar de ser Dios porque solo de El es la venganza (Rom 12:19).
La solución.
Cuando tratamos de ser el "dios" de nuestra propia vida, no estamos siguiendo a Jesús sino a Satanás.
Vamos en dirección opuesta a lo que Dios quiere para nosotros para que se cumplan sus planes de bien para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29.11), para que viviamos una vida abundante (Jn 10.10), para que nuestra vida vaya en aumento (Prov 4:18), para que seamos prosperados en todas las cosas y tengamos salud (3 Jn 2).
Esa dirección opuesta es rebeldía al propósito de Dios, y como tal, es pecado, y constituye un obstáculo a una verdadera relación con Dios.
Por lo tanto, en primera instancia, necesitamos:
Arrepentirnos y confesar nuestros pecados delante de El (1 Jn 1:9).
Buscar la comunión con El y escudriñar nuestros caminos de acuerdo a la guianza de Su Espíritu Santo y de Su Palabra, para saber que actitudes y acciones desea Dios que cambiemos (Sal 119:59, Rom 12:2, Hch 3:22-24).
Responder a cada cosa, persona, circunstancia, pensamiento, sentimiento y a Dios, con el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio) no con nuestras maneras (Gal 5:19-21).
A las personas puede gustarles creer que no hay Dios porque les gusta sentir que pueden controlar a las personas y cosas a su alrededor, determinar las normas de conducta para sí mismos y los demás, juzgarlos y además, merecer alabanza por sus méritos y realizaciones, en otras palabras, hacer lo que les plazca.
El problema con ello es que al hacer lo que bien les parece, sus elecciones resultan en un caos (Rom 1:28-29) y en una vida totalmente centrada en sí misma, egoísta, egocéntrica, que es todo lo contrario al diseño de Dios para la vida abundante, bendecida.
De acuerdo en teoría y en desacuerdo en la práctica.
Puede ser fácil para un cristiano estar de acuerdo con las afirmaciones de que Dios es el único que tiene el derecho de controlar, el de determinar normas, el de juzgar y el de merecer alabanza.
Pero de la afirmación mental o asentimiento mental a la realidad de la vida, puede haber una gran diferencia.
Esa contradicción la encontramos en la vida de hombres y mujeres de Dios, cuyas vidas fueron afectadas porque en muchos momentos asumieron esas prerrogativas de Dios:
Noé cuando se emborrachó después del diluvio.
David cuando decidió tomar a Betsabé, la mujer de Urías y cuando quiso encubrir las consecuencias de su pecado mandando a la muerte a Urías.
Sansón cuando siendo nazareo tomó a Dalila.
Jonás cuando se rehusó a ir a Nínive.
Elías cuando huyó de Jezabel.
Pedro cuando simuló en Galacia frente a los judaizantes y fué reprendido por Pablo.
Moisés cuando golpeó la roca dos veces y menospreció al pueblo de Israel en el Exodo.
Abraham cuando mintió a Faraón y a Abimelec acerca de Sara.
Jacob cuando engañó a su padre para quedarse con la bendición de Esaú, etc.
Y nosotros los creyentes en Cristo, no somos la excepción: nos gusta creer que podemos hacer algo de lo que Dios dice y algo de lo que nosotros decimos, y que con eso apaciguamos a Dios y nos va a ir bien, lo cual también es erróneo y termina en caos (Prov 16:25, Mat 6:24, Luc 16:13: nadie puede servir a dos señores, tener dos señores).
El problema esencial.
En ambos casos lo que sucede es que en lugar de tener a Dios en el centro de todas las cosas y de nuestras vidas, lo que hacemos es que nos "elevamos" nosotros al lugar que Dios debería tener (nos endiosamos) y lo desplazamos a El de nuestras vidas.
En otras palabras: le quitamos Su lugar, lo asumimos nosotros (en mayor o menor medida, Isa 14:12-14, Gen 3:4-5) y de allí deviene el caos en nuestras vidas y en nuestro entorno (Deut 30:19-20)
Las manifestaciones generales del endiosamiento.
Pretender controlar y/o manipular las cosas, las personas, nosotros mismos y hasta Dios.
Determinar las normas de conducta que deberían seguir las cosas, las personas, nosotros mismos y hasta Dios.
Demandar obediencia absoluta a las normas que hemos determinado.
Juzgar a las cosas, las personas, nosotros mismos y Dios de acuerdo a nuestras normas (las que determinamos para ellas).
Buscar venganza cuando las cosas, las personas y/o Dios no son o actúan como queremos.
Ejercer independencia soberana, haciendo lo que determinamos que nos es conveniente, aparte de lo que Dios dice.
No pedir ayuda, ni consejo a nadie ni a Dios.
Buscar el reconocimiento, la alabanza, de los demás.
Algunas de las formas prácticas en que el endiosamiento se traduce en lo cotidiano.
Molestarnos cuando los demás no hacen bien las cosas.
Ser perfeccionistas, dominantes.
Juzgar a otros por su apariencia o por sus hechos
No tener tiempo para la gente con problemas
Resistirnos parcial o totalmente a pedir ayuda.
Sentirnos molestos cuando no estamos en control de las situaciones.
Molestarnos cuando no nos sirven.
Ser independientes, autosuficientes, no depender de nadie.
Buscamos los elogios, el reconocimiento y/o la aprobación de otros.
Rechazamos a las personas que nos rechazan, vengarnos de los demás.
Tratamos de mantener contentas a las personas que nos rodean o con las que nos relacionamos.
Desenmascarando esas manifestaciones del endiosamiento.
Si alguna de esas situaciones nos identifica, por lo menos en algunas circunstancias, entonces, en esa área, estamos tratando de ser como Dios, ya sea en nuestra vida o en la vida de otras personas. Veamos por qué.
Nos molestamos cuando los demás no hacen bien las cosas
¿"Bien" de acuerdo con las normas de quién?
El único que tiene derecho a establecer las normas de bien o de mal es Dios.
Juzgamos a otros por su apariencia o por sus hechos
¿En base a que los juzgamos?
¿Por qué los juzgamos si Dios nos ha dicho que no juzguemos para no ser juzgados (Mar 7:1)?
Solamente Dios tiene derecho de juzgar.
No tenemos tiempo para la gente con problemas.
¿Define "problemas" de acuerdo a las normas de quién?
¿No es esta una forma de rechazar a las personas que no nos gustan, o que están en circunstancias que no nos gustan, de acuerdo a nuestras normas o gustos?
¿En qué parte Dios nos dice que no le pongamos atención a la gente con problemas?
Nos es difícil pedir ayuda. Es importante para nosotros ser independientes, no depender de nadie.
¿Signo de debilidad, de vulnerabilidad? ¿De acuerdo con quién o con qué?
¿Quedar mal ante quién?
¿Por qué si Dios nos hizo dependientes los unos de los otros (Gen 2:18, Ecle 4:9-12)?
Solo Dios es independiente y no necesita ayuda de nadie.
Nos sentimos molestos cuando no estamos en control de las situaciones
¿Por qué? ¿Si Dios dice que todas las cosas obran para bien de los que le amamos, porque renegamos
Solo Dios debe tener el control de todas las circunstancias. Nosotros no.
Buscamos los elogios, el reconocimiento y/o la aprobación de otros. Tratamos de mantener contentas a las personas que nos rodean o con las que nos relacionamos.
¿Por qué? ¿Necesidad de aceptación? ¿Aceptación en base a que normas o resultados?
Si Dios es el único que merece toda la alabanza, ¿no estamos tratando de desviar hacia sí mismos la alabanza que debería ser para Dios?
Rechazamos a las personas que nos rechazan.
¿Por qué? Cuando rechazamos a otros que nos han rechazado es una forma de venganza, y la venganza es otra manera de tratar de ser Dios porque solo de El es la venganza (Rom 12:19).
La solución.
Cuando tratamos de ser el "dios" de nuestra propia vida, no estamos siguiendo a Jesús sino a Satanás.
Vamos en dirección opuesta a lo que Dios quiere para nosotros para que se cumplan sus planes de bien para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29.11), para que viviamos una vida abundante (Jn 10.10), para que nuestra vida vaya en aumento (Prov 4:18), para que seamos prosperados en todas las cosas y tengamos salud (3 Jn 2).
Esa dirección opuesta es rebeldía al propósito de Dios, y como tal, es pecado, y constituye un obstáculo a una verdadera relación con Dios.
Por lo tanto, en primera instancia, necesitamos:
Arrepentirnos y confesar nuestros pecados delante de El (1 Jn 1:9).
Buscar la comunión con El y escudriñar nuestros caminos de acuerdo a la guianza de Su Espíritu Santo y de Su Palabra, para saber que actitudes y acciones desea Dios que cambiemos (Sal 119:59, Rom 12:2, Hch 3:22-24).
Responder a cada cosa, persona, circunstancia, pensamiento, sentimiento y a Dios, con el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio) no con nuestras maneras (Gal 5:19-21).
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